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Loving Pablo

Virginia Vallejo no sólo amó a Escobar. También a Miguel Rodríguez Orejuela. Pero no se sabe si de lo segundo también les hablará a las autoridades norteamericanas.

22 de julio de 2006

El mundo del narcotrá-fico, que es una novela sin fin, acaba de llegar a uno de sus más espectaculares capítulos: la amante del capo. Y no cualquier amante. Una de las más famosas divas del final del siglo XX, vedette de la televisión y princesa de la farándula en los 80. La unión de los nombres de Pablo Escobar y Virginia Vallejo es una combinación explosiva. Mucho se ha dicho y escrito sobre el jefe del cartel de Medellín, pero nada tan emocionante como esto. ¿Cómo llegó Virginia Vallejo a esta situación? Según ella, cuando, el 7 de julio pasado vio la primera página del periódico El Tiempo titulada 'Así se defendió 6,5 horas Santofimio', con una foto del ex dirigente liberal con anteojos caídos en sus narices, denunciando a la familia Galán y a sus acusadores, ya no pudo más. Su conciencia le exigió reaccionar y decidió presentarse ante la Fiscalía para dar un testimonio de lo que sabía.

Llamó en ese momento al periodista del Miami Herald Gonzalo Guillén, quien viene asesorándola desde hace varios meses sobre un libro que piensa escribir sobre su vida. Guillén llamó a Antonio Galán, hermano del asesinado líder del Nuevo Liberalismo, quien se desconcertó con la noticia, pero la recibió gratamente. La familia Galán no tenía a Virginia en el radar y estaba algo preocupada por la posibilidad de que Alberto Santofimio, a punta de oratoria, pudiera enredar el juicio a su favor. Tanto que la Procuraduría, que inicialmente le había solicitado a la Fiscalía llamar a juicio al político tolimense, después de estudiar el acerbo probatorio había pedido la exoneración de Santofimio. En estas circunstancias, un testimonio nuevo, que corroborara las denuncias de 'Popeye' y que no provenía de un miembro de la mafia sino de una figura conocida, tenía sabor a prueba reina.

Y sin duda alguna lo que quería decir Virginia coincidía con las denuncias del lugarteniente de Escobar. Con la legitimidad que le otorgaba a la ex presentadora confesar que había sido la amante del jefe del cartel de Medellín, reveló haber escuchado de labios de Santofimio las mismas frases que 'Popeye' le había oído decir: "Que debía matar a Luis Carlos Galán".

La Fiscalía inicialmente no le paró muchas bolas al asunto. Por un lado, ya se había cerrado la etapa para aportar pruebas al proceso, y por el otro, todos los días ese organismo recibe llamadas de gente que dice tener información clave sobre asuntos como el paradero del 'Mono Jojoy', sobre la guaca de los soldados o la masacre de Jamundí y generalmente es una información que no desemboca en nada. Además, Vallejo al solicitar la cita sólo dijo que quería hablar sobre lo que había vivido al lado del capo de la mafia, pero jamás mencionó los jugosísimos detalles que después revelaría.

Inmediatamente todo el mundo se hizo una pregunta: ¿por qué Virginia nunca había suministrado ese testimonio en los veintipico de años que han transcurrido desde que era amante de Escobar, o en los 13 años desde su muerte, o en los meses recientes del juicio de Santofimio? La respuesta de la diva fue relativamente convincente: casi todos los protagonistas de esos episodios fueron asesinados. Ella estaba viva gracias a su silencio. Y en cuanto al retraso en presentarse a la Fiscalía durante el proceso, tenía entendido que había 44 días más de plazo por cuenta de una presentación de Roberto Escobar, hermano de Pablo, que estaba pendiente. Pero súbitamente se desestimó al testigo, se cerró la etapa de audiencia pública y la dejaron en el aire.

Ante la negativa del Fiscal de recibirla, Virginia soltó su bomba en el Miami Herald. Y la bomba fue atómica. La Fiscalía se encontró súbitamente en una situación incomprensible para la opinión pública: ¿cómo era posible que no se tuviera en cuenta semejante testimonio en el juicio de Santofimio? La respuesta a esta pregunta, en términos jurídicos, era contundente: ya se había cerrado la etapa probatoria y el caso estaba en manos de un juez que tenía que fallar.

Esta explicación, sin embargo, no era satisfactoria para el ciudadano común y corriente, quien no entiende de tecnicismos jurídicos. Ante esta situación, la Fiscalía, que había pedido la condena de Santofimio, no podía exponerse a dar la impresión de ignorar un testimonio para favorecer al acusado. Por esto tuvo que recoger velas. Cambiando el tono de su discurso, el fiscal Mario Iguarán comenzó a darle importancia a Virginia, abrió una investigación preliminar, envió su testimonio al juez del caso y les pidió ayuda a las autoridades norteamericanas para que la sacaran del país y le dieran protección.

