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| Foto: Archivo SEMANA

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Ministerio de la Presidencia: crónica de un fracaso anticipado

Sólo dos años duró el experimento del jefe de gabinete, una figura que en lugar de resolver problemas al presidente, generó y profundizó roces.

26 de abril de 2016

Una de las cosas que Juan Manuel Santos había tenido en mente desde hace décadas es que la Presidencia de la República debería tener un segundo que fuera un hombre fuerte que coordinara y supervisara la gestión de los ministros y del propio Gobierno. La primera vez que lo sugirió fue cuando era ministro de Hacienda del presidente Andrés Pastrana, pero su idea nunca cuajó.

Pero lejos de abandonar la idea, volvió a contemplarla en el 2010 cuando llegó a la Casa de Nariño. Desde el momento en que hizo empalme con su antecesor, Álvaro Uribe, alimentaba las razones para crear una especie de jefe de gabinete, y con la asesoría de Tony Blair y su equipo le dio forma al Ministerio de la Presidencia, que en el papel relevaría al mandatario de muchas responsabilidades políticas y administrativas, de tal suerte que el jefe de gobierno pudiera dedicarse a pensar en grande.

Santos la llevó a la práctica en el 2014, para su segundo gobierno. En ese momento se advirtió que la creación de un nuevo poder supraministerial coincidía con otros dos poderes con los cuales no sería sencillo establecer líneas divisorias. La Vicepresidencia, en cabeza de Germán Vargas Lleras, y la Secretaría general, en manos de María Lorena Gutiérrez. Aunque en el papel las funciones parecían claras, en la práctica se podían cruzar.

No pasó un año para comprobarlo. Santos nombró a Néstor Humberto Martínez primer “ministro de la Presidencia”. El recién estrenado chief of staff o jefe de gabinete de Santos duró ocho meses, hubo roces con otros ministros  y, tras su salida, la Presidencia anunció que estaría revisando la continuidad de la figura. 

Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda, asumió temporalmente las funciones tras la salida de Martínez. Posteriormente, Santos nombró a María Lorena Gutiérrez y se convirtió en su mano derecha, hasta el pasado jueves, cuando renunció irrevocablemente al Gobierno horas después de que el presidente hubiera ternando a Néstor Humberto al cargo de fiscal general.

La renuncia de María Lorena fue quizás el detonante que precipitó la crisis y el remezón ministerial. Un día después Santos pidió la renuncia protocolaria a todos los ministros, con los que quedaba en libertad para hacer ajustes al gabinete.

El Ministerio de la Presidencia era uno de los lugares que debía llenar el mandatario, y aunque lo hizo encargando a Rafael Pardo, ministro para el Posconflicto, anticipó que la figura se eliminaría y que se regresaría a la antigua figura de la Secretaría General de Presidencia.

Tras sólo dos años, el experimento fracasó y Santos tendrá que reversar el decreto con el que le había dado una nueva a cara a la Casa de Nariño.