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Los ‘Emputados’ de María Jimena Duzán

En el texto se descubre a ocho personajes que en forma anónima han logrado movilizar a miles de personas a través de las redes sociales.

20 de febrero de 2014

La columnista María Jimena Duzán fue galardonada con el Premio de Periodismo Planeta en su decimoquinta edición, entregado este miércoles en Bogotá, por su libro 'Emputados', en el que descubre a ocho personajes que en forma anónima han logrado movilizar a miles de personas a través de las redes sociales.
 
Es un libro de interesantes entrevistas, en las que estas personas relatan en detalle cómo lograron hundir la polémica reforma a la justicia, la reforma a la educación educativa, y convocar a miles de campesinos de Boyacá y Cundinamarca en un paro que duró cerca de dos semanas.
 
Uno de los personajes entrevistados es la jueza María del Pilar Arango, quien lideró el movimiento que hundió la reforma a la justicia que beneficiaba a congresistas y a magistrados.
 
María del Pilar Arango fue la juez que orquestó la estrategia que terminó tumbando el orangután de la reforma judicial presentada por el Gobierno. Es Presidenta del Observatorio Permanente de la Justicia y de la Corporación de Jueces de Colombia.

María Jimena Duzán: ¿Cuándo vio usted que la tenían perdida, si no salían a protestar? 

María del Pilar Arango: Ese día no se me olvida. Yo estaba en el Congreso, con una compañera que era vicepresidente de la Corporación que yo presido, y le dije: Esta vaina está muy complicada, mire que todo el mundo viene a hacer lobby. Los magistrados de la Sala Disciplinaria de la Judicatura se movían como pez en el agua. Mientras ellos se veían en su ambiente, a nosotros nos tocaba entrar al recinto del Congreso por un contacto que teníamos adentro.

Recuerdo que mi amiga y yo estábamos sentadas en una silla. Me volteé y con una gran tristeza, dije: ‘mire, por un lado viene el de Asonal Judicial, por otro lado, el de los abogados. ¡Unámonos!… Hagamos una sola agremiación’. Acordamos hacer un almuerzo, pensando que no iba a ir nadie y resulta que aparecieron todos. Ahí nació el Observatorio. Lo creamos el 23 de noviembre del 2011. 

MJD: ¿Cómo hicieron para no terminar cooptados por los intereses que rodeaban la reforma?
 
MPA: Lo primero que le cuento es que nos tocó aprender a hacer lobby, cosa que nunca había hecho. La reforma estaba en trámite desde agosto y desde ese momento, como presidente de la Corporación de Jueces –soy juez civil del circuito de Bogotá–, me tocó aprender a hacer lobby, acto por demás indigno para los jueces. 

MJD: ¿Qué sintió yendo a mendigarles atención a los congresistas en sus oficinas?

MPA: Me sentía pordebajeada. Yo había ido a Argentina y a México y vi cómo mis colegas hacían política judicial, sin caer en la politiquería ni en el partidismo. Vi cómo eran escuchados de manera atenta y se les abría un espacio para evitar que tuvieran que ir de silla en silla. 

Precisamente fue un colega argentino quien me enseñó a dejar de tenerles miedo a los políticos. Su argumento fue contundente: cuando los congresistas presentan un proyecto de ley sobre la justicia, lo hacen sin saber del tema y sin pedirles la opinión a los jueces, fiscales o magistrados, me dijo. Y vaya si tenía razón. Ninguno sabía cómo funcionaba la justicia. Les dábamos sopa y seco.

MJD: Pero sin embargo no los tomaban en serio… 

MPA: Pues sí, eso es verdad. Las veces que fui con una colega, nos dijeron que entráramos a una sala antes de ingresar a la plenaria, pero cuando lo hicimos, nos echaron. Éramos muy románticas. 

MJD: ¿Cuáles eran los puntos álgidos de esa reforma que ustedes denunciaron sin encontrar eco en el Congreso?

MPA: Eran varias razones. Una era la privatización de la justicia, que se justificaba con la disculpa de la congestión. Con esa disculpa la reforma pretendía pasarles los procesos civiles a los notarios y conciliadores para que lo hicieran rápido, pero de paso cobraban a los deudores sus servicios en detrimento del ciudadano y en favor del sistema financiero. Al privatizar la justicia acababan con nosotros los jueces.

