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Once aspirantes se inscribieron como candidatos para la Alcaldía de Bogotá. El debate será intenso, pues el voto, de partida, está muy atomizado.

POLÍTICA

Nada está escrito

El próximo alcalde de Bogotá podría ser elegido con solo el 25 por ciento de los votos y varios de los candidatos inscritos tienen posibilidades de llegar a esa cifra.

13 de agosto de 2011

Nunca se había visto una campaña para la Alcaldía de Bogotá con tantos candidatos viables y de tan amplia trayectoria: tres exalcaldes (Enrique Peñalosa, Antanas Mockus y Jaime Castro), dos excandidatos presidenciales (Gustavo Petro y Mockus), dos exsenadores (Gina Parody y Petro), tres jóvenes con imagen positiva y buena prensa (David Luna, Carlos Fernando Galán y Gina Parody), y representantes de los principales partidos: David Luna, del Liberal; Dionisio Araújo, del Conservador; Carlos Fernando Galán, de Cambio Radical; Aurelio Suárez, del Polo Democrático. También hay abanderados de los partidos minoritarios con representación en el Congreso: Carlos Guevara, del Mira, y Gustavo Páez, del PIN. Un grupo de aspirantes que le da a la competencia por la Alcaldía de la capital una altura de nivel presidencial.

Con un hecho paradójico: como en las elecciones de alcalde no hay segunda vuelta, a diferencia de las de presidente, es probable que el próximo gobernante de Bogotá sea elegido con una votación muy inferior a la de sus antecesores. El millón de votos que obtuvo Samuel Moreno es un trofeo inalcanzable en una competencia en la que el voto está atomizado. Hasta podría ocurrir que el alcalde de Bogotá –cargo que se considera el segundo en importancia política después del presidente– sea elegido con menos votos que el gobernador de un departamento grande o que el alcalde de otra de las capitales principales.

El hecho de que se pueda aspirar a la victoria con una votación del orden del 25 por ciento de los sufragantes alimenta el optimismo de los 11 aspirantes inscritos. Todos tienen un argumento para respaldar la esperanza de ganar. Incluso los tres nombres que han aparecido en los primeros lugares de las encuestas –Enrique Peñalosa, Gustavo Petro y Antanas Mockus– que son los que tienen la imagen más negativa: todos rondan el 50 por ciento de animadversión, lo cual los haría inelegibles en un escenario de solo dos o tres candidatos, en el que se necesita una votación cercana al 50 por ciento.

En anteriores elecciones bogotanas, cuando ha habido un grupo numeroso de aspirantes se ha producido una polarización que, en la práctica, ha reducido la competencia a solo dos o tres candidatos. Había indicios de que algo semejante podría ocurrir en la actual contienda. Peñalosa y Petro se despegaron del pelotón y, dadas sus posiciones políticas, podrían aspirar a una especie de final entre opciones de derecha e izquierda moderadas. En el resto del grupo, los candidatos más jóvenes –Galán, Luna y Parody– esperaban lograr un papel de ‘tercería’ –tener el apoyo de quienes no se sentían identificados con ninguna de las candidaturas punteras– y hasta ahora cada uno de ellos ha pasado por algún momento en el que determinada encuesta fortaleció la hipótesis de que contaría con ese espacio.

Sin embargo, al cierre del plazo para las inscripciones de candidatos, el miércoles pasado, hubo sorpresas que alteraron el panorama. En particular, el ingreso al ruedo de Antanas Mockus, después de dos meses de especulaciones sobre el camino que optaría después de dejar el Partido Verde; de Dionisio Araújo, luego de un fuerte debate dentro del Partido Conservador sobre el dilema de apoyar a Peñalosa o presentar un candidato propio; y de Jaime Castro, quien logró el último aval que quedaba más o menos disponible, el de la Alianza Indígena Colombiana (Ainco), partido del cual se retiró Luis Fernando Rosas.

