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¡MUERTOS, HUELGAS, PAROS, PIEDRA!

Intensa agitación laboral y paros cívicos generalizados la semana pasada, parecieron demostrar que la paciencia de amplios sectores de la población se estaba agotando

26 de marzo de 1984

Mientras el país entero, esperanzado por las renovadas conversaciones de paz, estaba pendiente del momento en que la guerrilla depusiera las armas, el conflicto estalló por otro lado. Con intensidad no vista antes durante este gobierno, sindicatos, movimientos cívicos y movimientos populares pusieron a no menos de dos millones de colombianos en pié de lucha. Toda la semana estuvo marcada por la agitación laboral y social. Aparte del paro cívico masivo en Antioquia y Nariño, el ministerio del Trabajo debió enfrentar unos 25 conflictos simultáneos. Por primera vez la situacion pareció salirse de las manos del gobierno y el saldo dejado por las jornadas de protesta fue de 8 muertos.
COMIENZO SANGRIENTO
Fredonia, Antioquia, domingo 19.
Pedro Atehortúa, Rafael García y Héctor Bedoya, candidatos al Concejo por las listas del Frente Democrático (de la coalición del Partido Comunista), son asesinados en distintas circunstancias, pero casi simultáneamente. A Atehortúa lo acribillan con ametralladora cuando está sentado con su hijo en una tienda; García y Bedoya son abaleados, presumiblemente por la misma gente, cuando van en un automóvil hacia la vecina población de La Comba. Los tres gozaban de amplio respaldo entre la población, y estaban trabajando conjuntamente en la preparación del paro cívico que se realizaría al día Siguiente de su muerte.
El triple asesinato hizo estallar la ira popular, y en señal de protesta se adelantó 12 horas la jornada que tenían prevista contra las alzas de tarifas y los servicios deficientes. Miles de personas sacan los tres cadáveres a la calle gritando: "Con sangre no se calla la conciencia del pueblo". La noticia de lo acaecido en Fredonia se riega rapidamente por las demás poblaciones del sur y el oriente antioqueños, que también se venían preparando para el paro cívico regional.
El violento incidente sube la temperatura en toda la zona, y radicaliza a los sectores más pasivos que aún tenían dudas sobre su participación.
Amagá, lunes 20.
El paro es total a las 8 de la mañana. La población, amontonada en la carretera, impide la salida de las flotas para sabotear el transporte. El alcalde, Juan Montoya Correa, ordena la salida de los buses.
Una flota de la empresa Tratán arranca velozmente, atropellando a la multitud y matando a Jorge Carmona, un comerciante que actuaba como uno de los principales líderes de la protesta popular. La marcha pacífica se convierte en un feroz enfrentamiento a piedra con la policía. La multitud arremete contra la alcaldía, exigiendo la cabeza del alcalde. A las 4 de la tarde llegan refuerzos de la fuerza pública y controlan momentáneamente la situación.
Marinilla, lunes 20.
A las 8 de la noche, Carlos Alberto Duque, un niño de 12 años acompañaba a un grupo de manifestantes que marchaban por la calle. En determinado momento un carro se atravesó a la marcha y la gente lo rodeó e intentó quemarlo.
El conductor disparó e hirió gravemente al niño.
San Carlos, lunes 20.
Una gran manifestación empieza por la mañana.
Hay paro total y todos los negocios están cerrados. Un comandante de la policía da la orden de abrir a la fuerza la Caja Agraria y un banco local. Hay rechifla generalizada, y la gente intenta impedir la acción de la autoridad.
Los uniformados disparan y hieren a 4 personas, entre ellas Rodrigo de Jesús Ramírez, quien muere al día siguiente. La gente se arroja sobre los policías y lesiona a cuatro de ellos.
Itaguí, lunes 20.
Hacia las horas de la noche, el agente del F2 Antonio Gómez Laverde, de 32 años, lleva detenido a un individuo que ha participado en los desordenes. El detenido se suelta y empieza a pedir ayuda a los gritos, diciéndole a la gente que se acerca que Gómez Laverde es un "tira". Alguien en la multitud dispara y mata al agente. La multitud marcha hacia la estación de policía y la incendia.
Medellín, barrio Castilla, martes 21.
A las diez de la noche, en una volqueta son conducidos a la estación de Policía 11 detenidos por un grupo de 14 agentes. Una decena de encapuchados asalta el camión con granadas y ametralladoras, causando heridas a 20 de los ocupantes y matando al agente Antonio Sáchica Gutiérrez y a Héctor Restrepo Muñoz, uno de los detenidos.
Además de los ocho muertos, se produjeron centenares de heridos entre el lunes y el jueves, en más de 50 municipios del oriente y el suroeste de Antioquia. El movimiento cívico de esa región del país se habia iniciado hace más de dos años, cuando la mala calidad del servicio prestado por la Electrificadora de Antioquia y las altas tarifas por ésta cobradas, obligaron a los comerciantes y a la población en general a desarrollar jornadas de protesta y dos paros cívicos, antes del que se desató la semana pasada.
El ejemplo de Antioquia fue seguido el jueves por los nariñenses, quienes también concentraron sus protestas en la mala calidad de los servicios públicos y las altas tarifas, organizando un paro civico de 24 horas, que degeneró en disturbios callejeros. Siete edificios del gobierno fueron apedreados. La policia detuvo a decenas de personas y la gobernadora del departamento debió decretar la ley seca y el toque de queda, a partir de las 5 y media de la tarde.
