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| Foto: Archivo particular

CONFLICTO

Mary Johana, la joven que desaparecieron hace 10 años cuando esperaba un bebé

El caso de Mary Johana representa el drama y la angustia de centenares de familias colombianas que no saben nada de sus seres queridos y que fueron reportados como secuestrados o desaparecidos.

Indalecio Castellanos
15 de octubre de 2017

Doña Judith Casallas dice que  ha llorado todos los días la ausencia de su hija desaparecida el 7 de octubre de 2007 y recuerda que únicamente paró el año pasado mientras permanecía anestesiada para una operación de corazón abierto.

“Solo dejé de imaginar cosas mientras estaba en el quirófano, pero luego me desperté y lo primero que hice fue preguntar si ella ya había llegado”, asegura doña Judith.

Todos los días para ella es duro despertar pensando que es real que hace diez años no sabe nada de su hija y que es real que nadie puede darle una razón sobre su suerte o su paradero.

Un informe de la Cruz Roja Internacional señaló en su momento que la joven habría sido entregada a integrantes de las Farc en el Valle del Cauca, pero nadie ha confirmado ni desmentido esa versión.

Empezó a llamarla como “la niña bonita”, luego que el periodista Antonio José Caballero le pusiera siempre esa canción, antes de enviar los mensajes en el programa La Noche de la Libertad de RCN Radio.

Esta mamá adolorida no ha disimulado su tristeza todos estos años, aunque a veces piensa que con ello ha causado demasiado dolor a sus familiares, especialmente a sus nietos Daniela de 12 años, Yireth de 11 y José Ignacio de 6.

“Siempre veo la foto de mi hija y lloro. Y por ello me sorprendió que un día mi nieto me dijera que iba a conseguir un fusil para matar a los que me robaron Mary Johana”.

-Eso me pegó a la pared y me pregunte: ¿Qué hice con mis nietos?

Reconoce que desafortunadamente para los niños la imagen suya es la de una mujer llena de dolores, tristeza y enfermedades y por eso recuerda conmovida como una de ellas le escribió: “Tía Johana, espero que vuelvas para que la abuela no llore de tristeza, sino de felicidad”.

Y suelta una sentencia que resume los últimos años sin su hija: “Todo ese dolor se lo debo a la gente que secuestra y desaparece gente en Colombia”.

Otras esperas

El  19 de enero de 2006 Juan Camilo Mora se despidió diciendo “papi ya vengo, voy a entregar unos papeles” y  todavía su  familia sigue esperando su regreso  como si no hubiera pasado el tiempo y la tragedia de su secuestro no hubiera ocurrido nunca.

Su padre Rafael dice que desde entonces el tiempo se detuvo para esta familia que sigue esperando noticias.

Nadie sabe nada de Enrique Márquez Díaz desde que fue secuestrado hace 18 años por la guerrilla de las Farc y en algún momento sus padres imaginaban que estaba escribiendo un libro en cautiverio, de acuerdo a los testimonios de algunos secuestrados que recuperaron su libertad.

Hace mucho tiempo que nadie trae noticias de Enrique y por eso no se sabe qué ha pasado con este abogado y economista, secuestrado en Bogotá el 11 de febrero de 1999.

20 años se cumplen en noviembre del secuestro a manos de las Farc de Jesús Antonio Rodríguez y su mamá Blanca Flórez no se resigna a su ausencia e imagina con que una mañana aparecerá en su casa del sur de Bogotá.

 “Me siento feliz porque lo veo en sueños y me hace feliz hablar con él, así sea en sueños”, suele repetir doña Blanca.

Esa infinita espera es la misma para la familia de Mary Johana  y para centenares de personas que en Colombia no sabe nada de los suyos que fueron secuestrados o reportados como desaparecidos.

La desaparición

EL 7 de octubre de 2007, Mary Johana fue hasta el pueblo de Pance, en compañía de su esposo José Didier Duque López, para separar una cabaña en donde pretendían pasar uno de esos fines de semana con puente festivo.

