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Como dice el dicho popular, hijo de tigre sale pintado. Desde pequeños, Ángela Garzón, Eduardo Garzón y Bernardo Jaramillo acompañaron a sus padres en correrías y marchas. No es sorpresa que ahora quieran lanzarse a la política.

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Los otros delfines de la política

Ángela Garzón, Eduardo Garzón y Bernardo Jaramillo, hijos de tres líderes de la izquierda, están listos para lanzarse al ruedo.

22 de junio de 2013

Que la política sea hereditaria no es nuevo en Colombia ni en muchos otros países. Así las cosas, dinastías como los Kennedy y los Bush en Estados Unidos y familias como los López, Lleras y Santos en Colombia se han dedicado a la vida pública por varias décadas. Al igual que en los hogares donde se hereda el gusto por el derecho o la medicina, la política pasa por la sangre. Por esto mismo el delfinazgo sigue siendo una marcada característica de la actividad pública en Colombia. 

Lo curioso es que la política se hereda sin distinción de ideología ni color. Por los lados de la izquierda, que siempre ha criticado al establecimiento por reproducirse y por nepotista, el bicho de la política está coqueteándoles a los hijos del vicepresidente Angelino Garzón, del ministro consejero Lucho Garzón y del asesinado candidato presidencial Bernardo Jaramillo, quienes desde pequeños acompañaron a sus padres en las correrías.

Desde que Simón Gaviria, presidente del liberalismo, convenció a Ángela Garzón, hija de Angelino,  de engrosar las filas del liberalismo, más de uno ha especulado sobre su futuro político. Y es que varios partidos políticos y hasta el mismo presidente Uribe la habían buscado, pero ella optó por encabezar la secretaría social de los rojos. 

Desde allí tiene como objetivo lograr un diálogo más fluido con las bases del partido, con los sindicatos, las ONG y las organizaciones campesinas. Gaviria asegura que Ángela será una de las fichas del liberalismo en 2014 y aunque todavía falte tiempo para armar las listas, lo más seguro es que ella podría encabezar la lista de a la Cámara por Bogotá, donde se enfrentará a un amigo de infancia, Eduardo Garzón. 

Angelino Garzón y Luis Eduardo Garzón han sido amigos y rivales en más de una ocasión en sus carreras políticas, y ahora parece llegar el turno de sus hijos. Mientras Ángela hace campaña por el liberalismo, el hijo de Lucho, Eduardo Garzón, politólogo de 32 años, lo hará por el Partido Verde.

Eduardo cuenta que su primer recuerdo es una caravana de carros en la campaña de Jaime Pardo Leal, por lo que queda claro que desde su infancia no tuvo otra opción que ser político. Siempre acompañó a su padre en los primeros de mayo y en varios escenarios como la CUT, la Unión Patriótica, la Alcaldía de Bogotá, la construcción del Polo y la ola verde. Dice, sin embargo, que su deseo de participar en política le ha costado más desencuentros que encuentros con él. 

Y aunque Lucho no parezca convencido de que Eduardo siga sus pasos, él ya decidió que su camino es encabezar la lista de Cámara para Bogotá por el Partido Verde. Aunque sabe que ese partido tiene más deudas que resultados para mostrarle a la ola verde, cree que desde ahí puede ser protagonista de los debates de una Colombia en postconflicto. 

Desde hace años es amigo de Bernardo Jaramillo Zapata, hijo del líder de la UP. Jaramillo reconoce que su padre es un símbolo pero dice que él no es delfín pues aunque sí es inquieto y tiene ideas políticas, no heredará ni curul ni caudal electoral. Hasta ahora ha preferido mantenerse alejado del ruedo y actualmente se desempeña como abogado. Sin embargo, habla y piensa como político. 

Está convencido de que el cambio empieza desde lo agrícola y lo local desde que trabajó en la alcaldía de Apia, Risaralda. Y aunque todavía no tiene claro cuándo se lanzará, pues aún no milita en ningún partido, cada vez le suena más probar suerte en las próximas elecciones al Concejo de Bogotá.
Es paradójico que aunque sus padres abrieron caminos para la izquierda en Colombia, estos tres jóvenes no militen en ella. Si bien comparten los mismos ideales, les duele ver una izquierda disminuida y dividida, que solo se aglutina en coyunturas electorales. 

No les gusta que los llamen delfines, están seguros que los miembros de la izquierda les darán el doble de palo, pero dicen que es inevitable. “Por muchos años vimos a nuestros padres enterrando a sus amigos cada semana. Ahora podemos hacer política con una expectativa de paz y eso anima mucho” dice Garzón. Tienen muy claro que si bien un apellido ayuda, también incluye peleas y enemigos. Y como bien se los enseñaron sus padres, saben que los votos se ganan en la calle y con ideas. Y que no es nada fácil.