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Miguel Ángel llegó a Nepal a hacer parte de una misión de Ingenieros sin Fronteras.

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Seis días en las montañas

A Miguel Ángel Camelo le pasó un derrumbe por encima cuando iba en su bicicleta en las zonas montañosas de Nepal. El momento quedó documentado en un video. Allí permaneció casi una semana.

Natalia Villegas, enviada especial de Semana.com a Nepal
5 de mayo de 2015

En el momento en que la tierra se empezó a sacudir bruscamente, Miguel Ángel Camelo tiró su bicicleta y se acurrucó al lado del barranco para protegerse de las piedras que caían de la montaña y que alcanzaban el tamaño de un carro. No tenía otra opción. Bajaba por un camino destapado de menos de dos metros de ancho, con un precipicio del lado derecho y la pared de la montaña en el costado izquierdo. En una especie de vértice que formaba esa pared -que en los terremotos se les llama el triángulo de la vida- trató de refugiarse mientras pasaba el movimiento telúrico de 7,8 grados en la escala de Richter que agitó a Nepal el sábado 25 de abril. Una roca mediana le alcanzó a golpear la cabeza y partió su casco en dos.

Se quedó quieto, casi inmóvil, durante dos horas. Con cada nueva réplica, las piedras volvían a rodar. En esas llegó una pareja sueca que también recorría este famoso circuito de senderismo en Langtang, una región a 130 kilómetros al norte del valle de Katmandú, cerca de la frontera con el Tíbet. Esa área quedó incomunicada por días, e incluso hoy, más de una semana después del sismo, hay lugares a los que ha sido imposible llegar.

Alrededor de las 2 de la tarde, los tres decidieron que era momento de continuar así el camino estuviera parcialmente destruido, pues debían buscar un terreno menos inestable.

Shyabru Bensi y los pueblos alrededor

La primera población que pasaron, de unas seis casas, estaba totalmente en ruinas. No vieron ni oyeron personas. Como Miguel iba en bicicleta, se despidió de la gente que se había encontrado en el recorrido y continuó hacia Shyabru Bensi, el pueblo más grande de la zona. En el camino pasó junto a una víctima de una gran roca y se encontró otra población destruida. Tampoco vio ni oyó gente. Más tarde supo que allí habían muerto cinco personas más.

Las áreas rurales de Nepal fueron las más afectadas, principalmente debido a la precariedad de sus casas construidas en piedra y barro. En zonas montañosas como Gorkha y Sindupalchowk hasta el 90 % de las casas quedaron devastadas.

Cuando el colombiano llegó a Shyabru Bensi ya se acumulaban alrededor de 50 turistas, que se habían distribuido en varios campamentos provisionales hechos por los locales fuera de sus casas.

Evaluó cuál sería el sitio más seguro –quizás el hecho de ser ingeniero lo ayudó–, y se dirigió a donde estaban unos 20 nepaleses y un grupo de seis norteamericanos y cinco rusos. Allí pasaría los próximos seis días, con suficiente comida pero con un claro temor de que otro temblor trajera sobre ellos a esa inmensa montaña.  

Sus días en la montaña y su familia nepalesa



La primera noche, sobre el piso corrugado, durmió lo que pudo, pues las réplicas eran constantes y todos se agolpaban para tratar de protegerse. Al día siguiente empezaron a hacer algunos arreglos. “Teníamos que mejorar las condiciones porque nosotros no sabíamos cuantos días más nos íbamos a quedar, pero además ellos (los nativos) se van a quedar ahí meses”, dijo horas después de haber llegado a Katmandú.

Al igual que Phurpu Pasang Tamang, dueño del hotel Buddha Guest House y quien construyó con su familia el campamento donde se alojó Miguel, alrededor de 600.000 personas en Nepal dependen directamente del turismo. Este nepalés no solo tiene su hotel destruido, sino que además quién sabe en cuánto tiempo volverá a ver a un turista por esas tierras. Ese es quizá uno de los mayores dramas que le esperan al país asiático en los próximos meses.

Poco después del terremoto, los extranjeros pudieron entrar en comunicación con sus familias y con algunas embajadas. Se empezó a hablar entonces de misiones de rescate. Miguel, por su parte, pudo llamar a su novia el segundo día, y fue solo hasta ese momento que dimensionó la magnitud de lo que estaba pasando y lloró por primera vez.

El primer helicóptero llegó el lunes. Sacaron a algunos heridos. Al día siguiente rescataron a los cinco rusos y a los seis norteamericanos que estaban con él.  

Cuando fue el único extranjero de su campamento, conmovido por la gran generosidad de los locales, empezó a ayudarles y a trabajar con ellos. “A mi me daba mucha pena, porque ellos son personas muy serviciales. Primero se aseguraban de que uno comiera y después comían ellos”, dice Miguel, quien ayudó a construir una letrina, mejoró la estructura de la cocina y se volvió cocinero.

Durante esos días, después del desayuno, bajaba a otros campamentos a averiguar noticias y subía a la hora del almuerzo. En cinco ocasiones se topó con funerales: cremaciones de las víctimas del terremoto. Los extranjeros pasaban los días sentados en el sitio donde llegaban los helicópteros, esperando. Veían pasar algunos hacia poblaciones más altas. Seguían sintiendo los temblores.

Aunque a Miguel la comida no le faltó porque se encontraba con una de las familias más acomodadas del pueblo, a los demás turistas les empezaron a racionar la comida a tan solo una diaria.

Pasaron seis días antes de que este joven ingeniero fuera rescatado. En el tercer viaje de un helicóptero que llegó a recoger a los franceses sobraba un cupo y se lo dieron a él.

En Katmandú



Este relato Miguel lo contó calmadamente, como quién está acostumbrado a la adrenalina, solo horas después de haber llegado a Katmandú. Su afán no era salir del país. Durante los dos días siguientes, se dedicó a tratar de ayudar a quienes seguían en las montañas, dando información y activando todas las redes posibles, esas que se han formado entre familiares, gobiernos, organizaciones y hasta simples conocidos de camino, para encontrar a quienes continúan desaparecidos.

Su mayor insistencia, sin embargo, es conseguir recursos para ayudar a reconstruir el Buddha Guest Hotel, para lo que creó una página en Internet en www.youcaring.com llamada ‘shyabru-bensi-nepal-earthqueake-relief-fund’ con su historia y con toda la información. Esa será su forma de agradecerle a esta familia nepalesa que lo acogió como uno de ellos durante sus seis días en la montaña.