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MANO DERECHA

Juan Hernández, el nuevo secretario general de la Presidencia de la República, es hoy más que un funcionario público. Es el mejor amigo detrás del trono presidencial.

28 de septiembre de 1998

El estilo presidencial de los últimos cuatro jefes de Estado ha estado marcado por el estilo personal de su secretario general de la Presidencia. Desde los tiempos de Virgilio Barco, cuando Germán Montoya monopolizaba los hilos del poder, pasando por el estoicismo ejecutivo de Fabio Villegas en los primeros años de César Gaviria y la habilidad en el manejo de las comunicaciones de Miguel Silva hacia el final del revolcón. Luego vendrían Juan Manuel Turbay, José Antonio Vargas Lleras y, finalmente, Juan Carlos Posada en la era Samper, quienes tuvieron un relativo bajo perfil en público pero fueron instrumentales en el manejo de la crisis política. Sin embargo en todos los gobiernos se ha cumplido la misma regla: el poder de un secretario general es directamente proporcional al nivel de confianza que le tenga el presidente. A menos que este gobierno sea la excepción, todo parece indicar que Juan Hernández, el nuevo secretario general de Pastrana, será uno de los más poderosos.
La amistad de Hernández con Pastrana se remonta a 1971, cuando el entonces hijo del presidente Misael Pastrana organizó las primeras caminatas en Bogotá. Allí se conocieron e ingresaron juntos a la universidad. "Eramos dos estudiantes más bien regulares, y nos encantaba combinar la seriedad del estudio con la diversión. Andrés Pastrana es un gran contador de chistes y nos gustaba hacer relajo y medirle el aceite a los profesores", recuerda Hernández. Organizaban largas jornadas de estudio en la víspera de los exámenes, pero siempre hacían un recreo a las tres de la mañana para resolver un crucigrama. "La mamá de Andrés, doña María Cristina, nos enseñó a hacer crucigramas porque era muy aficionada, y a las tres de la mañana nos llamábamos por teléfono para cruzarnos las respuestas. Eso es lo que más extraño de esa época. Ahora de vez en cuando en un avión de viaje a alguna parte, cogemos una revista y hacemos juntos el crucigrama".
Durante el primer reto político de Pastrana, la Alcaldía de Bogotá, Hernández fue su secretario de Gobierno. Recuerda como especialmente dura la etapa del narcoterrorismo en la ciudad, donde había hasta 15 atentados por día. Recibía llamadas de Andrés Pastrana a las 3:00 y 4:00 de la mañana todos los días, y en la Alcaldía se vivía un encierro permanente. "Recuerdo meses enteros en que comíamos solo pollo asado, porque cuando había un problema de orden público nos acuartelábamos en el Palacio Liévano y nadie podía salir".
Sin embargo hoy en día las llamadas a las 3:00 de la mañana son menos frecuentes. La oficina de Hernández está pegada a la del Presidente y los comunica una puerta que se abre permanentemente. Por allí circula Andrés Pastrana a lo largo del día, en sus momentos de irascibilidad y en los momentos de tranquilidad o alegría. "Como la oficina es al lado, no marca el teléfono sino que entra inmediatamente. Es muy amplio conmigo, pero también muy exigente. No es de las personas que se guarda las cosas que piensa, sino que las va soltando". Según Hernández, la mayor cualidad del Presidente es su intuición frente a los temas. "Se huele las cosas por anticipado y siempre llega a una conclusión distinta a la que uno tiene a simple vista".
Juan Hernández considera que su puesto consiste en ser el intérprete de las intenciones del Presidente, y en ocasiones adivinar qué es lo que quiere, para que los ministros y demás funcionarios entiendan hasta dónde tienen autonomía y hasta dónde tienen que consultar sus decisiones. Pero él mismo acepta que una de sus grandes funciones es prestarle compañía. "Al Presidente no le gusta la soledad, siempre tiene que estar cerca de alguien. Por eso fue muy dura la época de los narcocasetes, porque pasó de ser el hombre más visitado del país a una soledad extrema". Esto, según Hernández, le sirvió a Pastrana para saber quién era quién, pero a la vez alejarse del rencor y de la venganza. Para Juan Hernández, "esa es una de las grandes cosas que me ha enseñado".
Al compartir este tipo de vivencias ha ido madurando lo que hoy es la primera amistad de la Nación. Amistad que nació en la universidad y hoy es uno de los ejes centrales del poder presidencial en Palacio.