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Juan Pablo Arenas era un destacado periodista que murió el último día del 2008 por defenderse de un intento de robo. | Foto: SEMANA

PERFIL

“Me levanté con sed el día que iba a morir”

"Y el cielo era tan azul que nada podía salir mal”, escribió Juan Pablo Arenas en su blog el 27 de abril del 2008.

Juan Sebastián Salazar
2 de febrero de 2013

Mientras Claudia, su madre, abre el álbum fotográfico, y con éste el corazón, recuerda a Juan Pablo como un niño tranquilo, alegre, inteligente y fácil de llevar. Desde el primer año lo dejaban en casa de la abuela. Claudia y Juan Carlos, el padre, volvían por la noche, luego del trabajo, y lo recogían. A los 3 años lo ingresaron al Jardín Personitas del Mañana, y a los 5, para entrar a transición, lo matricularon en el Colegio de La Salle.

Cuando Claudia quedó embarazada de Laura, decidió involucrar al pequeño Juan Pablo, de casi 3 años, en la espera de la hermana que venía en camino. Le explicaba qué era lo que sucedía, le hacía preguntas y él la acompañaba a hacer las compras. Después del nacimiento, recuerda la madre, él le pedía mucho que le permitiera cargarla. Como buenos hermanos, se parecían muy poco en sus formas de ser: a Juan Pablo le gustaba leer, a Laura no. Ella le ponía a leer los libros que le dejaban en el colegio y él luego se los contaba. En cambio, Laura era más fuerte y cada vez que a su hermano se la “montaban”, ella salía a defenderlo. Fue tanta su fama que los niños al verla decían “ahí viene la hermanita de Arenas!” y se iban corriendo. A pesar de las peleas y las diferencias eran muy buenos amigos. Cuando chiquitos dormían juntos porque Laura era miedosa; para no hacer ruido inventaron un lenguaje de señas que terminaba en un gran escándalo por las carcajadas que soltaban; hablaban, se contaban cosas.

“Es raro –confiesa Laura– saber que tu hermano mayor ya no está y que ahora yo ya soy mayor que él. Es raro saber que yo sigo creciendo y él no. Además, lo que más me duele, aunque suene bobo,  es no poder tener sobrinos”.

En el colegio, Juan Pablo era uno de los 'pilos'. Todos los años llevaba a la casa menciones de honor, botones de oro o de plata. Sus clases preferidas eran el español y todo lo relacionado con las ciencias sociales. A pesar de su buen rendimiento, no tenía nada de 'ñoño' y más bien era todo un payaso. “En sexto –recuerda Ramiro Blanco, amigo del colegio– le iban a dar un premio por el buen desempeño académico y no se lo ganó porque lo vieron en el baño alejándose del orinal mientras orinaba”.

Para Claudia era “el gran parcero”. Su relación con él se forjó bajo un vínculo fuerte de enorme confianza: todos los días hablaban por teléfono (“mamá voy hacia la casa en Transmilenio; hablemos mientras llego”, decía Juan Pablo); jugaban, se tiraba uno encima del otro, él le pedía consejos sobre algunos diseños, se confiaban situaciones. Como dice Ramiro: “eran casi amigos”.

“De nuevo me levanté con sed el día que me iba a morir. Muero cada dos o tres semanas. A veces más seguido”, escribió Juan Pablo en su blog el 17 de mayo de 2008, siete meses y catorce días antes de su muerte.

A los 17 años Juan se enfrentó al dilema de escoger entre literatura y comunicación social. También llegó a contemplar la medicina, pero la descartó porque no le iba muy bien en química. Finalmente entró a comunicación en la Universidad Javeriana. Óscar Barrera recuerda que en principio se hizo amigo de Juan Pablo porque en el salón eran los únicos hombres. Sin embargo, al inicio Juan Pablo no le caía muy bien por su personalidad seria, seca. Pero luego, resultó que tenían muchas cosas en común: una visión desencantada de la vida, cierto amor por la fotografía, la escritura, una actitud poco “amiguera” y, sobre todo, la similitud de situaciones con mujeres que vivían en ese momento. Todos andaban con noviazgos muy maltrechos.

En la universidad, al igual que en el colegio, Juan Pablo siguió siendo la misma persona talentosa. Colaboraba con algunos artículos para Directo Bogotá, la revista de la facultad, y en su página web, que apenas estaba en diseño; trabajó en Bacánika y participó en proyectos con profesores. “Su verdadera dimensión la descubrimos cuando murió”, confiesa Juan Carlos: ganó concursos de ortografía,  de poesía, de diseño de afiches, participó en cursos, trabajos y ponencias. Pocas veces se jactó de sus logros frente a su familia, y muchas veces esas glorias se quedaron silenciosas en el armario o en cualquier cajón.

En el 2006 se metió en un proyecto académico junto a algunos profesores y estudiantes de la facultad. Era colaborador gráfico de la página web de elmeeligio.org; allí conoció a Carlos Serrano, quien en el 2007 sería el editor general de la Revista virtual Blog de publicaciones SEMANA. Precisamente, gracias a Carlos, Juan Pablo ingresó a la revista, en un principio como practicante. Con su pequeña estatura y sus ojos saltones –así lo recuerda Carlos– Juan empezó a ser vital para equipo: ayudó en la parte de diseño, en la creación de videos, reportajes o entrevistas. De esta manera, con el corre-corre diario y el empeño, Juan Pablo logró entrevistar telefónicamente a Lady Gaga en septiembre de 2008. “Estaba feliz porque le había hablado con voz de heroinómana rusa”, recuerda Óscar Barrera. Igualmente con la revista cubrió Rock al Parque 2008: entrevistaba bandas, tomaba fotos y “se enamoraba cada tres horas de una mujer distinta”. Así mismo, fue quien condujo el prototipo volador de Blog, en forma de revista, en el concurso de flugtag de Red Bull en el parque Simón Bolívar.

