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| Foto: Archivo Particular

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"Uno no defiende al pueblo, cuando está atacando gente de las clases populares"

La escalada violenta puso en el congelador las negociaciones de paz con el ELN. SEMANA habló con Carlos Medina, politólogo y experto en conflicto, sobre el momento por el que pasa le Mesa en Quito, la estrategia de la guerrilla y las opciones que hay de firmar otro acuerdo de paz.

30 de enero de 2018

SEMANA.: ¿Cómo ve el revés que sufrió la Mesa en Quito?

Carlos Medina.: El proceso de paz con esa guerrilla está pasando por la más profunda crisis desde que iniciaron las conversaciones. La situación es crítica y las posibilidades que hay -en lo inmediato- de resolverlas y proyectar la Mesa, son difíciles. 

SEMANA.: Además de la escalada violenta, ¿qué otras razones hay?

C. M.: El momento político que atraviesa el país hace que se presenten presiones y se instrumentalicen las decisiones que se tomen sobre de la Mesa. Esto se da en medio de una disputa política en la que unos partidos se van en contra de los que promueven la dinámica del proceso de paz. Enfrentamos una instrumentalización política de la crisis de la Mesa de Quito.

SEMANA.: Pero el ELN fue el que nos trajo hasta este punto, ¿no?

C. M.: El ELN no ha dado muestras de estar interesado en detener la ola de acciones militares que desde el 9 de enero viene impulsando. Se evidencia, de manera clara, que la unidad de mando -en relación con las decisiones que la organización debe tomar frente al proceso de paz de manera unificada- no está consolidada. Existen tendencias al interior del ELN que imponen sus criterios según la correlación de fuerzas que tienen en el campo de batalla. No haber tomado la decisión unificada de irse de la guerra hacia la política hace que el proceso sea más difícil. Ellos están apenas explorando en el marco de una concepción de guerra definida como una guerra de resistencia. 

SEMANA.: El ELN ya lleva un año sentado en la Mesa Quito, ¿eso no ha aflojado su postura frente a la negociación?

C. M.: La Mesa es una escuela de aprendizajes en términos de decisiones políticas. Así el ELN hubiese llegado con esa postura (exploratoria), si la Mesa comienza a desarrollarse y da resultados, seguramente la misma dinámica podría ir transformando su posición. 

SEMANA: ¿Qué evaluación hace usted del papel que ha tenido la guerrilla en la Mesa?

C. M.: El ELN está en esa Mesa de conversaciones de una manera en que resulta muy difícil poder avanzar en la construcción de un acuerdo final. Eso hace que uno comience a pensar en la inutilidad de la Mesa.

SEMANA.: ¿Por qué lo dice?

C. M.: El presidente Juan Manuel Santos se la ha jugado por ese proceso de manera amplia. Hay tres razones para pensarlo. Primero, se consiguió una agenda de conversaciones sobre medidas para el ELN. Es una agenda fundamentalmente metodológica no es sustantiva sino que abre el espacio a la participación de la sociedad. Son ellos quienes definan los temas neurálgicos. Segundo, porque se pudo llegar a un acuerdo de cese bilateral conforme lo solicitó la guerrilla. Fue un acuerdo con dificultades para el monitoreo y el seguimiento. Hubo incidentes pero se cumplió y alivio temporalmente las situaciones en algunos territorios. Tercero, la declaración de la suspensión de la Mesa no cierra las puertas a las posibilidades de retomar el diálogo e invita para que haya un cambio de actitud del ELN.

SEMANA.: Dramáticamente el ELN reactivó las hostilidades, ¿por qué?

C. M.: Las acciones fundamentalmente corresponden a una guerra de propaganda armada. Una guerra dirigida contra fuerzas indefensas con francotiradores y explosivos. Eso es una modalidad de guerra fácil de hacer. El agravante es que genera en la comunidad rechazo y frente a estas circunstancias la única posibilidad que tiene el Gobierno -en términos de poder avanzar- es exigirle al ELN que detenga ese modelo de acciones y pongan gestos concretos de paz.