Por otra parte, la Procuraduría, que había pedido la exoneración de Santofimio, consideró que Vallejo debió haber sido arrestada inmediatamente después de presentar su testimonio. Si tenía información de asesinatos que iban a tener lugar y no los había denunciado ante las autoridades, era cómplice de esos crímenes. Este argumento, sin embargo, era más político que jurídico. Nadie en Colombia puede ser detenido a menos que tenga una orden de captura o sea sorprendido en flagrancia cometiendo un delito. Además, la supuesta complicidad de Virginia en el asesinato de Galán, por haber sucedido hace 16 años, habría prescrito, pues ella nunca fue vinculada a la investigación. Por esto, la posición de Edgardo Maya, a pesar de haber causado un impacto, no podía prosperar judicialmente. De hacerlo, desembocaría en el absurdo de que la Procuraduría pidiera la libertad para Santofimio y cárcel para Virginia.

En todo caso, en medio de la polémica jurídica y de la chismografía nacional, el martes en la mañana Virginia Vallejo, rodeada de guardaespaldas, elegantísima con anteojos negros y uno de sus legendarios sombreros, abordó un avión de la DEA que la transportó a Estados Unidos. La embajada norteamericana, por su parte, emitió un comunicado en el cual dejaba saber que era posible su participación en algunos procesos jurídicos que estaban pendientes con la justicia norteamericana.

Para la opinión pública lo bueno apenas comenzaba. Virginia Vallejo iba a encender el ventilador y revelaría todas las intimidades del mundo de Pablo Escobar. Algo parecido a lo que había hecho Santiago Medina con el cartel de Cali. Entre las especulaciones sobre el tema se ha dicho que después de que hable Virginia podría ingresar al denominado Witness Protection Program, que es el mecanismo que utiliza el gobierno de Estados Unidos para proteger a los testigos clave en los casos de la mafia. Se les cambia de identidad e inician una vida nueva, anónima, en algún lugar remoto del territorio norteamericano. De llegarse hasta allá, Virginia Vallejo podría acabar en una ciudad como Tucson, Arizona, con un pasaporte mexicano, un nombre nuevo y un cheque mensual en dólares.

Hay, sin embargo, unas etapas que anteceden a todo ese proceso. En los próximos días será sometida a lo que los norteamericanos llaman debriefing. Este es un interrogatorio exhaustivo en el cual el testigo tiene que contar lo que sabe. Suspicaces funcionarios de la DEA verifican que esa información sea veraz y evalúan su utilidad jurídica. Ahí se decide si se justifica una aparición en un juicio o si la información da lugar a un encausamiento contra algún delincuente que tenga un proceso en curso.

No hay duda de que Virginia Vallejo tiene en su hoja de vida una serie de experiencias que dan lugar a un gran interés. Lo que podría ser el dato más espectacular aún no ha salido a la luz pública: después de ser amante de Pablo Escobar, fue amante de Miguel Rodríguez Orejuela. Esa información no era un secreto ni entre las personas a las cuales les hacia confidencias, ni en los círculos bien informados de Cali. Algunos creen que algo tuvo que ver todo eso con la guerra que se desató entre los carteles.

No está totalmente claro por qué confesó lo primero y no lo segundo. Sobre todo si se tiene en cuenta que Pablo Escobar es historia patria y los Rodríguez Orejuela están siendo procesados en este momento. Los norteamericanos son ante todo pragmáticos, y episodios de corrupción política de 1983 y 1984, que es la época en que Virginia andaba con Escobar, no son de mucho interés para las autoridades de ese país. Sin embargo, cualquier información sobre el cartel de Cali es del mayor interés en este momento.

Nadie tiene conocimiento exacto de en qué fecha termina un romance y comienza el otro. Ella conoció a Pablo Escobar en 1982. Y durante todo el 83 y buena parte del 84 participó públicamente en los foros que el capo promovía contra la extradición. Durante buena parte de ese tiempo, Pablo Escobar era parlamentario, se movía libremente tanto en el país como en el exterior. Virginia les hacía publicidad a sus obras benéficas y lo ayudaba con los medios. Su fortuna despertaba muchas sospechas, pero antes del baño de sangre que produjo el narcotráfico, los narcos pasaban más por nuevos ricos que por asesinos.

Incluso ellos justificaban sus fortunas públicamente refiriéndose a ellas como "las bonanzas". Cuando Yamid Amat dirigía el programa radial de Caracol 6 a.m. 9 a.m. se apuntó dos grandes chivas entrevistando a Carlos Lehder y a Pablo Escobar sobre el tema. La entrevista de este último fue tramitada a través de Virginia Vallejo.