Otras protestas de menor escala, pero basadas en motivos similiares, se llevaron a cabo en Bucaramanga y Tunja, con saldo de heridos y detenidos. Los colombianos estaban rechazando abiertamente las alzas en las tarifas de los servicios públicos, que el Presidente Belisario Betancur habia querido "suavemente ondulantes" a mediados del año pasado, pero que obviamente rebasaron los límites, si se tienen en cuenta las expresiones de protesta de la última semana.
EL ESTADO EN PARO
Entre tanto, la capital del país no permanecia ajena a las manifestaciones y paros. La inconformidad de los trabajadores del Estado por lo que sus dirigentes sindicales calificaban como "irrisorio aumento del 18.5 por ciento" en los salarios, se expresó en marchas y algunos disturbios, que se concentraron frente a la sede del ministerio del Trabajo, que a mediados de la semana, fue tomado por varias decenas de manifestantes, que buscaban presionar al ministro Guillermo Alberto González.
Semanas atrás, el paro en Telecom, que habia concluido con un arreglo tras varios dias de diálogo, permitió que sus empleados obtuvieran aumentos en una serie de prestaciones, a cambio de que los salarios no subieran este año más del 18.5 por ciento, tope establecido para las alzas de sueldos por el equipo económico del gobierno. La relativa victoria obtenida por los trabajadores de Telecom animó a los sindicatos de otras ramas del poder público a promover sus propias protestas.
Primero fue el sector judicial, que logró arreglos parciales el martes.
Luego se unieron los sindicatos de los ministerios, institutos descentralizados, bancos oficiales y demás entidades estatales, exigiendo una mejora salarial mayor. El jueves, el diálogo entre el ministro González y los líderes sindicales permitia arreglar buena parte de los conflictos, con base en el aumento de prestaciones como el auxilio de alimentación y una bonificación por servicios prestados, así como el reconocimiento de dos días de sueldo para recreación. Pero el gobierno se mantenia inamovible en el tope del 18.5 por ciento para los salarios.
Mientras esto sucedia en el ministerio del Trabajo, en el sector educativo estallaba otro paro: 180 mil maestros se negaban a dictar clase el jueves ante el incumplimiento del gobierno en
el pago de salarios atrasados y otras prestaciones. En el sector de la salud, se presentaban paros en varios hospitales, particularmente en Santander y en las empresas de teléfonos se adelantaba una operación tortuga que paralizaba las comunicaciones en varias ciudades del país, exasperando los ánimos de los usuarios, que debian esperar hasta media hora por el tono de marcar y que veían con sorpresa cómo sus llamadas se cortaban en plena conversación y sin ningún aviso previo.
Otra operación tortuga, esta vez en los aeropuertos, tocó al propio Presidente Betancur, cuando su avión debió esperar varios minutos en la pista del terminal aéreo de Bogotá, antes de poder despegar con destino a Cartagena, pues los controladores aéreos, según ellos mismos lo confirmaron después, consideraron que ni siquiera el primer mandatario podia detener el desarrollo de la protesta.
LA PACIENCIA AGOTADA
A todas estas, quedaba claro que el descontento popular habia crecido enormemente en las últimas semanas, después de varios meses de tranquilidad en el campo laboral. Se desvirtuó de un tajo la idea de que el descontento se concentraba particularmente en sectores privilegiados que habrían visto golpeadas sus prerrogativas. La protesta que irrumpió de un momento a otro fue tan generalizada que resultaba desconcertante para un gobierno cuya inmensa popularidad parecia neutralizar los problemas latentes. El agotamiento de la paciencia de amplios sectores de la población era tan evidente que el escritor argentino Ernesto Sábato, de visita en el país, dijo, en declaraciones que le valieron que algunos lo calificaran como persona no grata, que "la situación en Colombia está muy convulsionada por graves problemas de fondo. Si esto sucediera en Argentina, ya se habría producido un golpe de Estado".
Si se estudiaban detenidamente las causas de los paros y movimientos de protesta, se podía concluir que la base del descontento se encontraba en que el gobierno afrontaba dificultades estructurales enormes, algunas de ellas heredadas y la mayoría insolubles a corto plazo. Los problemas se habían agravado por el hecho de que el gobierno habia planteado promesas que no estaba en capacidad de cumplir. Los obstáculos que era necesario salvar para poder generar la energia eléctrica requerida por el país, crecían cada día más, y con ellos la mala calidad del servicio y las tarifas, para citar apenas un ejemplo.
Si bien no se le podía atribuir exclusivamente al gobierno la responsabilidad de los problemas que se presentaban en diferentes áreas y que afectaban a vastos sectores de la población, si se le podía responsabilizar en cambio de haber creado expectativas de solucionarlos. Los más pesimistas llegaban incluso a asegurar al fin de la semana que, después de la agitación, quedaba demostrado que en el gobierno del "si se puede", por primera vez parecía que no se podía.
El Presidente Betancur había dicho en 1980 para una revista agraria. "Seguimos aferrados a la literatura patriótica, las fórmulas de momento y a la confianza en que el "coefciente de resignación" de los colombianos es ilimitado. Pero ese coeficiente de resignación está agotándose".
La semana pasada esas palabras parecieron cobrar una indiscutible actualidad.