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Roberto Pizarro, actual presidente de la Fundación Carvajal, es el encargado de mantener el espíritu que le imprimió su fundador, Manuel Carvajal Sinisterra, en 1961: trabajar por que los más pobres sean protagonistas de su desarrollo.

ANIVERSARIO

Medio siglo de filantropía

Sí es posible que los empresarios le apuesten duro a la justicia social. La familia Carvajal, con su Fundación, es un ejemplo.

5 de noviembre de 2011

Hace 50 años los Carvajal de Cali hicieron algo que pocos millonarios de Colombia y el mundo han hecho: cada uno de los miembros de la familia se metió la mano al bolsillo y entregó el 40 por ciento de su patrimonio personal para crear una fundación que trabajara para superar la inequidad social y la pobreza en el Valle del Cauca. El capital inicial para esa iniciativa social superaba los dos centenares de millones de dólares, y en cinco décadas no ha declinado porque la visión de país de aquella generación era tal que la Fundación se convirtió en la principal accionista del grupo empresarial, estatus que mantiene hasta hoy con el 23 por ciento del total de las acciones de todas la inversiones nacionales e internacionales.

Esto quiere decir, ni más ni menos, que mientras más dinero ganen las empresas, más grande es la inversión en los pobres que puede hacer la fundación. Esa filantropía genuina está inspirada en una visión moderna del papel de los empresarios en la sociedad, comparable a la que han demostrado por ejemplo, Bill Gates y Warren Buffet en Estados Unidos; pero también se alimenta de un profundo sentimiento religioso.

"La Fundación Carvajal convirtió en desarrollo humano la herencia espiritual de una familia que desde los abuelos ha llevado en el corazón una ética fundada en la dignidad humana y el evangelio", dice el provincial jesuita Francisco de Roux, quien ha sido durante décadas testigo de esta labor.

"Una empresa sana no puede subsistir en un entorno social enfermo", solía decir Manuel Carvajal Sinisterra, quien sentó las bases de este proyecto, que, por cierto, nunca le apostó ni a la caridad ni al asistencialismo. Por el contrario, desde sus primeros años, todos los esfuerzos se concentraron en hacer realidad la famosa premisa de "dadme un punto de apoyo y moveré el mundo", pues la Fundación Carvajal se dedicó a apoyar las iniciativas productivas de las personas con capacitación, asistencia y crédito. Su enfoque ha tenido tal éxito que ha sido replicado en 90 ciudades colombianos y nueve países de América Latina.

Pero la Fundación amplió su radio de acción, al darles énfasis particular a la educación y la cultura, y al crear incluso una emisora cultural que es emblemática en Cali.

Uno de los hitos más importantes de su historia fue la decisión de concentrarse en el distrito de Aguablanca, la zona más deprimida de Cali. En los años ochenta, este sector era una bomba de tiempo. Los niveles de pobreza eran más extremos que en resto del país, había presencia de guerrillas, milicias, bandas delincuenciales, y todos los ingredientes para que algún día hubiese una explosión social. La Fundación Carvajal ha sido crucial para que miles de personas allí tuvieran oportunidades: apoyo empresarial que les ha llegado a más de 22.000 personas, un programa de autoconstrucción de vivienda realmente revolucionario que en su momento alcanzó las 6.000 soluciones y que inspiró a la Alcaldía para construir una de las ciudadelas emblemáticas de la ciudad. El programa de tenderos que logró, entre otras cosas, bajar un 15 por ciento los productos de la canasta básica de los habitantes del sector, y un amplio programa de educación con arraigo en la cultura de la gente, con amplia participación de los padres y vecinos. En los años recientes, la Fundación Carvajal ha iniciado su trabajo con mucho impacto en el sector rural.

"Hay que aclarar que la Fundación no asume la responsabilidad social que le corresponde a cada empresa del grupo y que ellos realizan por aparte", aclara su presidente, Roberto Pizarro.

Se puede decir que por su experiencia la Fundación Carvajal tiene una de las llaves que más se necesitarán en el futuro del país: la de la reconciliación. Porque si se busca que la empresa privada tenga un papel en la superación de la violencia y de la pobreza extrema, la Fundación Carvajal se puede considerar una aventajada. Así lo cree, entre otros, el alto consejero para la Prosperidad, Samuel Azout: "Es de clase mundial; lo hace empoderando a familias y comunidades para que estas gestionen su propio desarrollo. Su modelo, basado en foco geográfico e intervención integral, ha sido fuente de inspiración para la política de superación de la pobreza".

Justo porque la riqueza y la prosperidad no son posibles, como lo dijo el patriarca Manuel Carvajal, en "un entorno enfermo", es que el ejemplo de esta familia vallecaucana debería cundir. Aún no lo ha hecho, pero todavía se está a tiempo.