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Álvaro Leyva, Enrique Parejo y Carlos Rincón conforman las ligas menores de la campaña presidencial. Sin posibilidades de ganar, ¿para qué se metieron en la pelea?

22 de abril de 2006

En todas las elecciones hay un grupo de candidatos que, de entrada, no tienen opción de ganar. Tradicionalmente el Estado estimulaba esta práctica y les garantizaba a todos las mismas prerrogativas en términos de acceso a los medios de comunicación. Además, había pequeños partidos que consideraban que no se podían marginar del principal pulso político de cada cuatro años. Y en el grupo aparecía, también, uno que otro pantallero, despistado o lagarto.

Las cosas han cambiado. Ahora hay más requisitos para quienes se inscriben como candidatos, existen menos partidos y los recursos que otorga el fisco son mayores para los candidatos respaldados por partidos políticos sólidos. A pesar de eso, en la actual campaña hay siete candidatos, tres de los cuales apenas registran en las encuestas: Álvaro Leyva, Enrique Parejo y Carlos Rincón.

Estos tres aspirantes forman las ligas menores de la actual competencia, frente a Álvaro Uribe, Carlos Gaviria, Horacio Serpa y Antanas Mockus. Aunque por cercanía en los sondeos, por trayectoria y por capacidad de sonar en los medios, Leyva está cerca de Mockus, en el fondo estos candidatos saben que no van a ganar. Tienen una recóndita esperanza de pegar un brinco, sumarse al grupo delantero y constituirse en un fenómeno político que les garantice una vida pública en el futuro. Pero le apuntan, por encima de todo, a aprovechar la visibilidad que les da la campaña para promover consignas y mensajes. Los cuales, de paso, coinciden en una alta dosis de oposición a Uribe y en la defensa de propuestas radicales.

Su presencia en la carrera plantea con frecuencia un dilema para los medios. ¿Ignorarlos a favor de las alternativas que tienen más acogida? ¿Importan más los derechos de tres aspirantes sin opción que los de millones de ciudadanos que acompañan a los otros cuatro candidatos? Se conforma un círculo vicioso: los 'presidenciables' de las ligas menores no son invitados a todos los debates ni reciben el mismo espacio en los medios, porque van atrás en las encuestas. Y precisamente por esas mismas razones, nunca podrán alcanzar a los que van adelante. En un cuadrilátero tan adverso, ¿para qué dan la pelea?

Leyva: la reivindicación

Álvaro Leyva tiene razones para aspirar a la Presidencia. En su trayectoria tiene una larga y coherente defensa de la negociación para terminar el conflicto con la guerrilla. Con un halcón como Uribe en la punta de la carrera, Leyva puede reclamar la credencial de ser una verdadera alternativa. Considera que la opinión pública está cansada de la guerra y que la seguridad democrática es menos efectiva de lo que dicen. Desde el punto de vista político, el ex ministro de Minas, ex congresista y ex constituyente conservador le apunta a un electorado de su partido que no está de acuerdo con la línea oficial que apoya la campaña del presidente Uribe.

En el campo personal, más allá de sus reales posibilidades de llegar a la Casa de Nariño, con su presencia en el escenario consolida la reivindicación que recibió cuando la justicia lo absolvió de los cargos que le formuló la Fiscalía por haber recibido un cheque de un supuesto lavador de dinero en 1998. Un proceso duro y traumático que lo marginó del proceso de paz durante la administración Pastrana y que lo llevó a buscar -y obtener- el asilo político en Costa Rica y el refugio político de las Naciones Unidas.

Por su temperamento y por el atrasado lugar que ocupa en las encuestas, a Leyva no le queda otra opción, en la presente campaña, que asumir posiciones radicales y audaces: promete la paz con las Farc en seis meses, se entrevistó con 'Marulanda', está en contra de la extradición, considera que el fiscal Mario Iguarán debería marginarse de la investigación sobre el DAS (por haber formado parte del gobierno) y que el presidente Uribe debería dejarle el cargo al vicepresidente Francisco Santos. La estrategia es de alto riesgo: estas actitudes producen ruido y visibilidad, pero ante un electorado tan uribista y antiFarc, pueden devolverse como un bumerán.

