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Ni tan grande ni tan puro

Los jefes electorales no son concientes de que el voto de opinión puede ser todo un mito. Sin embargo se lo están peleando a muerte.

12 de febrero de 2006

El mundo político está muy movido. Los partidos y las fuerzas políticas están en pleno proceso de diseñar las listas que presentarán en las elecciones de 2006. Esta campaña para el Congreso es inédita. Por primera vez se hará a la sombra de una elección para la Presidencia, en la cual hay reelección y el presidente Álvaro Uribe es favorito. Y se hará, además, con nuevas reglas de juego, que obligan a la agrupación, premian a los partidos fuertes y castigan a la dispersión de listas. Hay dos ases claves para las elecciones: la maquinaria y el llamado voto de opinión. Lo cual quiere decir que para sumar votos, hay que tener una mezcla de organización partidista, que asegura una votación amarrada, y unos nombres que tienen acogida entre los electores y son capaces de sumar. Los 'nombres de opinión' son cada vez más vistos como el antídoto contra los políticos que ante la gente son "los mismos de siempre". Por eso no es gratuito que la frase que más repiten quienes hoy están organizando listas al Congreso sea "nuestra lista es de opinión". Hay una verdadera rapiña, entre partidos de todas las tendencias, por incluir en sus listas líderes con buena imagen y reputación. Cambio Radical, el partido de Germán Vargas, incluyó en su lista al senado al analista Alfredo Rangel, un académico experto en seguridad que nunca ha estado en una plaza pública y que no tiene ni un voto amarrado. También buscó, sin lograrlo, convencer al consejero presidencial Juan Lozano, para encabezarla. 'Trabajó' a Gina Parody, al sindicalista Mario J. Valderrama y a Juan Camilo Restrepo. Y para la Cámara por Bogotá, le abrió las puertas a Rafael Merchán, un joven tecnócrata con madera política. Este mismo partido anda a la caza de Juan Gabriel Uribe, director de El Nuevo Siglo y ex consejero presidencial del gobierno de Andrés Pastrana Juan Manuel Santos, coordinador del uribista 'Partido de la U', le ha apuntado a más de uno de los anteriores y a otros más. Invitó a Rodrigo Lara -hijo del ministro asesinado Rodrigo Lara Bonilla- a lanzarse al Senado. También llamó a Simón Gaviria -hijo del ex presidente César Gaviria- y al concejal David Luna para que hicieran parte de su lista a la Cámara por Bogotá. Estos declinaron, para encabezar la misma lista, pero en el movimiento de Enrique Peñalosa. Por su parte, Peñalosa le coqueteó a Parody y a Lucrecia Ramírez, esposa del alcalde de Medellín y quien ha hecho un importante trabajo para dignificar el papel público de la mujer. Por el lado de la oposición, los partidos también se pelean nombres que podrían darles una imagen más técnica y menos política a sus listas. Las directivas del Polo Democrático invitaron a dos pastranistas a hacer parte de sus listas al Senado. A Camilo Gómez, ex comisionado de Paz, y a Juan Camilo Restrepo, ex ministro de Hacienda. Y la idea del alcalde Lucho Garzón de vincular a María Emma Mejía en alguna lista es un secreto a voces. En el caso del Partido Liberal, el ex presidente y jefe único, César Gaviria, tiene reservados 10 cupos para 'candidatos de opinión'. El partido incluyó a Juan Manuel Galán, hijo de Luis Carlos Galán, en la lista a Senado. También a José María Villanueva, un pastor con caudal electoral asegurado. Y se disputa con la lista que formará la representante Parody, el nombre del politólogo Ricardo Santamaría para encabezar la Cámara por Bogotá. Pero, entre todos los partidos y movimientos, la mayor rapiña por candidatos de un perfil más mediático, se ha dado entre los partidos uribistas como Cambio Radical y el de la 'U'. Ambos buscan desarrollar una estrategia que les permita combinar 'manzanilla' y 'opinión', para llegar a distintos electorados. En el caso del Partido de la U, el afán por buscar personas que les limpien la imagen a los grandes caciques que integran su lista al Senado, es evidente. "Son personas que nos ayudarán a superar la percepción de que muchos tenemos pasado político. Por eso Juan Manuel anda