MJD: ¿Cuándo decidieron hacer una estrategia de medios? 

MPA: Fue todo un proceso. Luego de que creamos el Observatorio unidos, decidimos ir nuevamente al Congreso. Cada vez que podíamos pedíamos audiencia y nos daban la palabra al de Asonal, o a mí, para que habláramos cerca de 10 minutos. Uno echaba su historia, pero nuestros reparos a la reforma pasaban inadvertidos. Nadie nos prestaba atención. Los congresistas se salían, entraban, hablaban por teléfono… ¡un circo completo! Era tan ridículo, que uno se preguntaba para qué estaba ahí. 

El proyecto seguía avanzando. Veíamos con desespero que en cada debate, en cada sesión o comisión, el problema era más grande. Ya no era solo la privatización de la justicia, o la extensión del período de los magistrados, sino los beneficios a los congresistas. Esa fue la gota que rebosó la copa.

MJD: Se refiere al polémico artículo que proponía descuartizar la sala penal de la Corte Suprema de Justicia con el argumento de que había que darles doble instancia a los congresistas…

MPA: Sí, en efecto. Ese artículo pasó sin pena ni gloria, aunque es bueno tener presente que una de las pocas cosas en las que sí tenía razón la reforma era en crear la doble instancia para los congresistas, porque, gústenos o no, también tienen derecho; lo que no estaba bien era que para imponer la doble instancia se acabara prácticamente con la Sala Penal de la Corte. 

Se les ponían tantas cortapisas a la primera y a la segunda instancia, que más que un derecho lo que se les estaba dando era impunidad. Las cosas empeoraban a cada momento y ya íbamos para el octavo debate. Fue entonces cuando empezamos a denunciar ese trámite con un eslogan: la reforma que deforma la justicia. Decíamos que se trataba de una reforma política disfrazada de reforma a la justicia. Que no se estaba reformando la justicia: se estaba acabando con ella. Los congresistas la iban a aprobar para su propio beneficio. Era claro que estaban legislando para ellos mismos, para sus propios intereses. Muchos eran investigados por parapolítica, por acciones penales disciplinarias, o por pérdida de investidura. 

Ellos mismos fueron colgando los micos, suavecito, suavecito… hasta que lograron llegar al octavo debate. Sin embargo, cuando se supo que al día siguiente de aprobado el acto legislativo los abogados de los parapolíticos presos iban a pedir su libertad, las cosas empezaron a cambiar. 

MJD: ¿Esa posibilidad sí se desprendía de esa ley aprobada en el Congreso?

MPA: Sí, claro. En el texto aprobado no se hacía una salvaguarda en ese sentido. No se decía que los procesados que ya estaban en cárceles seguirían bajo la norma anterior. Ellos creyeron que con esta ley la parapolítica se iba a acabar y que iban a quedar libres. ¿Cuándo íbamos a ver un congresista otra vez en la cárcel? Creo que nunca. 

Esa era una de las razones por las que nosotros veníamos denunciando un claro conflicto de intereses. Y por eso es que hoy están investigando a 12 congresistas que participaron en la conciliación. Porque la gran mayoría votó a favor de ellos mismos, para quitarse todos los problemas judiciales de encima. 

Y para que las cosas no se les devolvieran, antes de aprobar esta reforma a la justicia, los congresistas dieron el visto bueno al acto legislativo mediante el cual podían votar sin lío alguno y donde el tema del conflicto de intereses quedaba chuleado a su favor. Eso sí era la impunidad absoluta. 

MJD: ¿Qué decían los congresistas cuando ustedes les planteaban todos estos interrogantes?

MPA: Los congresistas simplemente decían que con ese acto legislativo en firme no había conflicto de intereses. Y todos calladitos, porque podían votar. 

MJD: Sin embargo, lograron llevar este orangután hasta el octavo debate… 

MPA: Los congresistas estaban tan envalentonados, que en ese último debate el presidente Santos tuvo que mandar a su ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, para tranquilizarlos porque ya se oía el run run de que el proyecto estaba generando molestia en varios sectores. Todavía no se había llegado a la crisis total. 

Por eso el ministro salió a los medios de comunicación a decir que esta era una muy buena reforma. Yo lo veía por televisión y me provocaba ahorcarlo. ¿De dónde saca el Gobierno que esta es una reforma buena?, pensaba yo. 