Sin embargo, toda esta tolerancia se acabó el 30 de abril de 1984 con el asesinato de Rodrigo Lara. Ese día los narcotraficantes pasaron de nuevos ricos a asesinos e incluso a terroristas. Belisario Betancur, quien se oponía a la extradición, la revivió. Y Escobar se convirtió en el delincuente más buscado en la historia de Colombia. Entró en la clandestinidad y durante los siguientes ocho años le declaró la guerra al Estado, sembró el terror a diestra y siniestra y produjo un baño de sangre nacional. Sólo cuando se entregó en la cárcel de La Catedral se le volvió a ver la cara.

Son muy pocas las personas que tenían acceso al jefe del cartel de Medellín en los días de la clandestinidad después del asesinato de Lara, en el 84. En su declaración al Miami Herald, la diva dijo : "En múltiples oportunidades oí a Santofimio insistirle a Pablo que debía matar a Galán. Eso lo supe por primera vez en el 84. Lo volví a oír en el 85 y Pablo me lo reconfirmó en el 87". Estas fechas han desconcertado a sus allegados. Estos consideran que Virginia era capaz de descrestarse y tener un romance con el parlamentario que tenía aviones, helicópteros y zoológico, pero no con el mayor asesino de la historia que mataba policías, jueces, periodistas, ministros y candidatos a la Presidencia.

Todas las personas cercanas a ella consultadas por SEMANA afirmaron que creían que la relación con Escobar se había terminado con la llegada del terrorismo y que no la veían arriesgando su vida en citas clandestinas en las montañas de Antioquia para verse con el capo. Como ella misma lo dice en el Miami Herald, sería como reunirse hoy con Osama Ben Laden.

Sobre la relación con Miguel Rodríguez no se sabe exactamente cuándo comenzó. A diferencia de la de Escobar, la cual tuvo una época en que se mostraban públicamente, con el jefe del cartel de Cali nunca se dejó ver. Se sabía que iba permanentemente a la capital vallecaucana, pero no se les veía en restaurantes o en sitios públicos, ni siquiera en la época en que los Rodríguez circulaban libremente.

A mediados de 1988, Pablo Escobar ordenó un atentado contra Miguel en Ciudad Jardín. Este salió ileso, pues el carro bomba explotó segundos antes de que pasara el jefe del cartel de Cali. A Virginia le tocó vivir estos episodios iniciales de la guerra de los carteles. Durante una estadía en Los Ángeles, en ese mismo año, desconcertó a sus acompañantes cuando, al recibir una llamada en la que le contaban que algo le había sucedido a Miguel, colapsó en llanto. Si, según ella, su último contacto con Escobar fue en el 87 y el incidente en Los Ángeles fue en el 88, sólo habría transcurrido un año entre los dos episodios. Teniendo en cuenta que la mayor traición entre los carteles es cambiar de bando tenía toda la razón Virginia en quedarse callada todos estos años.

Del reportaje del Miami Herald queda claro que piensa declarar contra Santofimio. Como este tema no le interesa a Estados Unidos, es de suponer que el grueso de la información que ofrecerá allá será sobre intimidades del cartel de Medellín en años 80. No parece tenerle rencor a Escobar, a quien comparó con Simón Bolívar y quien, según ella misma, la hizo sentir como Manuelita o Evita Perón en la giras que hicieron. Como el nombre de Miguel Rodríguez ha sido omitido totalmente por ella en sus declaraciones, no hay indicios de que piense referirse a este capítulo.

Sin embargo, aunque dijera todo lo que sabe sobre los dos carteles, no salta a la vista cuál es la información que pudiera interesarles a las autoridades norteamericanas. Se pensaría que los narcotraficantes no discuten con sus amantes detalles sobre embarques o asesinatos. Probablemente la crónica será más bien sobre las relaciones con la clase política, o incluso con la clase empresarial en los 80. Esa, que es el tipo de información al cual podría tener acceso la amante de un capo, no es particularmente importante para las autoridades norteamericanas. Que Pablo Escobar les girara 30 ó 40 millones a tales o tales parlamentarios hace 20 años no es una información que clasifique para el Witness Protection Program. Que haya sobornado a toda la Policía de Medellín, tampoco.

Los gringos son ante todo pragmáticos y no les interesan datos históricos, sino información que tenga alguna vigencia como nombres de narcotraficantes, de rutas y de embarques. Y es de suponer que esos no son temas de alcoba.

A esto se suma otro problema. A la justicia norteamericana sólo le interesa información sobre delitos posteriores a 1997, que es la única que podría ser utilizada contra personas extraditadas. Datos reveladores con anterioridad a esa fecha no pueden ser tenidos en cuenta judicialmente desde cuando la Carta modificó la prohibición de extraditar. Toda la información que puede tener Virginia Vallejo es anterior al 97. Sus vivencias en el mundo del cartel de Medellín o en el cartel de Cali fueron de los 80.

