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Heidy Johana desapareció cuando cumplía 10 años. | Foto: SEMANA

JUDICIAL

La historia de la muerte de la niña de Cota

Andrea Manrique cuenta la historia que terminó con la muerte de su hija de 10 años.

4 de diciembre de 2013

La última vez que Andrea Manrique Ochoa vio con vida a su niña, Heidy Johana, fue el pasado martes 26 de noviembre cuando se despidió de ella. La pequeña dormía sobre una almohada en forma de corazón. Su progenitora le dio un beso y se fue a trabajar a una casa de familia.

Ese día, como de costumbre, Andrea se levantó temprano, despertó a su hijo, preparó el desayuno para su actual pareja, Efraín Arias, quien llegaba de prestar vigilancia en una finca de Guaymaral, y salió rumbo al colegio a dejar al niño. De allí se iría al trabajo.

La noche previa compartieron en familia, acostados viendo televisión y jugando dominó, como lo hacían cada lunes. Sin embargo, ella notó en ese momento que el comportamiento de Efraín, su compañero sentimental y padrastro de los niños desde hace seis años, era extraño.

En su mirada, dijo Andrea, se notaba algo raro, pero nada que la inquietara. Veinticuatro horas después, él, vía celular, reportaba la desaparición de Heidy Johana en extrañas circunstancias.

Para ella simplemente se trataba de un extravío o de una estadía pasajera donde una compañerita de clases. Cursaba tercer grado de primaria en el colegio Enrique Pardo de la Moya de Cota (Cundinamarca). Pero la insistencia de Efraín era tanta que comenzó a dudar de él. Y empezó a imaginarse lo peor.

En la mañana del miércoles 27, día en el que Heidy Johana cumplía 10 años, la pareja se sentó a hablar en el comedor. Efraín, de forma misteriosa, le manifestó que ese era su día y luego, se dividieron la búsqueda. Ella al lado de un investigador de la Policía y él, solo.

A las 11:00 a. m. se reencontraron sin resultado alguno. “Era como si hubiera querido decirme algo”, añadió Andrea, al notar escasas lágrimas en los ojos de Efraín.

En la noche, cuando él cuidaba una finca de Guaymaral, Andrea recibió una llamada desalentadora de Efraín. En la comunicación le imploraba que lo perdonara, además de pedirle que cuidara de ahora en adelante al niño. “Le dije que dónde estaba la niña, que no me hiciera eso. Él se quedó callado y la llamada se cortó”, dijo Andrea a Semana.com.

En la mañana siguiente, labriegos de la misma finca donde se conocieron Andrea y Efraín lo hallaron colgado de un árbol. Su cuerpo estaba suspendido con un alambre dulce, el mismo con el que encontraron atado el cuerpo de la pequeña Heidy, según explicó el comandante de la Policía de Cundinamarca, coronel Fernando Torres.

El cadáver de la niña fue encontrado este martes por trabajadores de una finca situada en los límites entre la localidad bogotana de Suba y el municipio de Cota. El oficial detalló que el cuerpo de Heidy Johana estaba atado a un elemento que hacía que se sumergiera y fuera difícil verlo.

En una primera inspección, al parecer no presentaba señales de violencia con arma blanca o de fuego. Para Andrea Manrique Ochoa la evidencia que la llevó a pensar que el autor de la muerte de su hija fue su compañero sentimental es la del alambre dulce que ataba ambos cuerpos y que le fue entregado por agentes de la Sijín. Pero además él fue el último en verla. “Yo no le hice nada malo, no sé por qué lo haría”.

¿Qué llevó a este hombre a asesinar a la menor? Aparentemente lo invadieron los celos ya que ella pretendía abandonarlo ante el maltrato físico que venía sufriendo desde un mes atrás. Es más, Andrea ya se había comunicado con su expareja, Marcelo Peñalosa, para dejarle la niña en custodia mientras se refugiaba en algún municipio del departamento de Santander.

“Quince días atrás sostuvimos una fuerte discusión en la que hubo golpes de parte y parte”, dijo Andrea. Pero nunca pensó que las cosas terminaran tan mal porque Efraín amaba a los niños, aunque la había amenazado diciéndole que él prefería estar muerto y no perderla.

Este jueves el cuerpo de la niña cuya desaparición movilizó a la Policía y al cuerpo de bomberos de Cundinamarca será enterrado. Mientras tanto queda el dolor de una familia y el rastro de una violencia contra los menores que nos detiene en Colombia.