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MENSAJE EN CLAVE MORSE

Lo que para muchos fue una intervención intrascendente, puede ser una de las alocuciones más reveladoras del presidente Gaviria.

20 de mayo de 1991

ANTES DE LA INSTALACION de la Asamblea Nacional Constituyente, el presidente César Gaviria había dicho que su intención era la de asistir todos los días a las sesiones de ese organismo. No ha sido así. La primera visita que les hizo Gaviria a los constituyentes fue en la ceremonia de instalación, el 5 de febrero, y la semana pasada -71 días después- asistió por segunda vez y pronunció ante los asambleístas un discurso en el, que fijó su posición frente a los principales temas que la Asamblea ha discutido durante estos meses. La intervención del Presidente había estado rodeada de una gran expectativa, puesto que a esas alturas el debate sobre distintos temas -y particularmente sobre la revocatoria del mandato de los congresistas- había llegado a un punto bastante candente. En esas circunstancias el primer mandatario fue por segunda vez al recinto del Centro de Convenciones y expuso sus criterios en una intervención que duró 48 minutos.
La reacción más generalizada al discurso del Presidente fue la de que había estado tímido en sus planteamientos, y que ante el enfrentamiento entre la Asamblea y el Congreso había resuelto no ofender a nadie e irse por el camino de en medio, encendiéndole una vela a Dios y otra al diablo. Para muchos, Gaviria no dijo nada nuevo.
Las opiniones se dividieron, entonces, entre quienes esperaban que fuera más duro contra la Constituyente y quienes aspiraban que lo fuera con los parlamentarios. En síntesis, que tomara partido por uno de los dos bandos.
Hubo quienes esperaban una postura más enérgica, como en el caso de El Tiempo en su editorial. Otros, como el diario La Prensa, encontraron el discurso