Parejo: en busca de audiencia

Enrique Parejo afirma que su candidatura se debe a que tiene "una profunda angustia: me reviento por decir cosas y por eso busco espacios para hacerlo". El mensaje reprimido es una visión muy crítica del presidente Uribe y de su gobierno, marcado por la convicción de que la opinión pública está "aletargada". Su punto de vista es muy radical: considera que la reelección pone en tela de juicio la democracia misma y el mantenimiento de la legalidad.

Parejo tuvo un amplio protagonismo en la vida política durante los años 80. Elegido senador en las listas del Nuevo Liberalismo, reemplazó en el Ministerio de Justicia, durante el gobierno de Belisario Betancur, a Rodrigo Lara después de su asesinato. En Hungría, como embajador de Colombia, fue objeto de un gravísimo atentado.

Después de cinco años de ejercicio diplomático regresó a Colombia y fundó el 'Movimiento de Reconstrucción Democrática Nacional'. Desde esa plataforma se ha caracterizado como el crítico más duro de los fenómenos criminales que golpean al país y de sus vínculos con diversos gobiernos. Al presidente César Gaviria lo fustigó por la política de sometimiento a la justicia (consideró que el que se sometía era el Estado); a Ernesto Samper lo criticó con dureza durante el proceso 8.000; a Andrés Pastrana le reprochó la falta de firmeza con las Farc, y en la administración de Álvaro Uribe sugiere que la Ley de Justicia y Paz es favorable a los paramilitares producto de un acuerdo pactado con el Presidente.

El movimiento político de Parejo ha tenido pobres resultados electorales, con excepción de su curul en el Concejo de Bogotá en 1992. En las últimas elecciones no alcanzó el mínimo necesario para mantener la personería jurídica de su movimiento. Su campaña presidencial, en consecuencia, es precaria: no ha hecho giras, carece de dinero del Estado y por su bajo registro en las encuestas tampoco capta atención de los medios. "Me están cerrando las puertas", dice. Y aunque sabe que no puede derrotar a Álvaro Uribe, considera que puede crecer y que, en todo caso, la campaña le brinda una audiencia para su mensaje de angustia.

Rincón: una 'visión' diferente

El menos conocido en el grupo de las ligas menores es Carlos Rincón. Ha intentado salir elegido al Congreso, sin éxito, pero su carrera no se ha llevado a cabo en la vida pública. De los siete aspirantes a la Presidencia, Rincón es el más distante de la clase política: es médico oftalmólogo y ha vivido varios años en España. Allí tuvo éxitos profesionales -realizó la primera operación contra la miopía- y echó raíces. Esa experiencia le dejó concepciones profundas sobre la necesidad de avanzar en Colombia hacia una democracia real, y de adoptar formas propias de la democracia, como los partidos estructurados y la oposición. También le dejó un fuerte acento de la Madre Patria y un discurso salpicado de las expresiones más características del lenguaje peninsular.

Como sus compañeros de las ligas menores, Rincón tiene una base política débil que le impide recibir anticipos del Estado. Su campaña, en consecuencia, también es limitada. Consta de cuatro o cinco personas que tienen lazos con el movimiento político comunal o comunitario. Sus resultados en las elecciones del 12 de marzo fueron desastrosos. Rincón comparte la queja por la falta de oportunidades iguales a las de los candidatos de los partidos fuertes. Y coincide con Leyva y con Parejo en que la opinión pública está equivocada en su optimista visión del gobierno: "El país está adormilado y nadie hace nada", dice.

Las propuestas de gobierno son revolucionarias, aunque Rincón marca distancia con actitudes 'izquierdosas'. Propone una nueva Constitución, sobre la base de que la situación actual es muy diferente a la de 1991. Acabaría con la extradición, promulgaría una ley de perdón y olvido para ponerle fin al conflicto, resucitaría la oferta belisarista de "vivienda sin cuota inicial" y crearía varios ministerios para dejar un sentido claro de sus prioridades: para el TLC, para la mujer y para la paz.