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A media marcha

1990, un año duro para la economía colombiana.

12 de febrero de 1990

"Es una meta mediocre para un país mediocre". Con esas duras palabras calificó un observador la semana pasada los parámetros planteados por el gobierno al examinar las perspectivas de la economía en 1989. Un crecimiento esperado del 3%, una inflación de 24% y un desempleo del 9%, fueron las cifras proyectadas por la administración Barco en su último año en el poder.
Y aunque estos números no le gusten a muchos, la verdad es que no hay nada que hacer. Todos los cálculos indican que este año va a ser difícil debido a múltiples razones, entre las que se encuentran los precios internacionales del café, el terrorismo y el mal comportamiento de la demanda interna.
Lo anterior no implica que la situación sea desesperada. Tanto en el campo fiscal como en el externo hay tranquilidad en comparación con crisis pasadas, pero los expertos insisten en que el manejo debe ser cuidadoso.
Por ahora todo indica que el gobierno está dispuesto a seguir con el ajuste iniciado a finales del año pasado. El alza reciente en la gasolina y el reajuste salarial a los empleados del sector público, demostró que aún hay voluntad de apretarse el cinturón para que la situación financiera del Estado continúe controlada.
El interrogante, sin embargo, consiste en saber si se van a tomar otras políticas para darle aire a la economía. Según el editorial de la revista Coyuntura Económica que circula esta semana, "el principal reto para el comienzo de la década es el de inducir un aumento en la demanda agregada sin generar un desbordamiento en los precios". La base de tal diagnóstico es simple. Las investigaciones han demostrado que en 1989 la demanda interna alcanzó su punto más bajo de los últimos cinco años.
Frente a esa situación los expertos recomiendan varias cosas. Según Coyuntura Económica "se hace necesario el fortalecimiento de las exportaciones menores, y particularmente de las de origen industrial". La publicación arguye que todavía el país está muy concentrado en productos primarios como minerales o bienes agrícolas, que tienden a presentar variaciones bruscas de precios. En consecuencia se impone la necesidad de vender más productos manufacturados, algo que no se hace en forma automática pero que puede ir estimulándose a través del tiempo. Por lo tanto, se sugiere mantener una política de devaluación similar a la de 1989 (depreciación del peso superior a la tasa de inflación), al tiempo que se emprenden obras en infraestructura para romper los cuellos de botella que existen en puertos y carreteras.
Pero como esas decisiones le corresponden probablemente al próximo gobierno, en el intermedio se propone solucionar el impasse creado por la ley de reforma urbana que ocasionó problemas al sector de la construcción en 1989. Si esto se logra se reestablecería la financiación para vivienda de interés social (con valor inferior a 6 millones de pesos), con sus obvios efectos sobre la producción y el empleo.
En cambio, lo que no parece claro todavía es el resto de la política monetaria. La semana pasada algunos observadores se mostraron preocupados por la intención del Banco de la República de salir a congelar recursos, apelando a las famosas operaciones de mercados abiertos para recoger dinero en circulación. Estas fueron muy usadas en 1988 y según algunos expertos ocasionaron un alza considerable en las tasas de interés y enfriaron demasiado a la economía. Por eso muchos ahora se preguntan si al gobierno no se le estará llendo la mano en ortodoxia al salir a congelar recursos cuando la actividad productiva está deprimida.
No obstante, la respuesta sólo se conocerá en algunas semanas cuando se vea el rumbo de los acontecimientos. Por ahora sólo se sabe que la situación económica es mediocre y debe continuar mediocre. Lo único que está en manos del gobierno es influír para que una circunstancia como la actual sea susceptible de empeorar.