SEMANA.: ¿Cómo está funcionando ahora el ELN?

C. M.: La correlación de fuerzas en su interior está del lado de quienes desean continuar con la confrontación. Esto, en contra de los que le apostaron a una Mesa de conversaciones y a una agenda.

SEMANA.: Así las cosas, ¿el balón está en la cancha del Gobierno o del ELN?

C. M.: El balón lo tiene amarrado el Gobierno. Ellos son los que deciden conversar con el ELN. Sin embargo, ellos tienen la posibilidad o no de dar muestras efectivas de querer -en la práctica- que ese diálogo avance. Hay que encontrar las rutas que conduzcan al desescalamiento humanitario del conflicto o el cese bilateral condicionado. No es tan fácil de resolver esa disyuntiva porque hay que tener en cuenta que los territorios donde hace presencia esa guerrilla no están solos y eso dificulta el trabajo de monitoreo. En las zonas donde están hay herederos del paramilitarismo, bandas criminales, narcotraficantes y disidencias de las Farc. Se trata de territorios que el Gobierno no puede abandonar y el ELN no ha entendido eso.

SEMANA.: En la negociación de La Habana se cocinó el cese hasta el final, ¿por qué en Quito está en el primer orden del día?

C. M.: La agenda del ELN condiciona su desarrollo a la participación y por ende al cese bilateral del fuego. Es una situación contraria a lo que pasó con las Farc que hizo un cese unilateral en una demostración de compromiso y se llegó a la tregua al final. En Quito, la situación es distinta por una sencilla razón: no se puede garantizar la participación de la sociedad civil en medio del conflicto armado. Uno no invita a la familia colombiana a un picnic en medio de un campo de batalla.

SEMANA.: ¿Cómo funcionan las estructuras armadas del ELN?

C. M.: El ELN ha tenido muchas dificultades para poder coordinar el trabajo urbano. Durante muchos años este tema se redujo a un trabajo logístico y acompañamiento de acciones armadas, más que la operatividad con autonomía suficiente. Formar una célula que opere a nivel local o territorial, especializada a nivel de comando especial, es muy factible. Esa forma de operatividad se ha usado para hacer tareas particulares. El problema surge cuando se cruzan las informaciones oficiales con comunicados locales y nadie da razón sobre la autoría de los hechos. Esto es porque está constituida por una única responsabilidad o una única orientación.

"No hay necesidad de que se produzcan hechos de guerra para que se construyan escenarios del diálogo"

SEMANA.: Explíquese...

C. M.: El ELN tiene una caracterización. Si ellos hicieron el hecho, se responsabilizan. Ahora, cuando la acción la hace un grupo en particular del ELN, la responsabilidad se tiene que tramitar al interior de la organización para que el organismo responsable de la conducción nacional, reconozca y asuma la responsabilidad de esa acción. El problema grave es que acá unos sacan un comunicado con tres líneas que hacen alusión al parte de guerra y por el otro lado salen cantidad de mensajes diciendo que no fueron ellos. Hay una indecisión en la información. Uno esperaría que el COCE y la delegación de la Mesa saque un comunicado oficial aclarando todo.

SEMANA.: ¿Qué lectura hace de las decisiones que viene tomando el ELN?

C. M.: La organización está en pie de guerra y eso sí es grave. Está bien que estén afrontando una serie de acciones de las fuerzas militares. Esa es la dinámica de la guerra, pero que se pongan en la disposición de desarrollar acciones de contestatarias que los posiciones como un grupo beligerante, no es pertinente en este momento. No hay necesidad de que se produzcan hechos de guerra para que se construyan escenarios del diálogo. Las dinámicas cambiaron. Antes se pensaba que si se lanzaba una gran ofensiva militar, se llegaba mejor a la mesa. Pero mentiras, usted llega bien a la Mesa si tiene la disposición para conversar y llegar a acuerdos.

SEMANA.: Ha sido crítico con el primer comunicado que salió sobre el ataque en Barranquilla, ¿por qué?

