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Muerte en la estación

El país se estremece ante revelaciones de que una niña de nueve años fue violada y ahorcada en un cuartel de Policía.

5 de abril de 1993

EN ESTE PAIS, EN EL CUAL EN CUESTION DE violencia ya nada sorprende, el caso de la niña violada y asesinada en la Estación III de Policía de Bogotá, sí logró sorprender. Porque si bien en Colombia mucha gente ha creído que las autoridades cometen abusos, que la vida no vale nada y que los menores son víctimas de muchos actos de violencia, pocas veces todos esos elementos se habían sumado en un solo caso.
Y eso fue precisamente lo que ocurrió el domingo 28 de febrero en la Estación III de Policía, en Bogotá.
Ese día, poco antes de las 10 de la mañana, una menor, hija de un agente de la policía. encontró la muerte en un sitio que nadie nunca imaginó. El cuerpo sin vida de la pequeña fue hallado en uno de los baños de la estación después de haber sido violada y luego ahorcada con una cuerda de cortina.
La trágica historia comenzó unos minutos antes, cuando la madre de la niña, Sandra Yaneth Guzmán, llegó a las inmediaciones de la Estación de Policía en busca de su marido, Gustavo Vásquez González. Al preguntar por él, uno de los agentes que se encontraba de turno le informó que el agente se encontraba en otra Estación de Policía. Yaneth Guzman no muy convencida de la información del agente, decidió dejarle una nota.
Mientras la escribía, su hija, de apenas nueve años, se desprendió de su madre e ingresó a las instalaciones del cuartel.
Aproximadamente 15 minutos después y preocupada ante la demora de la niña, Sandra Yaneth optó por ir en su búsqueda. "Comencé a preguntarle a todos los que encontré en mi camino si habían visto una niña de pelo corto y jeans. Como nadie me supo dar razón, subí al segundo piso llamándola por su nombre. Ella nunca me respondió", dijo a SEMANA la madre de la menor.
Cuando estaba en uno de los pasillos del segundo piso, encontró un hombre vestido de civil a quien le preguntó por el paradero de su hija. El hombre se limitó a preguntarle si la niña sufría de algo, o si había estado enferma en los últimos días. No respondió nada más. Sandra Yaneth, cada vez más preocupada, continuó la búsqueda. Subió al tercer piso y cuando entró a uno de los baños se encontró con una dramática escena. "Cuando abrí la puerta del baño, hallé a mi hija estrangulada con una cuerda de cortina. En ese momento llegó el hombre que me había encontrado segundos antes, acompañado del comandante de la estación y dos policías".
Minutos después, en el interior de la patrulla que se dirigía al hospital San Juan de Dios y en los brazos de su madre, la pequeña murió.

EL ESCANDALO
A los pocos minutos de conocerse la muerte de la niña, su padre, Gustavo Vásquez, fue detenido como el único sospechoso del crimen. La versión de Sandra Yaneth Guzmán según la cual su esposo no se encontraba en la estación, contrasta con la de las autoridades, que admiten la posibilidad de que Vásquez sea el responsable aún sin haber encontrado indicios de su paradero en el momento del crimen. De hecho, en el momento de su captura el agente se encontraba en otra Estación de Policía cobrando su sueldo.
Sin embargo, más tarde, algunos de sus compañeros aseguraron ante las autoridades que el agente Vásquez sí estaba en la III Estación, pero que habían negado su presencía porque no era la primera vez que su esposa, una enérgica mujer con la que no vivía desde hacía varios años, se presentaba en su sitio de trabajo para exigirle el dinero de la pensión de la niña.
Pero a medida que la investigación ha avanzado, las cosas, en lugar de aclararse, se han enredado. No solamente aún no se ha esclarecido el paradero de Vásquez en el momento del crimen, sino que tampoco se ha logrado determinar, a ciencia cierta, cuáles de los 350 agentes de la estación se encontraban en el recinto.
El libro de registro de entradas y salidas del personal parece haber sido llevado con ligereza, y esto no ha hecho más que complicar la investigación. Lo único que se encontró fue la carta que dejó la esposa del agente en la recepción. En ella Yaneth le dice "soldado adverlido no muere en guerra " y amenaza con un escándalo "de padre y madre" si no recibe, al día siguiente" el dinero para la pensión de su hija.
Al conocerse la noticia del asesinato, la sensación generalizada era la misma que la de la madre de la niña, quien atinó a decir, segundos después de la muerte de su hija, "si una persona no está segura en una Estación de Policía, ¿entonces donde?".
Al final de la semana los detalles de los avances de la investigación eran mantenídos bajo estricta reserva.
El abanico de los sospechosos no se limitaba al padre de la niña.
En el caso de este hombre, sus propias declaraciones en el sentido de que "Sólo Dios y mi angelito saben que soy inocente" y las de su esposa que, a pesar de que no tenía buenas relaciones con él salió inicialmente en su defensa, inclinan la balanza de la opinión hacia la creencia de que puede no ser culpable. Las otras dos posibilidades sobre las que trabajaban los investigadores son la de que el crimen haya sido cometido por otro uniformado de la estación, o que el autor haya sido un civil que se encontraba en el recinto. En favor de esta última tesis están las declaraciones de algunos testigos' pero lo único que puede resultar concluyente son los resultados de las pruebas de sangre y de semen que Medicina Legal practique a los sospechosos.

