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LOS PROXIMOS CORINTOS

Mientras se apagaba el fuego de Corinto, surgían incendios en otras zonas del país.

11 de febrero de 1985

Tras el acuerdo alcanzado el siete de enero por el M-19 y los más altos representantes de la Comisión de Paz cesó el fuego en la zona de Corinto al cabo de tres semanas largas de combates. Extraoficialmente se calcula que los muertos y heridos de los dos lados suman más de cincuenta. Pero la situación no cambió demasiado. Los guerrilleros levantaron el campamento causante del conflicto pero lo hicieron sólo para trasladarse con armas y bagajes a menos de cuatro kilómetos de allí a vuelo de pájaro, a un sitio llamado Los Robles, en la cuchilla de Monte Vecina. Siguen sobre el flanco de la cordillera que da al Valle del Cauca, y ahora en el mismo filo de ese departamento. Las tropas del ejército (tal vez cuatro mil hombres en el momento más duro de la "Operación Garfio") también siguen allí. La única diferencia formal es que, para que no se siga hablando de "repúblicas independientes", comisiones del gobierno, militares incluídos, podrán penetrar cuando quieran en el nuevo campamento tras llamar cortésmente a la puerta.
Todo está, pues, casi igual que antes -y en consecuencia tan inestable y frágil como antes-. No ha cambiado el fondo de las cosas, puesto que el M-19 conserva su zona de influencia en una región que es, geopolíticamente hablando, la segunda en importancia del país. Por decirlo así, la guerrilla continúa respirándole en la nuca a la ciudad de Cali y al sector dirigente más reaccionario de Colombia. Y abajo, la Tercera Brigada quedó al mando de un general que en opinión de muchos es a la vez el más "duro" y uno de los más eficaces del Ejército, Pedro Nel Molano.
En el aspecto militar, en cambio, las tres semanas de lucha han cambiado bastantes cosas. No hubo ni vencedores ni vencidos, como suele decirse en estos casos. Pero el simple hecho de no haber sido vencidos constituye una victoria militar sicológica para el M-19. Por primera vez, una guerrilla mantuvo el terreno frente a una operación de envergadura, "con todos los fierros", lanzada por el ejército colombiano, y en un par de ocasiones se dio el lujo de contraatacar, con éxito, a soldados de élite: tropas regulares encuadradas ("encorsetadas", se dice en la jerga militar) por unidades de contraguerrilla. Por primera vez llevaron a cabo una maniobra exitosa de flanqueo, y por primera vez organizaron un contraataque por sorpresa a un campamento militar. Hubo días en que se combatió durante varias horas por un palmo de terreno o por los cuatro palos de un rancho. Y nunca hasta ahora se había dado en Colombia un combate de posiciones, con guerrilleros enterrados en trincheras soportando una lluvia continuada de artillería y ataques de helicópteros. Resulta paradójico que la batalla más larga, y con consecuencias militares más serias, de los últimos veinte años de guerra anti-guerrilla se haya dado durante la tregua. Y por añadidura en presencia, y casi que con el arbitraje, de la Comisión de Paz.
Además, si el Corinto del M-19 sigue igual, por su lado el EPL advirtió el diez de enero que está al borde de presentarse un "nuevo Corinto" en su propia zona de influencia del suroeste antioqueño, entre Riosucio y Jardín. Allí, según afirmó en rueda de prensa clandestina el dirigente del EPL Oscar William Calvo, tropas de la IV y VII Brigadas han empezado a tender un cerco a un campamento del grupo guerrillero. En opinión de Calvo, la tregua con su grupo podría no aguantar hasta fin de mes. Y para redondear esta cadena de sobresaltos de orden público, apenas cinco días antes fuerzas combinadas del Frente Ricardo Franco (disidente de las FARC), y la Brigada Indígena Quintin Lame habían asaltado la segunda ciudad del Cauca, Santander de Quilichao, dejando heridos a 16 civiles (entre ellos cuatro niños y una mujer), a un policía y a dos guardianes de la cárcel.