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LUCES, CAMARA... FUEGO

El Ejército está empeñado en convencer a los medios internacionales de su seriedad en <BR>materia de derechos humanos. Y parece que lo está logrando.

25 de octubre de 1999

Suenan explosiones, traquetean los fusiles y sobrevuelan helicópteros. Un hombre, con un
brazalete que dice Farc, cae al suelo mientras que miembros del Ejército Nacional salen de los arbustos y
aseguran el lugar. No se trata de una batalla más de la guerra que todos los días desangra al país. Se trata
de una curiosa estrategia de comunicaciones del Ejército de Colombia. Y la escena ha sido repetida en
varias ocasiones para que la observen corresponsales de medios internacionales de la talla del
Washington Post, AP, NBC News, Miami Herald, Radio Netherland, ABC News, Houston Chronicle, etc. La
lista es larga y sigue creciendo.Todo esto no es otra cosa que una demostración del entrenamiento que en
materia de derechos humanos ha impuesto el Ejército a todos los oficiales y suboficiales en curso de ascenso,
en total a 90 por ciento de las tropas que hacen labores en el campo de batalla. Este se lleva a cabo en la
base de Tolemaida, en Melgar.Las balas, por supuesto, son de salva, al igual que las minas quiebrapatas. El
espectáculo incluye heridos y sangre, mujeres y niños de la población civil y hasta miembros de la Cruz
Roja. Se desarrolla en 10 escenas, que forman parte de una pista por la que debe pasar todo soldado que
pretenda aprobar el curso de entrenamiento. Los 'actores' son los mismos militares y también se incluye a los
hijos e hijas de éstos que estudian en el colegio de la base para darle realismo. Los periodistas van siguiendo
a un piquete de soldados que avanzan de prueba en prueba. De pronto un militar se acerca a un campesino
para quitarle el reloj y uno de sus compañeros le dice a grito tendido: "No, Rodríguez, no haga eso,
acuérdese que tenemos que respetar a la población civil y sus bienes". Y así sucesivamente.A pesar de que
hay cierta dosis de folclor en todo esto lo cierto es que los resultados en materia de imagen a nivel
internacional no se han hecho esperar. Ya varios medios foráneos, entre ellos el Washington Post, han
publicado artículos bastante positivos para el Ejército luego de que sus corresponsales pasaran por la pista de
derechos humanos de Tolemaida. Lo anterior se debe a que pocas personas, incluso los corresponsales de
guerra, saben que inspeccionar una vivienda sin orden de un juez es una violación, o que pasar la noche en la
iglesia del pueblo, en vez de hacerlo al descampado, también lo es. O que un guerrillero capturado en
flagrancia debe ser llevado antes de 36 horas a órdenes de un fiscal o tiene que ser liberado de inmediato.
Cumplir con estas y cientos de normas más en medio de balas, morteros y bombas es toda una hazaña.
Pero quizá lo que más impresiona a los extranjeros es oír a soldados colombianos recitar a grito herido y de
memoria todos los derechos que tienen los subversivos capturados en combate.No sólo 'show'Aunque hay
mucho de pantalla en lo que se está haciendo con los periodistas extranjeros en Tolemaida, en realidad esa
clase de entrenamiento ha demostrado una sorprendente eficacia. Es lo que los sicólogos llaman 'pedagogía
de aprender haciendo'. Se basa en el proceso de condicionar a los soldados, dándoles los argumentos para
contenerse unos a otros en caso de que un episodio similar se presente en el campo de batalla. Por eso el
entrenamiento está diseñado con base en un archivo que está en poder del Ejército, en el cual hay un registro
de todas las violaciones cometidas en el pasado, para tratar de cubrir la mayor variedad de situaciones que
se puedan presentar.Esta preparación, que se lleva a cabo en 18 centros de reentrenamiento con pistas
similares en todo el país, consta de 100 horas de teoría y 20 de trabajo experiencial en la pista. Cada
recorrido toma 35 minutos, lo que significa que hay muchas oportunidades de poner a prueba al soldado. El
que se raje no puede volver a la zona de guerra. Y las cifras respaldan la validez de este tipo de
entrenamiento, al que se está sometiendo también la Policía y demás fuerzas. Según las ONG internacionales,
en 1993 un 54 por ciento de las violaciones de derechos humanos eran cometidas por agentes del Estado. En
1998 la cifra fue de sólo 3 por ciento. Si la tendencia del primer semestre de 1999 se mantiene la cifra de
este año sería inferior a 2 por ciento. Hoy en día todos los soldados colombianos cargan en su bolsillo una
cartilla en la que se enumeran explícitamente las violaciones de derechos humanos y lo que se puede y no se
puede hacer. Los textos, aunque bastante explícitos, son de una contundencia militar: "Al enemigo que se
rinde se le debe respetar la vida. Si lo matamos, si lo eliminamos, si lo fondeamos, si lo quebramos, si lo
colgamos, si lo hacemos muñeco, además de infringir el DIH también violamos la ley penal y o penal militar
según el caso". A buen entendedor, pocas palabras.