Salieron temprano de Cali  rumbo al sitio de descanso, pero nunca regresaron ni se conoce ningún indicio de lo que pudo pasar con ellos, a pesar de la intensa búsqueda de su familia y de las autoridades.

“Algunos testimonios señalaban que los habían visto en el pueblo, pero nadie sabe si salieron o que pasó con ellos”, relata doña Judith.

Luego de adelantar los trámites legales, de empapelar varias ciudades del Valle y de iniciar la búsqueda, inicio una tragedia peor a la propia desaparición y fue soportar por años a extorsionistas y gentes malvadas que llamaban pidiendo dinero a cambio de información que nunca entregaron.

“Son peores que los que secuestran, pues se nutren de nuestro  dolor y desesperación”, insiste esta mamá agobiada por la ausencia de su hija, que para el momento de la desaparición tenía 18 años.

Diez años después doña Judith simplemente atina a expresar que “ojalá  alguien en Pance me dé un poco de descanso y me diga que pasó con Mary Johana”.

Insiste que todo este tiempo “ha sido como un hueco profundo en el que no hay luz” y en el que la búsqueda ha sido incesante y hasta obsesiva.

Pensar que cada llamada es para darle noticias de su hija, mirar a jóvenes que tienen su cuerpo e imaginar que es ella, ver a una indigente y reparar en sus rasgos intentando hallar una respuesta y seguir buscando en la Fiscalía General de la Nación  o en el Instituto de Medicina Legal, es un ritual que se impuso desde que hace diez años se reportó su desaparición.

Mary Johana tenía tres de meses de embarazo cuando se produjo su desaparición y por ello siempre se pregunta si su nieto nació o que ocurrió con él.

Durante todo este tiempo se registró la muerte de la abuela de Mary Johana y de una buena parte de la familia Arango, pero a pesar de esos dolores no hay nada más triste que no poder ver “sus ojitos negros”.

Doña Judith insiste que está enferma del alma, a pesar que ha sido operada dos veces del corazón y ahora tiene una prótesis mecánica.

Los regalos guardados

Cada 26 de junio esta familia vallecaucana sigue partiendo la torta de chocolate que le gustaba a Mary Johana en su cumpleaños.

 “Ponemos su platico, se reúne la familia y como siempre, yo la embarro porque termino llorando”, expresa doña Judith.

Las navidades le dan muy duro por la ausencia de su hija consentida  y reconoce que  desde el año 2007 guarda en una tula todos los regalos que le han hecho sus sobrinas, sus hermanas y sus tías.

Coincidiendo con la conmemoración de los 10 años de su desaparición, doña Judith sacó un par de  tenis de goma, varios bolsos y peluches deteriorados por el paso del tiempo y  los reemplazó por un sobre con dinero, que espera entregar algún día.

 “Nada se va a volver a dañar, porque sé que el otro año mi hija estará con nosotros”, reitera.

La cabuya en el dedo

De adolescente Mary Johana se quejaba que su mamá la controlaba en exceso, hasta el punto que cuando le compró el primer celular ella le dijo que seguramente era para llamarla todo el tiempo.

Después de lo que ha pasado, doña Judith se queja de no haberla  protegido lo suficiente y dice que el corazón de una mamá no se equivoca y por eso ahora piensa en el miedo que sentía cuando se demoraba en llegar del colegio.

Mary Johana solía hacerle bromas diciendo que la mejor manera de tenerla siempre  su lado, es que le amarrara una cabuya en el dedo.

-¿Dónde está para ir por usted?, solía preguntarle.

-“Lo mejor es que me regale una cabuyita y cada vez que me quiera ver la jala, yo vengo a verla y luego me suelta”, solía decirle Mary Johana.

Ahora que no está, doña Judith insiste en que es muy triste recordar que un 7 de octubre algo estaba con su “niña bonita” y no saber qué.