C. M.: En la Universidad Nacional conmemoramos los 50 años de la muerte de Camilo Torres y recuperamos su dimensión múltiple: es un buen ser humano. Definimos sus características y su situación como sacerdote, intelectual, docente, sociólogo, líder popular y político. Su vida en la guerrilla fue apenas de octubre 1965 a febrero 1966 cuando muere. Son cuatro meses. Si los tiempos hubiesen cambiado, como han cambiado, la postura de Camilo Torres Restrepo habría sido otra ya que él fue un hombre cambiante. Sin duda, él habría modificado sustancialmente su postura sobre el desarrollo de la guerra.

Sin embargo, como eso no se puede verificar, Camilo dejó una serie de cartas y mensaje donde hace claridad de muchas cosas. Por eso lo que he reclamado es que uno no desarrolla una guerra contra los pobres que están en defensa del Estado bajo circunstancias particulares. O bien, porque trabajan como policías o porque han sido reclutados como soldados. Usted no desarrolla una guerra contra policías y soldados que representan el pueblo en la fuerza pública. Estas son muertes que golpean a familias y al conjunto de la sociedad. Uno no puede decir que está defendiendo el pueblo cuando se están produciendo muertes de gente que provienen de las clases más populares. La guerra contra la oligarquía no toma su forma contra los pobres. Esa es una contradicción. Además, estamos en un momento de la historia en el que los escenarios democráticos tienen todas las posibilidades. 

SEMANA.: ¿Les anticipa el mismo final del EPL?

C. M.: Esa es una ruta que se podría tomar en consideración. En todos los procesos de paz habrá lugar para las disidencias. No todos llegan porque muchos se quedan ejerciendo el oficio de la guerra. Esto ya no se da en el marco de ideas políticas sino el oficio de la guerra en un escenario delincuencial y de acumulación de riquezas. Si usted pierde ese norte está por fuera de cualquier posibilidad de solución política y ahí no queda más que la descarga del poder de la fuerza y la justicia del Estado. Hay que establecer con claridad lo criterios de quién está con la paz y quienes con el desarrollo de la confrontación militar. La correlación de fuerzas no está definida y lo que parece es que hay unos que están en contra de quienes están con la paz. 

SEMANA.: ¿Por qué lo dice?

C. M.: Ellos no han tomado la decisión de irse de la guerra y están mirando por el retrovisor lo que está pasando con las Farc. Mire para donde vamos: los están matando y les están incumpliendo. Bajo esa lectura no son muchas las posibilidades argumentativas que tienen quienes en el ELN están por la paz, frente a los que están por el desarrollo del conflicto.

SEMANA.: En este punto, ¿qué tanto pueden jalonar la Farc?

C. M.: Ellos ya hicieron lo que podían hacer. Conversaron en La Habana y en Quito con el ELN. Ellos están lo suficientemente informados sobre el proceso y sus logros. Pueden seguir convocando a la guerrilla para que mantenga la Mesa, se amplíe, profundicen la democracia y para que tengan un escenario de participación. Pero en término de aporte, los aprendizajes en relación de las Farc ya se dieron. Ellos tienen que seguir su propia ruta y encontrar sus propios acuerdos. 

SEMANA.: A diferencia del proceso de La Habana, en este hay muchos interlocutores, ¿eso juega en contra o favor?

C. M.: Ha sido una desgracia que todo el mundo se la pase señalando cuál es la ruta que debe seguir ese proceso. Si la Mesa entrara en cónclave y discutieran las cosas internamente podrían avanzar de manera significativa. Ellos han tenido logros importantes como la agenda, el cese y las audiencias. Lo que uno esperaría es que todas esas personas que creen que pueden intervenir se callaran y dejaran a la delegación conversar. Eso ayudaría más. Ha habido un intervencionismo social, académico, intelectual y político negativo. Ahora se trata de retomar el camino, hacer conversaciones discretas, unificar el lenguaje hacia la sociedad, recuperar el nivel de confianza y responsabilidad con la nación. Finalmente, no llevar a los micrófonos lo que es de discusión de la mesa.