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De izquierda a derecha, el director de la Dian, Juan Ricardo Ortega; la secretaria general del Ministerio, Diana Vivas; el viceministro técnico de Hacienda, Rodrigo Suescún; el superintendente financiero, Gerardo Hernández; el director de Crédito Público, Germán Arce; la directora de Regulación Financiera del Ministerio, Ana Fernanda Maiguashca, el viceministro general de Hacienda, Bruce Mac Master, y el ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri.

FINANZAS PÚBLICAS

Los tapafugas

El Ministerio de Hacienda incrementó en más de cuatro billones de pesos el recaudo de impuestos al año, con solo cerrar fisuras en la ley. Un inusual equipo de funcionarios, en el cual se mezcla la experiencia del sector privado, la academia y la tecnocracia, es la clave de este logro tributario.

19 de febrero de 2011

Todo gobierno que comienza tiene la sensación de que le dejaron la olla raspada en materia de finanzas públicas. De ahí que la mayoría se inventa grandes revolcones, como costosas reformas tributarias, que pocas veces salen adelante según lo planeado, tienen un alto costo político y no logran aumentar de forma suficiente los recaudos. El gobierno de Juan Manuel Santos parece haber encontrado una fórmula diferente. En un trabajo de fina cirugía, un equipo de siete altos funcionarios liderado por el ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, se puso a la tarea de examinar aspectos micro de la política financiera y por esta vía tapar los huecos por los que se estaban yendo cuantiosos recursos del erario.

En pocos meses, este grupo redactó nuevos incisos y artículos en las leyes tributarias que fueron aprobadas en diciembre en el Congreso y encontró la clave para contener la evasión del impuesto del 4 por mil y del impuesto al patrimonio, revisó los contratos de estabilidad, tomó medidas que influyeron sobre la tasa de cambio y descubrió cómo algunos empresarios sacaban provecho de la disminución y devolución del impuesto a las ventas, entre otras medidas.

Estas reformas, según los cálculos que han hecho, le significarán al erario disponer de al menos cuatro billones de pesos al año.

De este equipo de guardianes del tesoro hacen parte los dos viceministros de Hacienda, Rodrigo Suescún y Bruce Mac Master; el director de la Dian, Juan Ricardo Ortega; el superintendente financiero, Gerardo Hernández; el director de Crédito Público, Germán Arce; la directora de Regulación Financiera del Ministerio, Ana Fernanda Maiguashca, y la secretaria general, Diana Vivas.

Una de las claves ha estado en que este grupo tiene orígenes muy distintos: algunos, funcionarios curtidos en el tejemaneje del Estado y otros, expertos en temas financieros del sector privado. Y así lo dejó claro el ministro Juan Carlos Echeverry en una reunión con algunos de ellos cuando debatían cómo hacer ajustes para lograr mayores recaudos: "Esta mesa está muy completa porque tiene, a un lado, las dos personas que en los últimos 15 años le han metido más regulaciones al sistema financiero y, al otro lado, a las dos personas que más le han mamado gallo a todas esas regulaciones".

Y es cierto. Algunos de ellos, en algún momento, diseñaron estrategias de 'eficiencias tributarias', que no es más que una suerte de eufemismo que utilizan grandes poseedores de capital para ver por dónde le pueden hacer el quite de manera legal a la ley. Pero ya, en su papel de guardianes del erario, se pusieron a la tarea de sellar esas fisuras que antes, en el sector privado, les fueron beneficiosas.

Por ejemplo, cuando se pusieron a revisar qué afectaba la tasa de cambio, identificaron un patrón según el cual algunas empresas, para eludir el pago de renta, adquirían préstamos en el exterior, los cuales son exentos de retención. Por ejemplo, revisaron el caso de una compañía que nunca pagaba este impuesto, pues todo lo que producía se le iba en pagar deudas en bancos en Islas Caimán, pero a la postre el dinero terminaba llegando a las arcas de la misma empresa y de sus socios en el extranjero. No solo eludía el pago del impuesto sino que con la compra de dólares y la salida de la divisa del país provocaba un impacto sobre la tasa de cambio.

Para detectar esta tipología, fue clave la combinación del conocimiento de Arce, quien tiene más de 18 años de experiencia en el sistema financiero y en el mercado de capitales, y el conocimiento de Hernández y Maiguashca, que también tenían más de una década dictando políticas públicas para estos mercados desde el Banco de la República. Por esta vía, además de los ahorros, se logró disminuir la velocidad a la que el peso se estaba revaluando.

En el caso de Juan Ricardo Ortega, su experiencia con el recaudo de impuestos en Bogotá sirvió para lograr medidas que controlen la evasión que había del impuesto predial. También sirvió para frenar los pagos que el país les hacía a empresas ficticias que simulaban exportaciones, en especial a Venezuela, y por esta vía obtenían devoluciones de impuestos sobre materias primas que no existían.

Otro modo de evadir el pago de tributos al que le pusieron freno fue al de las empresas que dividían su patrimonio en varias filiales de los mismos accionistas con el fin de evitar el pago al impuesto al patrimonio. Algo similar encontraron con empresas que participaban masivamente en la bolsa y que, como consecuencia, estaban presionando al alza su valor. Para ello fueron vitales la experiencia del viceministro Suescún en investigaciones académicas, el razonamiento jurídico de la secretaria general Vivas y la trayectoria del viceministro Mac Master, reconocido banquero de inversión especializado en macroproyectos.

Todos ellos también fueron decisivos para impedir que continuara la masiva elusión del 4 por mil, cuando las compañías se sobregiraban o adquirían créditos con los que pagaban directamente a sus proveedores, aprovechando las exenciones que tenían ese tipo de transacciones. Y para contener otros manejos de apariencia legal, pero cuyo fin último era defraudar al erario.

Pese a que estos mosqueteros tienen claro que no son los más populares entre los empresarios, que ya están protestando por estos ajustes recién aprobados a finales del año, los miembros de este equipo coinciden en decir que cada vez hay más conciencia de la importancia de esta clase de medidas. Por ejemplo, en el sector financiero les dicen que lo único que piden es que las reglas del juego sean iguales para todo el mundo. "Hay discusiones muy maduras con ellos, en donde reconocen que ya se acabó la época de hacer negocios aprovechando los vacíos tributarios", dice uno de ellos.

Pero su trabajo no terminó con la reforma que pasó. Ya adelantan una segunda etapa en la que esperan recaudar una cifra equivalente a la que ya lograron para el fisco, esta vez a través de la nivelación de las retenciones en la fuente por sector. Ya comenzaron con el sector minero, donde les subieron a los que tienen pocas retenciones y les bajaron a los que las tenían en exceso.

Para este grupo, los vasos comunicantes con el sector privado le permiten identificar por dónde se están diseñando nuevas "fórmulas creativas", como dice el ministro Echeverry, para sacarle el cuerpo a la norma y así tomar ellos la delantera para aplicar lo que denomina "la persuasión moral". Algo en lo que sin duda este equipo ya viene haciendo una diferencia. n