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NO HAY QUINTO MALO

Con el nombramiento del nuevo Ministro de Defensa se neutralizaron los militares y se abrió la puerta para un experimento de paz cuyos alcances son aún impredecibles.

21 de abril de 1997

Despues de varios meses en los que nada parecía salirle bien al presidente Samper, la semana pasada se le apareció la Virgen. Y esta vez fue una virgen paisa. Cuando muchos daban por descontado que encontrar el reemplazo de Guillermo Alberto González en el Ministerio de Defensa iba a ser una labor difícil, que tomaría porlo menos un par de semanas, Samper sacó de la manga un as que nadie esperaba. Con el nombramiento del Gilberto Echeverri Mejía no sólo logró superar la crisis en apenas un par de días sino que además consiguió dejar contento prácticamente a todo el mundo en un momento en que esto parecía imposible.
La hoja de vida de Gilberto Echeverri es mucho más que la de un hombre honesto. El es de esa clase de personas que gozan de prestigio y credibilidad tanto dentro del sector público como del privado. Ex consejero presidencial, ex ministro y ex embajador, ha sido también una de las personas de confianza del empresariado nacional, para el que ha trabajado en varias ocasiones, y quizás uno de los cinco hombres más importantes de Antioquia. De espíritu conciliador por naturaleza, se ha caracterizado siempre por ser un hombre amable pero recio y decidido. Aunque ha ocupado varios cargos públicos, ha llegado a la mayoría de ellos por mérito propio y sin deberle favores políticos a nadie. Es por esto que es considerado como un hombre de extracción liberal pero independiente, amigo del Sindicato Antioqueño y del empresariado paisa, pero autónomo. A esta larga lista de cualidades que todos le reconocen, Gilberto Echeverri suma además una característica que fue decisiva para el Presidente a la hora de nombrarlo: es una de las pocas personas que de entrada contaba con la aprobación irrestricta del general Harold Bedoya, de quien no sólo es buen amigo sino también compañero de batallas ya que trabajaron juntos entre 1990 y 1991 cuando Echeverri era gobernador de Antioquia y Bedoya comandante de la IV Brigada con sede en Medellín. Después de los evidentes roces que generó entre el Presidente y la cúpula militar el accidentado paso de Guillermo Alberto González por el Ministerio de Defensa, encontrar una persona que no sólo no generara resistencias sino que además produjera confianza inmediata entre los generales era una condición difícil.
No obstante sus cualidades, el sí de Gilberto Echeverri resultó sorprendente para muchos y en particular para los antioqueños. En primer lugar porque desde hacía varios meses se había declarado retirado de la actividad pública y, en segundo, porque no ha sido nunca cercano ni a Samper ni al samperismo y era considerado más bien crítico del gobierno. Paz paisaLa llegada de Gilberto Echeverri al Ministerio tiene dos implicaciones muy importantes. La primera de ellas es el efecto que ésta pueda tener sobre el proceso de paz que desde hace más de un año adelanta en Antioquia como miembro de la comisión facilitadora creada por el gobernador Alvaro Uribe Vélez.Aunque los miembros de esta comisión, encabezada por el presidente de Proantioquia, J. Mario Aristizábal, han mantenido un perfil muy bajo, el proceso de acercamiento que han llevado a cabo con la guerrilla y los paramilitares es quizás uno de los más serios que se ha hecho en Colombia. Echeverri Mejía, quien al igual que Uribe Vélez es un hombre que cree que la fórmula para llegar a un acuerdo debe ser una combinación de mano dura y negociación, se había dedicado junto con los demás miembros de la comisión a recorrer Antioquia, incluidas las cárceles, para hablar con los dos bandos, tratando de entenderlos y de buscarle alternativas al conflicto. La semana pasada este esfuerzo empezó a dar sus frutos. A la propuesta de la comisión facilitadora de sentar a conversar guerrilla y paramilitares, éstos últimos respondieron aceptando la posibilidad de un diálogo y ofreciendo una tregua de 30 días. La guerrilla, por su parte, ha manifestado que si las autodefensas consienten en conversar, ella también estaría dispuesta a hacerlo.
Esto significa que si las cosas siguen por el rumbo en que van, el país podría ver dentro de pocas semanas por primera vez a guerrilleros y paramilitares frente a frente en la misma mesa hablando de paz en un experimento cuyos alcances son aún impredecibles. Hasta ahora todas las treguas y negociaciones se habían hecho entre el Ejército y la subversión. Esta sería la primera vez que dos bandos del conflicto se sentaran a conversar entre ellos.

