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La última adhesión que recibió el candidato de ‘la U’, Juan Manuel Santos, fue la de Cambio Radical y su jefe, el ex candidato presidencial Germán Vargas Lleras, con quien apareció el viernes en un acto político en Barranquilla.

CAMPAÑA

No hay cama pa' tantos

Santos sigue sumando apoyos con un discurso de 'unidad nacional' y con pactos programáticos, pero no va a ser fácil cumplirle a todo el mundo.

12 de junio de 2010

La fuerza política de Juan Manuel Santos sigue en ascenso. Esta semana, como se había anticipado, la bancada de Cambio Radical en presencia de su jefe, el ex candidato Germán Vargas Lleras, votó a favor de adherir a la campaña de la U. Con los apoyos anteriores del conservatismo y del bloque mayoritario del liberalismo, la 'unidad nacional' ha atraído a todos los partidos con excepción de los verdes y del Polo Democrático.

Con los últimos respaldos obtenidos, Santos ha logrado reunir una coalición parlamentaria mucho más grande que la que acompañó a Uribe. En caso de llegar a la Presidencia, como vaticinan las encuestas, las mayorías gobiernistas en el Congreso serían las más amplias en muchos años. En el Senado están asegurados los 27 miembros de la U, 23 del Partido Conservador y ocho de Cambio Radical, que son los tres partidos que se han sumado en forma institucional a la causa santista. Se agregarían por lo menos diez de los 18 del Partido Liberal -que por ahora ha dejado en libertad a sus miembros pero que no ha cerrado las puertas a un acuerdo de toda la bancada, después de elecciones- y ocho del PIN, que dice que apoyará a quien continúe las políticas de Uribe, pero Santos ha rechazado cualquier tipo de apoyo de ese movimiento. Más del 80 por ciento. En la oposición solo quedarían ocho senadores del Polo Democrático y cinco del Partido Verde, aunque algunos voceros de este último -como Enrique Peñalosa- no son partidarios de "oponerse a todo".

Las magnitudes que ha alcanzado la convocatoria del acuerdo para la 'unidad nacional' ya empiezan a suscitar reflexiones sobre su naturaleza y sus efectos. Es claro que el llamado de Juan Manuel Santos no tiene como único objetivo fortalecer sus posibilidades de victoria en la segunda vuelta. Según dos encuestas publicadas esta semana, el candidato de la U le lleva una enorme ventaja a Antanas Mockus, que hace casi seguro su triunfo definitivo. Según una encuesta de Invamer-Gallup para Caracol, El Espectador y los diarios regionales, la intención de voto se reparte en 66,5 por ciento a favor de Santos y 27,4 para Mockus. Otra, del Centro Nacional de Consultoría para CM&, les otorga respectivamente 60,8 por ciento y 28,3. Es claro, en consecuencia, que el triunfo de Juan Manuel Santos no depende de las adhesiones de partidos.

En cambio, la convergencia de todas las fuerzas tiene sentido desde el punto de vista de la gobernabilidad. Rodrigo Rivera, gerente político de la campaña de la U y gestor de la conquista de un alto porcentaje de la clase política, ha dicho que el objetivo principal de la 'unidad nacional' es asegurar el consenso en torno a algunos aspectos esenciales, y pone como ejemplo el Pacto de la Moncloa que suscribieron los partidos políticos de España después de la transición a la democracia. Aunque los dos gobiernos de Álvaro Uribe contaron con mayorías parlamentarias, Rivera y otros santistas consideran que ellas no funcionaron en forma adecuada y fueron un freno para la ejecución de la agenda de gobierno.

La gran pregunta, sin embargo, es si los apoyos de los partidos limitan o amplían la capacidad de gestión. Porque si bien se requieren mayorías para aprobar los proyectos de ley de iniciativa del Ejecutivo, el consenso se vuelve difícil cuando hay tantas voces que intervienen. Más aún cuando la aspiración de los partidos que apoyan al gobierno es entrar a formar parte de la repartición de cuotas burocráticas. Si Santos llega a la Casa de Nariño y quiere mantener en el redil a todas las fuerzas que lo están apoyando, tendría que echar mano de una gran habilidad para tener contento a todo el mundo.

Su partido, la U, se considera con derecho propio a la mayor participación en virtud a su lealtad y a su carácter mayoritario. Los conservadores aspiran a mantener los altos niveles de cuotas que alcanzaron durante la era Uribe, en la que fueron muy bien tratados. Cambio Radical, que estuvo en la coalición gobiernista pero se retiró porque se opuso a la segunda reelección de Uribe, también sueña con recuperar lo que tuvo. Y los liberales, sedientos después de 12 años de desierto burocrático -cuatro con Andrés Pastrana y ocho con Uribe-, consideran que pueden cobrar alto por su 'pase' de reingreso. ¿Cómo establecería Santos las prioridades frente a tanta aspiración?

Todo indica que Juan Manuel los quiere a todos, pero no es claro que haya cama para tanta gente. Aunque en el pasado ha dado muestras de habilidad en el manejo político, su capacidad de negociación frente al Congreso dependerá -al menos en parte- de la magnitud de su inminente victoria en la segunda vuelta. Una votación alta aumentaría su margen de maniobra para no repartir puestos y un triunfo lánguido fortalecería la capacidad de negociación de los parlamentarios.

Tampoco va a ser fácil acercar las diferencias ideológicas. Casi todas las adhesiones se han hecho con base en acuerdos programáticos, y Santos ha acuñado un discurso conciliador para anunciar que adoptaría los principales aportes de todos los partidos, e incluso de los candidatos derrotados en la primera vuelta. Pero estas plataformas tienen énfasis distintos y orientaciones diversas. Es fácil hacer pactos ideológicos en época electoral porque no requieren detalles ni precisiones, ni existe la obligación inmediata de fijar prioridades. El propio Juan Manuel Santos anunció el martes pasado en Cali diez puntos que en su entender marcan la convergencia de los acuerdos programáticos. Los planteamientos son generales y atractivos, y facilitan el consenso. Pero en algún momento tendrá que ponerle orden y línea programática a lo que, por ahora, es una colcha de retazos.

No hay duda que el candidato de la U ha fortalecido su posición para segunda vuelta con su discurso de unidad y su disposición a aceptar acuerdos programáticos. Y eso es lo que importa en una campaña. Fijar prioridades es una tarea de gobierno, que es muy distinta a la de sumar votos. Falta ver si podrá hacerlo sin decepcionar a algunos de sus actuales aliados, pero ese es un problema que Santos puede posponer -si es Presidente- hasta después del 7 de agosto.