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Luces y sombras

Mientras gobierno y ELN acercan sus posiciones para la creación de la zona de Encuentro, Castaño se endurece

5 de febrero de 2001

Cuando el país estaba de vacaciones se produjeron algunos de los hechos más trascendentales en la búsqueda de la paz con el ELN: la liberación de 42 soldados y policías por parte del grupo insurgente, la firma de un preacuerdo con las condiciones para la Convención Nacional y varios mensajes cruzados con el gobierno, en los que se destaca la seriedad del proceso. Estos gestos indican que en esta ocasión las partes han metido el acelerador y que las cosas van viento en popa. En vísperas de Navidad, el 23 de diciembre, fueron liberados simultáneamente militares, policías y agentes del DAS. Uno a uno, con camisetas blancas, salieron de las frondosas montañas de Convención (Norte de Santander) al abrazo con sus seres queridos. “Es un gesto para crear confianza y avanzar”, dijo aquel día desde La Habana el comandante Antonio García. Y es, en efecto, un generoso gesto de paz que contrasta con la arrogancia de las Farc pero que pasó casi inadvertido ante la opinión debido a las vacaciones navideñas. El viernes de la semana pasada Pablo Beltrán anunció más: “Ahora se liberará a otros en la Sierra Nevada y en el sur del país”. Horas después, y tras terminar una convulsionada semana, el alto comisionado para la paz, Camilo Gómez, exhibió una sonrisa al entregar su parte sobre el desarrollo del proceso con esta organización alzada en armas: “Vamos bien, estamos muy optimistas”. Igual piensa Beltrán: “Hemos aceptado la verificación internacional y nacional para la Convención Nacional que debe realizarse este año”. Pero en Colombia se ha demostrado que las cosas no se mueven a punta de optimismo sino de hechos y realidades. Y algo va de la creciente empatía y comunicación entre el gobierno y el ELN al exitoso desenlace de la zona de Encuentro para este grupo subversivo. Al primero que no le gusta la idea es a Carlos Castaño, comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quien se vino lanza en ristre contra el proceso. Su más sonada demostración de fuerza fue el atentado contra el presidente de Fenaltrase, Wilson Borja, hombre que apoya sin reservas el proceso con el ELN. “Ese era el golpe de fin de año en respuesta a los avances con el ELN”, dijo el sindicalista antes de salir del país el pasado martes . Borja salió simultáneamente con Luis Eduardo Garzón, quien también tuvo que buscar refugio ante las amenazas que le cobraban su defensa del proceso con el ELN. En los días previos había partido Alejo Vargas Velásquez, uno de los investigadores sociales que mejor conoce el tema del ELN. Castaño, sin embargo, no paró ahí. Y en momentos en que Horacio Serpa más duro levantaba el tono de voz para criticar a las Farc por el asesinato de Diego Turbay Cote le llegó una amenaza de Castaño, en la que lo acusaba de guardar silencio frente a los hechos de los elenos. Algunos de estos hombres, en privado o en público, han señalado a Castaño como el más grande obstáculo para que la paz con el ELN sea una realidad. Pero no es sólo Castaño. Gran parte de los habitantes del sur de Bolívar han manifestado su desacuerdo. No porque todos sean paramilitares o que actúen bajo la férula de Castaño (aunque algunos sí lo puedan hacer) sino porque ven con temor que se repita en esa región el experimento del Caguán. Es decir, en esta película no sólo hay dos protagonistas sino cuatro. Y hasta ahora dos se están poniendo de acuerdo.