Los de Everfit

La misión más delicada de Echeverri Mejía, sin embargo, es la de recuperar la golpeada credibilidad en el Ministerio civil de Defensa. Esta institución, que nació en 1991 en medio del entusiasmo colectivo, se encuentra hoy en la puerta de la sala de cuidados intensivos. No tanto porque los civiles deseen acabar con ella sino porque los militares están descontentos con su aplicación. La mejor prueba de ello fueron las declaraciones del general Bedoya poco después de la renuncia de Guillermo Alberto González, cuando en una concurrida rueda de prensa prácticamente le exigió al Presidente las condiciones que debía reunir el nuevo Ministro de Defensa. "No se puede estar nombrando ministros cada tres o cuatro meses. Se necesitan personas con calidades morales, éticas y profesionales que merezcan el reconocimiento de las Fuerzas Armadas", dijo.
La beligerante actitud de Bedoya, que en otras épocas habría sido considerada suficiente para llamarlo a calificar servicios, apenas generó en el presidente Samper un leve tirón de orejas en público, que el propio Bedoya desestimó al día siguiente sin darse siquiera por aludido. El tono empleado por Bedoya dejó en claro no sólo que los militares no estaban dispuestos a aceptar más equivocaciones en la escogencia del ministro de Defensa, sino también la debilidad del gobierno frente a las Fuerzas Armadas. Una de las razones por las cuales el Presidente no podía llamar a calificar servicios a Bedoya es porque la mayoría de los colombianos pensaba como él. Es decir, que el país no puede seguir desgastándose nombrando ministros que a los pocos días resulten cuestionados.
La transición del uniforme al Everfit se llevó a cabo con Rafael Pardo, quien fue un gran ministro. Desde hacía varios años se venía preparando en este campo, primero como consejero de paz durante el gobierno de Virgilio Barco y luego como consejero para la seguridad nacional durante el primer año de la administración Gaviria. Su conocimiento del tema y las estrechas relaciones que durante esos años había establecido con los militares le crearon dentro de los generales un ambiente de confianza y respeto.Aunque no tenía la trayectoria de Pardo, Fernando Botero fue inicialmente un ministro tan exitoso como su antecesor. A pesar de su juventud se granjeó pronto el respeto del alto mando, el cual mantuvo hasta su caída. El derrumbe de Botero fue el final de la luna de miel. Para Juan Carlos Esguerra la llegada al Ministerio de Defensa no fue fácil. Los generales que habían sido ascendidos por Botero veían a Esguerra como un reconocido catedrático y hombre de bien y lo respetaban como jurista pero le seguían obedeciendo a Botero, quien conservaba su poder aún estando en la cárcel. Sólo cuando Esguerra pudo nombrar su propia cúpula la situación cambió. Con Guillermo Alberto González la crisis tocó fondo. Desde que reconoció la "relación social" con Pastor Perafán, poco antes de posesionarse, los militares empezaron a mirarlo con desconfianza. Cuando apareció el cheque la indignación fue total. El descontento de los generales se produjo más que por la aceptación del cheque por la aceptación del cargo sabiendo que existía el cheque.
Es por esto que la llegada al Ministerio de Defensa de un hombre como Gilberto Echeverri, que cuenta de entrada con la simpatía de los generales y particularmente de Bedoya, significa el regreso de la credibilidad en el Ministro civil de Defensa. Esto no quiere decir, sin embargo, que la batalla esté ganada. No obstante sus cualidades, Echeverri, como Esguerra y González, llega al Ministerio prácticamente virgen en conocimientos sobre el tema militar y, aunque tiene un compromiso claro con la paz, no es mucho el tiempo que le queda para convencer al gobierno, a la guerrilla, a los paramilitares y el alto mando de las bondades de su propuesta pacificadora. En palabras de un antiguo asesor del Ministerio de Defensa, "aunque las intenciones de Echeverri son auténticas, cualquier propuesta de paz va a tener dentro del alto mando una resistencia que no va a ser fácil de vencer, y ese será su gran reto" .