MJD: ¿Cuándo cambiaron ustedes de estrategia?

MPA: Unos 15 días antes del octavo debate estábamos muy preocupados porque sentíamos que nuestra tarea era como arar en el desierto. Entonces los que siempre estábamos en el Observatorio decidimos ir hasta el final y dejar todo tipo de constancias. 

‘Vamos a luchar hasta lo imposible’, dijimos. Sabíamos que al frente estaba un monstruo y que nosotros éramos tres pobres bobos contra un monstruo de siete cabezas. En un momento determinado me dije: ‘No vamos a lograr nada, pero por lo menos vamos a dejar una constancia histórica para salvar nuestra responsabilidad’. Ya habíamos hecho dos plantones que fueron cogiendo fuerza, pero asistían muy pocas personas porque no teníamos reconocimiento. 

Lo único que nos quedaba era buscar una manera de comunicarnos mejor con la gente del común. A esa conclusión llegamos cuando vimos que por cuenta de las gabelas que se le habían colgado a la reforma, alargar el período de los magistrados a 12 años y aumentar a 70 años su edad de retiro, nos estábamos quedando sin las altas jerarquías. El único que estaba con nosotros era el doctor Gustavo Gómez Aranguren, presidente del Consejo de Estado… Ah, y los del Consejo Superior de la Judicatura, que tenían su propio interés contra la reforma porque prácticamente los eliminaba. 

El desespero cundió hasta que un día mi asistente dijo que conocía a unos jóvenes que manejaban estrategias de comunicaciones. Me dijo: ‘Doctora, nosotros somos de la vieja guardia, pero ahora las vainas son por las redes sociales, ahora todo toca así, hagámosle’. Incrédula, le dije pues sí, hágale a ver, tráigalos. Y empezaron a venir un publicista Javier De la Cuadra y un periodista, Andrés López. 

MJD: ¿Qué les aconsejaron ellos?

MPA: Nos dijeron que lo primero que había que hacer era mover las redes sociales, contratar muchachos, retuitear mensajes, hacer videos para publicar en las redes, contactar a algunos periodistas serios que manejaran el tema y a los medios de comunicación en general. Esa fue la estrategia. Por eso se hizo un video con varias plumas: Daniel Samper Ospina, Pirry, Cecilia Orozco, Ramiro Bejarano y usted. Noticias Uno nos ayudó sacando varias noticias. 

También hablamos con el senador Jorge Robledo, con el representante Germán Navas Talero, con Eduardo Suescún, el exministro de Justicia. Los jóvenes nos aconsejaron utilizar frases contundentes para decirle a la gente que la reforma era el acabose, que generaba impunidad. 

Había que llegarle a la gente de una manera muy clara, muy directa, sin tecnicismos, porque si decíamos un discurso jurídico no nos prestarían atención; ese fue el éxito de estos muchachos, que supieron traducir el mensaje para que nos entendieran.

MJD: ¿Cuántos videos hicieron? 

MPA: Tres. El primero lo presentamos en un plantón que citamos ante en el Tribunal Superior de Bogotá. En total hicimos como cuatro plantones, pero solo en dos usamos los videos. En el primer plantón nadie nos prestó atención, ni los mismos compañeros, por lo que concluimos que la justicia no le duele a casi nadie. 

Uno de esos días, en un acto de desespero, alguien dijo: ‘Traigamos un ataúd para hacer una cosa simbólica y digamos que la justicia está muerta, que la mataron, que la asesinaron’. Yo les dije que la idea me parecía muy fuerte, dramática, pero lo hicimos. Conseguimos un ataúd casi de verdad. Ese día lloré de ver cómo le sacaban chiste al ataúd. ‘Ay, ¿quién se murió?’; ‘¿Estaba de parranda?’, ‘El muerto que volvió’, era el chiste y nosotros ahí, parados con grandes carteles que decían que la justicia agonizaba. Nos pasaban por encima. La desilusión fue terrible, pero al final dijimos, sigamos. 

Yo no sé qué nos mantuvo. Probablemente una especie de tenacidad, porque éramos tercos a morir. Después hicimos otro plantón en el Tribunal. Estábamos con el presidente del Consejo de Estado, Gómez Aranguren, Hermens Lara y yo, sentados como para una foto. Bajaron 20 personas, 25, exagerando… no bajaron más. 

