Home

Nación

Artículo

NO HAY POR QUE LLORAR

Las elecciones del domingo le dieron a Andrés Pastrana lo único que le faltaba para ser un candidato óptimo en 1998: una derrota.

18 de julio de 1994

A PESAR DE LAS LAGRImas, Andrés Pastrana no se debió haber ido del todo triste a la cama en la madrugada del lunes. A esa hora comprendía muy bien que, no obstante su apretada derrota, nadie lo miraba como a un perdedor. Por el contrario, hay consenso general en que hoy tiene tanto o más futuro político que cuando se lanzó en febrero. Si en 1982 Luis Carlos Galán se volvió presidenciable con dos millones de votos menos que Belisario Betancur, Pastrana, a 120.000 de Samper, ocupa ya el primer puesto en la cola de los aspirantes a inquilino de la Casa de Nariño. Y no sólo por haber estado cerca del triunfo, sino por la dimensión política de sus 3.5 millones de votos.

Pastrana tuvo que enfrentarse a toda la maquinaria liberal, al grupo económico más poderoso del país y a gran parte de los medios de comunicación. Un episodio nada fácil para él fue la escogencia de su vicepresidente. No alcanzó a convencer a la canciller Noemí Sanín para que integrara la llave conservadora, porque ella consideró que debía acompañar al presidente Gaviria hasta su elección a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA). En ese momento tomó una decisión que inicialmente todo el mundo consideró un paso en falso: la selección del ministro del Trabajo, Luis Fernando Ramírez, como su compañero de fórmula. Con el transcurso de los días se demostró que la escogencia de Ramírez fue uno de sus aciertos. Aunque era prácticamente desconocido, se convirtió en una estrella dentro de la campaña y en una figura ascendente dentro del panorama político colombiano.

Todas estas decisiones desembocaron en la mayor votación en la historia del Partido Conservador. No les ganó a los liberales pero qué susto el que les metió. Sus tropas juveniles le dieron un aire de renovación a la política, y si todas las quinceañeras que suspiraron por él este año salen a votar dentro de cuatro, nadie sabe lo que puede pasar.

El joven candidato libró una campaña muy profesional y con mucha altura. Si bien sus conocimientos no descrestaron, sus actitudes, elegantes y gallardas, sí. A pesar de su corta edad, 39 años, se mostró como una persona pragmática con muchas condiciones y grandes dosis de sentido común. Los votos que logró no fueron tanto por ser el Presidente que los colombianos querían, sino más bien por representar el hijo que anhela tener toda madre, el padre que quiere tener toda hija, el novio que sueña tener toda mujer y así sucesivamente. Esta coalición de minorías lo convirtió en un ídolo nacional, lo que le permitió poner en jaque al "gran Partido Liberal".

Es indudable que a partir de esta semana no sólo se perfila como el jefe del Partido Conservador, sino como un candidato que va a ser muy difícil de derrotar en 1998. Este año fue un hueso duro de roer, y en los próximos cuatro años tendrá la posibilidad de prepararse y estructurarse más, lo cual le dará unos quilates adicionales.

Por todo eso es imposible no asimilar al Andrés del 94 con el Belisario modelo 78. Hace 16 años, cuando Betancur reconoció la derrota ante Turbay, dijo que esa misma noche comenzaba su campaña presidencial con miras a las siguientes elecciones. El domingo, a las 9 de la noche, Pastrana hizo lo mismo. Aceptó la victoria de Samper, lo felicitó y anunció que continuará en busca de la Presidencia.

Pero en la vida no hay mal que por bien no venga. Pastrana tenía casi todas las condiciones para ser un buen candidato y probablemente un buen presidente. Pero le faltaba solamente una: una derrota. No hay nada más peligroso que los triunfadores absolutos cuando llegan al poder demasiado jóvenes. No han vivido las vicisitudes ni los altibajos que tendrán que enfrentar en el ejercicio del poder. Un revés y cuatro años de maduración podrían convertir a quien fue un gran candidato, en un gran presidente.-