PROBLEMA DE FONDO
Pero más allá de todo lo anterior, de la forma como finalmente se resuelva el caso en cuanto a la autoría material, lo que estremeció la semana pasada a los colombianos es que el crimen haya sido cometido dentro de una Estación de Policía. Si en una instalación como esta una niña puede ser violada y asesinada a media mañana, ¿de qué clase de seguridad se puede hablar en Colombia? En un país en el cual, como en ningún otro en el planeta, los distintos cuerpos de seguridad se enfrentan al mismo tiempo a una delincuencia común desbordada, al crimen organizado más poderoso del mundo y a la guerrilla más vieja y numerosa, un cuartel policial debe internamente estar caracterizado por un orden y una disciplina que evidentemente no reinaban en la mañana del domingo 28 en la estación de la calle 18 A con carrera tercera. Si los uniformados no fueron capaces de darse cuenta y evitar un crimen tan atroz en las propias instalaciones del cuartel, resulta difícil pensar que están en capacidad de evitar que en la calle de enfrente les pongan un carro bomba, o incluso que se lo tomen por asalto.
La evidencia de la falta de centinelas en amplias zonas de la edificación, así como el incompleto cateo y registro del personal civil y uniformado, es algo que ni siquiera se discute. De ahí que, independientemente del tema del autor material del crimen.
haya sido recibida con alivio la decisión de la Policía de relevar al teniente coronel Omar Bernal Castillo, comandante de la estación, y al mayor Jairo Ramírez Aristizábal, el segundo comandante.
La preocupación de los más altos mandos de la Policía, de las Fuerzas Armadas y del Gobierno por este caso hízo que, por primera vez en mucho tiempo, en las reuniones de los altos funcionarios se hablara de un tema distinto al de Pablo Escobar. Evidencia de ello es que aparte de la investigación penal que adelanta el fiscal 107 de Bogotá, la Inspección General de la Policía haya destacado al coronel Ismael Trujillo y a la auditora de guerra Luz Marina Castaño, dos de sus mejores funcionarios, para que adelanten una investigación administrativa interna.
"Esto se explica dijo a SEMANA una alta fuente de la Policia por el hecho de que en este caso hay que definir dos tipos de responsabilidades: las de la autoría material del crimen, y las de las irregularidades disciplinarias que hicieron posible que algo tan espantoso sucediera en una Estación de Policía".

MAL MOMENTO Para la Policía este caso no se puede haber presentado en un peor momento. Aunque de tiempo atrás la institución viene presentando problemas de corrupción y de excesos, la inmensa cuota de sacrificio que la institución ha puesto en el combate tanto de guerrilleros como de narcoterroristas, sumado al hecho de que sin duda sus resultados en esta lucha han venido mejorando, habían llevado a la gente a recobrar, en buena medida, su fe en la Policía.
Este caso con todo y su profunda gravedad, no deja de ser aislado, pero por ser tan dramático e inexplicable le ha causado un profundo daño a la imagen de la institución. Por esa razón, la claridad, tanto a nivel criminal como disciplinario, debe ser establecida a la mayor brevedad por los investigadores, y seguramente las conclusiones que surjan de la indagación sobre los problemas de funcionamiento de la Estación tendrán que ser utilizadas como base para corregir los problemas de operación del conjunto de las estaciones policiales del país. Solo así será posible que la Polieía y las demás instituciones armadas mantengan viva la solidaridad que en los últimos meses han logrado convocar.

Archivan investigaciones

No todo fue negativo para la Policía Nacional la semana pasada.
La Procuraduría General de la Nación resolvió abstenerse de iniciar investigaciones disciplinarias contra el general Oscar Peláez Carmona, quien personalmente había solicitado se le investigara por supuestas irregularidades denunciadas por la prensa cuando se desempeñaba como director de la Dijin. De tres investigaciones que se adelantaban y que fueron archivadas, la más controvertida era la acusación de fabricación de las pruebas que implicaron a Alberto Jubiz Hazbum en el asesinato de Luis Carlos Galán.

General Oscar Peláez Carmona: Director de la Policía Metropolitana de Bogotá.