Ese día estuvo Clara López y me dijo una frase que nos reconfortó: ‘Con que reúnan cuatro personas ya están haciendo algo’. Lo mismo decía el magistrado Gómez: ‘No importa, así sea para tres, hablamos para tres’. Gómez pronunció ese día un discurso muy bueno. Nos dijo que había que generar hechos políticos, que no podíamos dejar que el Gobierno acabara con la justicia, con nuestro patrimonio. Para ese momento yo tenía una voz de ultratumba, estaba deprimida. Fue en ese momento cuando los chinos nos dijeron: ‘Vamos a hacer un video con los periodistas. Y muchos de ustedes empezaron a colaborar, a tuitear. En alguno de sus programas Pirry sacó al final tres minutos que fueron claves explicando lo que sucedía con la reforma.

MJD: ¿Su hashtag se volvió de inmediato una tendencia en las redes?

MPA: Ajá, se volvió tendencia el numeral #semuevelacontrareforma. Luego creamos la página en Facebook y activamos Twitter. En menos de un mes tuvimos 250.000 seguidores, una cosa que en mi vida había imaginado. 

Eso empezó a crecer y a crecer. Simultáneamente hablamos con la CUT y las centrales obreras y también los alertamos; lo mismo que a los estudiantes. Mejor dicho, la estrategia era echarle el cuento a todo el mundo. La idea era buscar a esa gente, que es como una especie de reserva moral del país. Con este panorama empezó el último debate. Cuando el ministro Esguerra fue al Congreso a salvar la reforma y felicitó a los congresistas y les pidió que votaran, el Observatorio hizo presencia en las barras del Congreso. Los jóvenes, nuestros asesores, marcaron camisetas con el letrero “No a la reforma”. Pero como en el recinto no se pueden sacar carteles ni gritar, ni aplaudir, porque los sacan, ellos fueron camuflados con sus chaquetas. Cuando empezaba el debate se quitaron las chaquetas, se pararon en la barra y gritaron No a la impunidad y un rollo alusivo al escándalo. 

MJD: ¿Y las altas jerarquías de la Justicia?

MPA: Al principio todos los presidentes de las cortes se quejaban de la reforma, pero dieron un vuelco. Yo vi al doctor Leonidas Bustos –presidente de la Sala Penal de la Corte– desgarrarse las vestiduras en el Congreso denunciando el adefesio de reforma. Asistía hasta a los plantones. Yo lo admiraba. Al poco tiempo, no volvimos a saber nada de él. 

MJD: ¿Qué pasó con el doctor Bustos? 

MPA: Pues que jamás volvió a aparecer por el Congreso, jamás volvió a pelear por la reforma. ¿Y qué pasó? Pues que les alargaron el período y la edad para retirarse. Él fue uno de los grandes apoyos en los seminarios, en los foros, porque hicimos varias actividades académicas, pero después se volteó. El único que se mantuvo con nosotros hasta el final fue el presidente del Consejo de Estado, Gustavo Gómez Aranguren. 

MJD: ¿El único de todos?

MPA: Por el único alto magistrado que pongo la cara es por Gustavo Gómez Aranguren, porque el hombre dio la batalla todo el tiempo. Él era el único que discutía con todo el mundo por el pésimo contenido de la reforma. En cambio el doctor Leonidas Bustos al principio decía unos discursazos maravillosos, pero de un momento a otro se sumió en el silencio total. 

Incluso yo era amiga de un amigo de la oficina auxiliar de él y un día me llamó y me dijo: ‘No siga insistiendo, el hombre ya nos dio la orden de silencio, o sea, no vuelvan a pelear por ese tema’. Fue cuando nos desesperamos porque ya no teníamos ni las altas cortes; otra vez éramos los tres bobos de siempre y yo (los tres bobos eran los magistrados Néstor Raúl Correa, presidente de la sala administrativa del Consejo Superior de la Judicatura; Ricardo Monroy, presidente del Consejo Superior de la Judicatura, y Gustavo Gómez Aranguren, presidente del Consejo de Estado). 