El 9 de septiembre escribió en su blog: “Me encanta que me paguen por sobar la vida. Me encanta que me paguen por hacer lo que me gusta y me encanta que los días sean tan diferentes, uno del otro, que se confundan los días de la semana”.

A pesar de que escogió el énfasis de diseño editorial, siempre estuvo muy cercano al periodismo; en Blog o en su sueño de trabajar en la Revista SEMANA se le notó ese amor. Así lo cree Karen Cante, amiga cercana de él y quien, junto a Cindy Bernal, conformó el otro círculo de amigos de Juan Pablo en la universidad. Cindy y él luego tendrían una relación que terminó algunos meses antes de su muerte.

“Me levanté de la cama con mucha sed y pensando emprender otro viaje a otro cuerpo”, escribió Juan Pablo en su blog el 26 de mayo de 2008, siete meses y cinco días antes de su muerte.

Juan Pablo estaba convencido de que Bogotá tiene un temperamento: cuando la ciudad estaba triste la expresión del día era la lluvia y cuando estaba feliz los rayos del sol iluminaban las calles. Así mismo, creía en los mundos paralelos y en la fuerza que tenían los sueños para transportarlo a otros lugares, a otros miedos, a otros sueños. También creía que morir joven y en la cima era mejor que hacerlo cuando se está viejo y decrépito, a menos que sea al lado de una enfermera o de una persona que se haya querido siempre.

Frente a las personalidades de los otros tenía una hipótesis particular: “creo que a veces las personas vienen con una configuración de fábrica; son lo que son desde que fueron concebidos y esa marca no se la pueden quitar de encima, por eso mis grandes amigos me parecieron personas interesantes desde que las ví, igual que las personas que no me caen, ni bien ni mal, simplemente no me caen y nunca me caerán”, escribía.
Al igual que Bogotá Juan Pablo era temperamental; “a veces con muy mal genio”, confiesa su mamá. “¿Por qué tengo que dejarme robar si son mis cosas?”,  reclamaba Juan Pablo hablando de la eventualidad de un atraco.

“Él siempre tuvo una actitud muy agresiva con los indigentes –recuerda Óscar Barrera–; porque se sentía amenazado o vulnerable, no por asco, sino por su seguridad”. En muchas ocasiones tuvieron que tranquilizarlo por su actitud ante este tipo de personas. “Usted algún día se va a hacer matar por un indigente”, le decía Óscar.

El miércoles 24 de diciembre Juan Pablo escribió en su blog: “Esperemos que la noche se convierta en un delirio y que al menos pase algo interesante. Terminar volcado en la autopista o volver a despertarme con un perfume que no reconozco”. Siete días después terminó volcado muy cerca de la Clínica del Country, la misma que lo vio nacer, con una puñalada que le atravesó la aorta y le rozó el corazón:

Juan Pablo estuvo todo el día en su cuarto, eran vacaciones y el ocio se pasaba entre el computador y la televisión. Habló con un amigo y quedaron de encontrarse en la 85, en la noche. Ese día se miraba al espejo, recuerda Claudia, su mamá, y le decía en son de broma: “Mami, te quedé muy bueno; hiciste un muy buen trabajo”. Más o menos a las 8 p.m. salió de su casa rumbo a la cita.

Ya en la zona, estuvo con su amigo Marco Antonio Ortiz y dos amigas en el Bogota Beer Company. Cuando ellas se fueron, Juan Pablo y Marco no se resignaron a que la noche terminara tan rápido y se fueron al Carulla, compraron media de aguardiente y se sentaron en las escaleras de acceso al supermercado.

El ambiente era más festivo que nunca, pues rompía fuegos el último día del 2008. Unos minutos después tres extraños, con aspecto de indigentes, se acercaron y les pidieron un trago; Juan Pablo les sirvió un poco en una lata de cerveza, y ellos se alejaron. Luego, los dos amigos se pararon a orinar en el muro occidental del supermercado, y los mismos sujetos los abordaron para atracarlos. Juan se resistió, forcejearon y hasta se fue detrás de ellos. Entonces, alias “Blanquita” le lanzó un navajazo que le perforó el corazón.

A las 2:30 de la madrugada del 31 de diciembre murió, 25 minutos después del impacto, a pocos pasos de la Clínica del Country. Según la familia, en ese centro hospitalario le negaron la atención y cuando lo admitieron ya era muy tarde. La clínica tiene otra versión.

¿En qué va el proceso?


El primero de enero de 2009, Élder Viáfara Cadena, alias “Blanquita”, fue capturado como autor del crimen. Se le acusó de hurto calificado y homicidio agravado, lo cual equivalía a una pena de 25 a 40 años. Sin embargo, finalmente 'Blanquita' fue condenado por homicidio simple, con una pena de 11 años y 7 meses, ya que el asesinato fue producto, según el juez, de la reacción violenta que tuvo Juan Pablo en el momento del robo. Actualmente el homicida cumple su pena en la Cárcel de Yopal, en donde según el Director del INPEC, Mayor General Ricaurte, el prisionero no tiene buen comportamiento.

Por otro lado, la familia Arenas Tabares demandó a la Clínica del Country por no atender oportunamente a Juan Pablo. Marco Ortiz, amigo con el que estaba esa noche, en una entrevista para la W aseguró: “Pedí ayuda y me dijeron que por ahí no podía entrar porque eso era pediatría y que la entrada de urgencias era por atrás y cuando un señor me ayudó, llegó la ambulancia pero ya no había nada que hacer". La clínica niega cualquier negligencia y afirma que lo atendió oportunamente, pero que ya nada se podía hacer.