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"A ella no le gustaba jugar; era muy dedicada al estudio": mamá de Omayra

Habla la mamá de la niña que se convirtió en el símbolo de Armero, la peor tragedia natural por la que ha pasado Colombia.

13 de noviembre de 2015

A María Aleida Garzón todavía le duele el alma. Han pasado 30 años desde cuando ocurrió la tragedia que borró por completo del mapa Armero y pese al tiempo, no logra recuperarse de aquel fatídico momento que le arrebató a su esposo, su madre, su hermana, una sobrina y su hija.

De la catástrofe de Armero, tragada por el lodo en 1985, queda la mirada de Omayra Sánchez, su hija, cuya agonía fue registrada por los medios del mundo entero, aunque las ruinas de esta próspera ciudad se hundan hoy en el olvido.

"La gente no sabe qué fue lo que yo sentí en ese momento. No saben cómo estaba mi cabeza", recuerda Aleida Garzón, quien para entonces se encontraba de vacaciones en la capital e ignoraba el peligro que corrían los suyos y que les costó la vida a más de 25.000 personas.

Se enteró de todo lo que pasaba en su pueblo gracias a los medios y lo que le contaba su hermano. "Supe de la muerte de ella cuando estaba en el hospital de la Misericordia en Bogotá", relata después de tres décadas a Caracol Radio.

Para muchos, Armero es Omayra. Su historia es símbolo de una de las catástrofes más graves por las que ha pasado el país. Este viernes, cuando se cumplen tres décadas y las heridas siguen abiertas, esta madre de 63 años espera reencontrarse con su hija. "He sido muy creyente. Ahora estoy entregada a Dios y pidiendo encontrarme con mi hija cuando muera".

La tragedia le quitó no sólo a su hija, sino también a su amiga. "Lo mejor es que fue mi hija y mi amiga y me defendía cuando hablaban mal de mí", dice.

Aleida Garzón la recuerda como una niña inteligente, interesada en el estudio y en aprender a bailar. “A Omayra le gustaba mucho el estudio, conmigo fue muy especial, con su hermano era la adoración de ella. Ella tenía sus muñecas, pero las ponía en la pared, no le gustaba jugar con muñecas y estaba dedicada a su estudio”, explicó.

Aunque los recuerdos siguen intactos, le dio otro rumbo a su vida. Volvió a casarse y de esa unión ahora tiene un hijo de 22 años. “Cuando pasó la tragedia me brindaron aquí en Bogotá trabajo y me la pasé trabajando, trabajando y trabajando hasta que salí pensionada”.

Al igual que su hijo, casi no le gustan que le pregunten, prefiere no pensar. De ahí que en la entrevista haya reiterado que después de los hechos se dedicó solamente a trabajar, "no quería saber nada de su pueblo".

Hace mucho no visita sus tierras. Lo único que espera es volver a ver a Omaira. Y es que en su cabeza aún hacen eco las palabras que le dedicó su hija cuando los rescatistas intentaban ayudarla.

"Mamá, si me escuchas, yo creo que sí, reza para que yo pueda caminar y esta gente me ayude", dijo Omayra atascada entre escombros.