MPA: Sin embargo, sus esfuerzos no fueron suficientes porque la reforma convertida en orangután pasó el octavo debate y entró a conciliación y a la firma del presidente…

MPA: En efecto. Pero ocurrió algo insospechado cuando pensábamos que habíamos perdido: en la conciliación los congresistas se descararon y tocaron fondo. Por eso no me amilané cuando oí al presidente Santos felicitar al Congreso por haber aprobado una reforma que según él era lo que el país necesitaba para solucionar los problemas de congestión. ¡Qué desilusión! Sin embargo, era evidente que los congresistas en la conciliación habían pelado el cobre y era hora de exponerlos, cosa que hicimos. 

MJD: ¿Qué hicieron?

MPA: Filtramos a la opinión pública que uno de los penalistas más famosos de este país ya tenía listo el escrito para pedir la libertad de detenidos por parapolítica una vez el presidente firmara la Ley. Esa información salió en la W. Además, Noticias uno ese domingo sacó las fotos de los congresistas que habían votado a favor de la reforma y estaban investigados por tal o cual delito. 

Esas informaciones fueron claves porque la ciudadanía se dio cuenta de que los congresistas estaban legislando para ellos. Entonces Julio Sánchez ahí sí se puso las pilas, porque antes estaba calladito, lo mismo que Caracol y RCN. Luego salió Santos a felicitar a los Congresistas por haber aprobado esa y otras reformas, lo que causó aún más indignación dentro de los colombianos que estaban protestando en las redes sociales con el #semuevelacontrareforma. 

El presidente tuvo que salir a hacer una alocución presidencial. Recuerdo que él estaba en Río de Janeiro y en pleno evento regresó de noche y al otro día amaneció con el cuento de que en la conciliación se habían colado micos. Le mintió al país porque los micos venían desde atrás. Ya estaban cuando felicitó a los congresistas y mandó al ministro Esguerra a congratularlos dizque por haber aprobado la reforma.

MJD: Y luego el presidente Santos, al ver que la indignación nacional crecía, desmontó la reforma recurriendo a un instrumento jurídico bastante cuestionable, el de la objeción por inconveniencia y por inconstitucionalidad del acto legislativo. 

MPA: Sí, él citó una sesión extraordinaria del Congreso e inventó la objeción por inconveniencia e inconstitucionalidad del acto legislativo y la devolvió al Congreso como si fuera una ley ordinaria. Al hacerlo, había que hacer una última sesión para hundirla o no hundirla. Y como ya se había creado el precedente de la protesta de la sociedad, no les quedó otra opción que hundirla. 

Cuando se trata de una ley ordinaria, no de reforma a la Constitución, y ha pasado todos los debates en el Congreso, el último paso es la sanción presidencial. El presidente puede revisarla y decir que la objeta por inconstitucional porque viola tal artículo o es inconveniente por tal razón, y la devuelve al Congreso. 

El mensaje al Congreso es claro: o la arregla o la archiva. Pero esta era una reforma de la justicia que modificaba la Constitución y el presidente debía sancionarla sin objetarla porque el Congreso es como una especie de constituyente derivado, es como la voluntad del pueblo; teóricamente el Congreso nos representa a nosotros y si el pueblo dice apruebe, se aprueba. El presidente no puede objetar esta clase de reformas por inconveniente o inconstitucional. Sin embargo, lo hizo.

MJD: ¿Qué opina de lo que pasa hoy día en la Justicia con los magistrados y los puestos, con las denuncias de carruseles? 

MPA: Es muy lamentable. Creo que uno de los grandes problemas de la rama son las funciones electorales de las altas cortes, por eso vemos esa puerta giratoria. 

MJD: ¿Estamos hablando de lo que ha pasado con magistrados como Francisco Ricaurte y Pedro Munar, que han pasado de la Corte Suprema al Consejo Superior de la Judicatura?

MPA: Así es. Ellos eran magistrados de la Corte Suprema, terminaron su período y uno aspiraría a que se retiraran. Podían ejercer la academia donde quisieran. Y con la pensión con que quedaron, con ese prestigio ¿qué más le puede pedir uno a la vida?… Pero no. Decidieron saltar al Consejo Superior de la Judicatura, con el prurito de que vienen de la rama y que la conocen. ¿Qué tal? Lo cierto es que desde cuando se creó el Consejo Superior de la Judicatura, una queja muy sentida en mi gremio es la de que nunca nos han mirado y que sus decisiones han sido tomadas alejados de la realidad de la rama. Eso debería cambiar.