Por lo tanto, las consecuencias concretas del 'Virginiazo' de la semana pasada son dos: el testimonio contra Alberto Santofimio y un futuro libro sobre la vida de la diva. La declaración contra el ex parlamentario tolimense, sin duda alguna, le hace daño. La afirmación de que desde 1983 Santofimio presionaba a Escobar para matar a Galán coincide con el testimonio de 'Popeye'. Parecen ser declaraciones independientes y no coordinadas en forma alguna. Aunque es difícil condenar a una persona con base exclusivamente en testimonios, no hay duda de que dos pesan más que uno.

En lo que se refiere al libro, se anticipa que será todo un éxito. Todos esos detalles de corrupción política y de nexos entre el narcotráfico y el establecimiento que ya no les interesan a los gringos todavía obsesionan a los colombianos. Si a esto se suma la vida amorosa de Virginia por fuera de los carteles, la cosa es todavía mejor. Ha tenido matrimonios, romances y aventuras con personajes tan diversos como un lord inglés, un billonario venezolano, un conde alemán y el último conocido: un multimillonario americano cudrapléjico que se encuentra recluido en un hospital en la Florida. Esto, sin mencionar sus amores criollos que, aunque locales, son del mismo nivel.

Por todo lo anterior, es de suponer que después de que las autoridades norteamericanas hayan terminado su interrogatorio exhaustivo a Virginia, el interés por ella va a disminuir considerablemente. Lo más probable es que no habrá Witness Protection Program, ni cambio de pasaporte, ni cheque mensual. También se puede anticipar que la información que suministre no producirá ningún encausamiento judicial. Anticipando esta posibilidad, la embajada norteamericana aclara, por ahora en privado, que no hay asilo, ni protección de testigos. Que se limitó a hacer una gestión de buena voluntad por solicitud de la Fiscalía al transportarla a los Estados Unidos y darle protección transitoria.

La pregunta lógica entonces es: ¿por qué se destapó Virginia? Confesar públicamente ser amante de Pablo Escobar es un suicidio social. Virginia Vallejo es una mujer inteligente, como lo demostró en la impecable entrevista radial que dio la semana pasada. ¿Qué espera sacar de todo esto? Las personas cercanas a ella consultadas por SEMANA coinciden en una interpretación: aparentemente su vida había llegado a una encrucijada muy difícil. Después de ser el símbolo sexual de toda una generación, se aisló voluntariamente en forma total hace aproximadamente 10 años. Todas sus íntimas amigas dejaron de verla en ese momento. Su familia entera también rompió relaciones con ella. La considera paranoica y fantasiosa. Ninguno de sus hermanos la trata.

Incluso ha llegado al extremo de intentar suicidarse. En una ocasión protagonizó un dramático episodio, cuando trató de ahogarse y tuvo que ser rescatada del mar en las Islas del Rosario. Recientemente, por circunstancias económicas, ella quien toda la vida había vivido sola, tuvo que trastearse al apartamento de su madre, con quien tampoco se entiende. Se podría decir, sin exagerar, que en la última década ha tenido muy poco contacto con la humanidad.

Hace poco le anunció a un allegado lo que pensaba hacer, en los siguientes términos: "Mi familia no me trata, la sociedad me rechaza, estoy quebrada y me estoy quedando ciega. Yo hago esto porque ya no tengo nada que perder". Acaba de ser 'tumbada' en 250.000 dólares por unos mormones norteamericanos que la metieron en uno de esos juegos de pirámide en que embaucan a la gente. Su única obsesión en este momento es demandarlos y recuperar ese dinero. Esto no es fácil, pues no cuenta con los recursos económicos para pagar los abogados. Seguramente en su interrogatorio en Estados Unidos planteará este problema y pedirá ayuda. No se sabe cuál será la respuesta del gobierno norteamericano, pues entre sus funciones no está la de resolver pleitos entre particulares.

La historia de Virginia Vallejo es la historia de Colombia de los últimos 30 años: increíble, frenética y trágica. De la irresistible diva de los 80 que encarnaba a una sociedad cínica y permisiva con la mafia, pasamos al ocaso de una mujer desesperada y a un país que sigue sufriendo los coletazos del narcotráfico.

Ante esta realidad, lo único que le queda es el libro. Esto puede ser en el fondo lo que la llevó a soltar la bomba de la semana pasada. Si el libro se llega a vender en inglés, le podría entrar un dinero. Pero esto tampoco es fácil. Lo que interesa a los lectores colombianos no necesariamente les interesa a los lectores gringos. En todo caso, si lo logra, ya se sabe cuál será el título:
Loving Pablo.