buscando por todas partes candidatos de opinión", dijo a SEMANA uno de los integrantes de la lista al senado por la 'U'. Es que este partido tiene el doble reto de tener listas que parezcan consecuentes con los discursos de renovación y transparencia que promovió el primer mandatario desde cuando estaba en campaña, y de lograr el mayor número de curules para garantizar su gobernabilidad en caso de que sea reelegido. Estos puestos en el Congreso los logrará poniendo a andar viejas pero sofisticadas maquinarias electorales de candidatos como Fuad Char, Aurelio Irragorri, Luis Eduardo Vives, José Name y Habib Merheg. Pero también limpiando la imagen de politiquería que estos caciques imprimen a su lista, con nombres nuevos. Por eso, Santos rechazó la entrada de las parlamentarias Rocío Arias y Eleonora Pineda a sus listas. Como lo reconoce el precandidato liberal Rodrigo Rivera, el uribismo "tiene ese dilema entre ser independiente y de maquinaria. Entre ser urbano o ser rural. Entre tener los votos o la opinión y la imagen". La idea del voto de opinión no es nueva. Tiene origen en los discursos de cambio que planteó Galán en los 80 para abrirle el paso a una nueva generación de políticos; en la batalla contra la politiquería que representó la Asamblea Constituyente y en la llegada al poder de representantes de fuerzas políticas distintas al bipartidismo como la AD M-19 y la Nueva Fuerza Democrática, en su momento. Después, el triunfo de Antanas Mockus en la Alcaldía de Bogotá fortaleció la idea de que todos aquellos que hagan política por fuera de los partidos, serán mejores gobernantes. Cada vez es más común que quienes ganan las elecciones lo hagan a costa de reconocer que no son políticos. Además de Mockus, Peñalosa y Garzón en Bogotá continuaron con esta idea de independencia, y el propio Álvaro Uribe inscribió su candidatura presidencial a nombre del movimiento Colombia Primero y no del Partido Liberal, del que siempre había hecho parte. En el Congreso ocurrió lo mismo. En la década pasada llegaron a él actores, directores de cine, presentadores de televisión y deportistas como Sergio Cabrera, Alfonso Lizarazo y María Isabel Urrutia. Sin duda, el clientelismo y las viejas prácticas hastían a los electores colombianos. Pero no necesariamente todo aquel lejano a la política está preparado para ejercerla. "Defender el voto de opinión es defender un formato gomelo de presentar a los candidatos. Es rechazar la esencia de la política", afirma el prestigioso politólogo Francisco Gutiérrez. La pugna por los candidatos 'de opinión' también se ha intensificado por una criatura de la reforma política: el voto preferente. Esta opción permite incluir en una lista candidatos considerados tradicionales e independientes, que no necesariamente comparten estilos ni ideologías. ¿Qué tienen en común un académico como Alfredo Rangel y un político como José Renán Trujillo? ¿O un conservador como Juan Gabriel Uribe, con un representante de los sectores sindicales como Jaime Dussán? La idea del voto de opinión parte de dos supuestos. Que las clases medias votan informadas y que los incentivos que tiene un votante para apoyar un candidato de opinión son puros y transparentes, mientras los que tiene otro para respaldar a un político tradicional son sucios. Pero, ambos supuestos son riesgosos. Los estudios sobre el clientelismo en Colombia muestran que las clases medias también han sido protagonistas del mismo. Además, la política cara a cara, la de barrio, la que no sale en los medios de comunicación, no necesariamente es corrupta. Hay gente que vota por políticos tradicionales sin que le den una teja o un cupo en una escuela. Defender el voto de opinión como el voto salvador es juzgar de antemano a quienes optan por la política como carrera. El voto de opinión puede ser todo un mito. De una parte, porque la torta del electorado que no vota por incentivos clientelistas es menor de lo que se piensa. De otra, porque el voto 'amarrado' o de filiación partidista también es de opinión. Pero todo indica que los líderes electorales no son conscientes de esta realidad y, mientras tanto, la pelea por el 'voto de opinión' no se detiene...