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En su calidad de Presidente electo, Uribe hizo la visita tradicional a Washington. Ya posesionado, Uribe le presemtó a Bush su estrategia de seguridad democrática

POLÍTICA EXTERIOR

Mr. Uribe va a Washington

La visita del Presidente a Estados Unidos llega en un momento crítico para la ayuda, las relaciones con el Congreso y el TLC.

11 de junio de 2006

Se ha vuelto una tradición que los Presidentes electos colombianos visiten Washington antes de su posesión el 7 de agosto. Por eso no generó mayor interés el anuncio del viaje de Álvaro Uribe a reunirse con el presidente estadounidense, George W. Bush, el próximo miércoles 14 de junio. Lo que no es común es que el encuentro oficial sea el noveno en apenas cuatro años. Tampoco es muy usual que sea el mandatario gringo quien insista en la invitación y presione para que se haga lo más rápido posible. Una señal inequívoca de que al sur del río Grande -la frontera con México- no hay mejor aliado que Uribe.

Este reencuentro de dos viejos amigos coincide con una noticia excelente para el país: la aprobación por la Cámara de Representantes de 640 millones de dólares en ayuda a Colombia en el presupuesto de 2007. Una no tan buena para el gobierno: la radicalización del discurso de algunos congresistas demócratas en el tema de los derechos humanos y en particular frente al Ejército, por culpa, en buena medida, de los hechos de Jamundí. Y una incierta: la falta de un acuerdo definitivo sobre el texto del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC), cuatro meses después del anuncio de que todo estaba listo.

Ante este panorama, la visita de 24 horas de Uribe a la capital norteamericana, que inicialmente era simbólica, podría ser definitiva en la resolución de asuntos fundamentales. Se espera que la cara del santo haga el milagro en por lo menos cinco temas:

1 El dinero. Que el Senado estadounidense siga el mismo camino que la Cámara y apruebe la ayuda militar (helicópteros, equipos para la fumigación) y económica, incluida la enmienda del representante Jim Kolbe. Esta le permitirá a Colombia beneficiarse del Fondo de Apoyo Económico que Estados Unidos estableció para sus más cercanos aliados como México, Israel y Egipto. A diferencia de los recursos del Plan Colombia, el

desembolso de esta asistencia no está atado al desempeño en la lucha contra el narcotráfico o a otros condicionamientos. Aunque no sería más plata -vendría del mismo presupuesto-, sí representaría un giro hacia una mayor desnarcotización de las relaciones.

2 La armonía bipartidista. Con la posibilidad real de que los demócratas recuperen la mayoría en alguna de las dos cámaras del Congreso en las elecciones de noviembre, es prioritario que Colombia no se convierta en un tema de campaña. Como le dijo el embajador colombiano en Washington, el ex presidente Andrés Pastrana, a SEMANA, "cuando arrancó el Plan Colombia en 2000, el presidente Bill Clinton me dio una recomendación que nunca olvidaré: mira Andrés, el éxito del Plan Colombia depende del apoyo bipartidista. Hay que evitar a toda costa que se vuelva una pelotera entre los partidos. Esa lección aplica aun más hoy". En los corredores del Congreso hay muchas preguntas sobre cómo será el segundo cuatrienio de Uribe y si habrá un mayor énfasis en lo social. Esos detalles, que parecerían del ámbito interno colombiano, son pertinentes para unos legisladores que han aprobado miles de millones de dólares para Colombia, de su cada vez más restringido presupuesto.

3 Confianza en el Ejército. Si la masacre de Jamundí estremeció a los colombianos, algo parecido les ocurrió a los funcionarios del gobierno estadounidense y a los congresistas interesados en Colombia. El viernes pasado, en el debate sobre la ayuda al país, varias veces salió a flote Jamundí. El congresista demócrata Jim McGovern aseguró que "es hora de darles un mensaje a Colombia y sobre todo a las Fuerzas Armadas, de que Estados Unidos no seguirá firmando más cheques en blanco". Y hasta defensores del gobierno, como el republicano Dan Burton, aclararon que "ni un centavo estadounidense irá a ninguna de las tropas que esté involucrada a atentados contra los derechos humanos". Los pedidos de una rápida conclusión de la investigación de la Fiscalía no sólo provienen de la rama legislativa; en privado, funcionarios del gobierno estadounidense han expresado su gran preocupación por el asunto.

4 El proceso con los paras. Los comités financieros de la Cámara y el Senado acordaron la semana pasada entregarle de inmediato a Colombia 3,3 millones de dólares que saldrán de un presupuesto de emergencia creado para la reconstrucción del sur de Estados Unidos destruido por el huracán Katrina; Afganistán e Irak. Esa plata se destinará a la unidad de justicia y paz de la Fiscalía, encargada de investigar los crímenes de los paramilitares hoy desmovilizados. Estas ayudas nunca son gratis y generalmente sirven como un pretexto para imponer nuevas condiciones y señalar prioridades. En otras palabras, el proceso de los paras será tema obligatorio de conversación de sobremesa de Uribe en Washington.

5 El pollo y la vaca. De toda la agenda del Presidente colombiano, posiblemente ningún asunto necesita de mayor gestión y resultado inmediato que garantizar el acceso colombiano al mercado estadounidense. En febrero de este año, Uribe viajó intempestivamente a Estados Unidos para destrabar las negociaciones del TLC. Ahora, sin querer queriendo, posiblemente tendrá que repetir la dosis con Bush: convencerlo de que restringir la exportación gringa a Colombia de trozos de pollo y carne de vacas mayores de 30 meses no acabará la economía norteamericana. Será una prueba para la especial química personal y política de los dos líderes, cuyas prioridades en esta área son diametralmente opuestas en esta coyuntura. Para Uribe, el TLC es tan fundamental, que lo defendió contra viento y marea durante su campaña de reelección, a pesar de ser impopular. Y al vencerse las preferencias andinas (Atpdea) al final de 2006, necesita que el TLC se firme rápido y el Congreso lo apruebe antes de final de año. Bush, en cambio, preferiría hablar de cualquier cosa menos que de TLC antes de las elecciones de noviembre. Igual ocurre con los congresistas, que saben que muchos de sus votantes son intolerantes con los políticos que apoyan el libre comercio.

Cuando se reunieron por primer vez en junio de 2002, Bush estaba en el apogeo de su cruzada antiterrorista, era popular y el 11 de septiembre estaba todavía en la mente de todos. Uribe era un sorpresivo Presidente electo de un país en crisis. Aunque se han invertido los papeles -Uribe tiene un mandato sin precedentes y a Bush lo quieren casi menos que a Nixon-, en la práctica todo sigue igual: Colombia continúa a la merced de las decisiones que se tomen en Washington.