Más allá de sus reales posibilidades de ganar, Antanas Mockus, Aurelio Suárez, Jaime Castro y Dionisio Araújo cambiaron, con sus ingresos de última hora, la dinámica de la campaña. Mockus amarra apoyos a los que aspiraban los punteros –Peñalosa y Petro– y le disputa a Gina Parody la bandera de candidata independiente. Suárez, del Polo, alteró el clima de mansedumbre y cordialidad que hasta ahora caracterizaba los debates, con cuestionamientos directos a sus competidores, que han generado respuestas igualmente duras. Araújo impidió que el conservatismo consolidara, en torno a un Peñalosa respaldado por La U y sin un sector de los verdes, un proyecto que reunía a todo el uribismo de la capital.

Estos cambios de último minuto volvieron a barajar el juego. Hasta el momento, los discursos programáticos y las propuestas no han sido fundamentales para determinar el comportamiento de los candidatos en las encuestas. De hecho, no ha habido grandes diferencias. Más determinantes han sido las hojas de vida de los aspirantes y sus credenciales para enderezar el rumbo de una ciudad en crisis, cuyo alcalde está suspendido del cargo por el escándalo de la contratación. Este punto ha dividido a los de más experiencia –Peñalosa, Petro y Mockus– que quieren mostrar que saben gobernar, frente a los más jóvenes –Galán, Luna, Parody– que proyectan la imagen de renovación y de que harían las cosas de otra manera.

También hay factores de tipo político. La entrada de Álvaro Uribe a la campaña, con su apoyo a Peñalosa y la adhesión de La U a la misma causa, mantiene alejados a Mockus, Luna, Parody y Galán, que en los últimos años han estado muy distantes del expresidente. E incluso al conservatismo, donde la facción pastranista –encabezada por Telésforo Pedraza y un grupo de exministros que adhirieron a Luna– impidió el endoso azul a Peñalosa. Y aunque Bogotá no es una plaza en la que las fuerzas políticas son fuertes, el peso de las maquinarias adquiere importancia a raíz de que el voto de opinión está tan fraccionado entre un elevado número de candidatos. El apoyo de concejales, ediles y jefes políticos pesa a favor de Peñalosa, que cuenta con La U; de Luna, por su Partido Liberal, y de Galán, por lo que tiene a Cambio Radical. Tampoco se puede desestimar al Polo Democrático, que si bien está desprestigiado, ha gobernado por ocho años, en los cuales ha desarrollado una importante maquinaria y cuyos votantes son tal vez los más fieles.

La gran pregunta es si los dos meses y medio de campaña que restan serán suficientes para que el grupo se polarice entre Peñalosa y Petro, o se decante a tres o cuatro nombres realmente competitivos, o se formalicen alianzas. La verdad es que no hay cama para tanta gente, pero el periodo es corto, y pasadas las elecciones de consultas en marzo pasado, no hay procedimientos claros para que se unan, por ejemplo, proyectos afines como los de Luna, Galán y Parody, o los de Petro y Mockus.

Sin embargo, rondan versiones de que hay acercamientos, especialmente entre Carlos Fernando Galán y David Luna. El expresidente César Gaviria ha convocado a estos candidatos, en dos oportunidades, a su casa, y las declaraciones del jefe del liberalismo, Rafael Pardo, sobre la conveniencia de reunificar al Partido Liberal con Cambio Radical fortalecen esa opción. La idea se barajó a comienzos del año, pero las bases del liberalismo y de Cambio Radical se opusieron a llevarla adelante. Ahora tendría que hacerse con base en una encuesta (que favorecería a Galán) o de una consulta financiada por los partidos (que le daría ventaja a Luna). Pero ambos mecanismos son casi inviables por costos, falta de tiempo y carencia de consenso.

Las campañas por la Alcaldía de Bogotá en años anteriores se han definido en la recta final y todo indica que la edición de 2011 no será una excepción. Hasta ahora, cada candidato tiene lo suyo, a ninguno le alcanza para triunfar y la mayoría de los electores no se han decidido. Los debates por televisión, las estrategias, las propuestas y las hojas de vida, que siempre son definitivos, marcarán aun más la pauta en esta ocasión, porque hay varios que pueden ganar: no todos los 11 inscritos, pero sí varios de ellos.