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“No más de lo mismo”

En su breve paso por Bogotá el ex alcalde Enrique Peñalosa se destapó con SEMANA. Dice que ante la guerra debe haber un plan de choque que combine autoridad con creatividad.

1 de marzo de 2002

SEMANA: ¿Cómo ve el país después del rompimiento del proceso de paz?

Enrique Peñalosa: La gravedad de la situación es inmensa, pero no porque se hayan suspendido los diálogos sino porque el obstáculo más grande a la inversión privada se volvió el problema de orden público y sin inversión no hay empleo. Usted va a cualquier barrio de Bogotá, al barrio más pobre, que no tiene alcantarillado, que no tiene pavimento, que tiene las carencias más dramáticas, y lo que la gente le pide es seguridad. Aquí no habrá inversión sino se arregla el orden público. Cuando fui alcalde estuve vendiendo la Empresa de Teléfonos de Bogotá, una empresa que produce 200 millones de dólares de utilidades al año, y no logramos interesar a nadie en el mundo. Una empresa que incluso está en Bogotá y no en el Caquetá. Por eso Colombia necesita hacer una gran inversión militar y social. Una sociedad con vocación de supervivencia manda sus mejores recursos a su problema más crítico. Si usted se corta en el brazo mañana, su cuerpo manda sus leucocitos y sus mejores recursos a protegerlo de infección. Si el problema más crítico hoy es el del orden público, entonces necesitamos que la sociedad dedique los mejores recursos para combatirlo.

SEMANA: ¿Pero de dónde si el país está quebrado?

E.P.: No podemos emprender una solución de largo plazo. Es un tratamiento de choque, un esfuerzo monumental lo que se necesita. No podemos hacer más de lo mismo. Pensar que porque va a haber otras personas las cosas van a cambiar es ingenuo. Las medidas tienen que ser totalmente nuevas, distintas.

SEMANA: Como, por ejemplo, ¿cuáles medidas?

E.P.: Hay que partir de un aspecto positivo y es que por primera vez, creo yo, hay un consenso nacional en contra de la guerrilla. Tiene cero apoyo político. No creo que sean delincuentes comunes, son políticos comunes que quieren el poder y no saben para qué.

Ahora, sobre esa base, se tienen que tomar medidas. Por ejemplo, permitirle al Ejército que si tiene la información de que hay personas que son guerrilleras las pueda capturar y retener de manera expedita, con procedimientos más expeditos aunque menos ortodoxos.

Segundo, los medios de comunicación deben crear conciencia de la necesidad de unir a todo el país. Mientras en Estados Unidos la revista People tuvo en su carátula a 20 mujeres con sus bebés en los brazos, y cuyos padres habían muerto en la tragedia del World Trade Center, en Colombia veo en la tercera página de un periódico, perdido por allá abajo, que un ataque de la guerrilla en Aquitania (Boyacá) mató a un niño de 12 años y dejó a otro de 13 sin una pierna. Esa noticia pasó inadvertida, cuando ha debido tener un despliegue que conmoviera a los lectores. Hay un problema de comunicaciones y eso se llama falta de liderazgo...

SEMANA: ¿Cree que los medios no han estado a la altura de la situación?

E.P.: Los periodistas no pueden estar pensando que son unos informadores objetivos de un conflicto entre dos partes ajenas a ellos. Ellos son una de las partes. Ellos están de parte del Estado.

SEMANA: ¿Cuál otra medida cree necesaria?

E.P.: Un tercer punto sería prohibir absolutamente el porte de armas de fuego. Solamente las personas vinculadas de alguna manera con los organismos de seguridad podrían llevarlas. Y a quien se le encuentre con un arma se va a la cárcel por dos años.

Y, en cuarto lugar, hay que atacar a las cabezas de la guerrilla. Lo importante no es dar de baja a 30, 300 o a 3.000 guerrilleros. Con eso no sacamos nada. La guerra tiene que ser básicamente un esfuerzo policivo y de inteligencia para capturar a los dirigentes.

SEMANA: ¿Está entonces de acuerdo con un estatuto antiterrorista?

E.P.: Una ley de emergencia, de seguridad o antiterrorista, o como se le denomine, puede escandalizar a los juristas más puros, pero estamos en un proceso de desintegración de la sociedad donde se nos está yendo nuestra gente. Nosotros no podemos esperar que esto colapse del todo. Yo prefiero algún tipo de institucionalidad, por precaria que sea, pero no los paramilitares. Yo prefiero unas instituciones con todas sus falencias, unas instituciones que sean expeditas aunque en el camino se cometan algunas injusticias, pero que por lo menos es el Estado el que cometa los errores.

SEMANA: Parece más duro que Uribe…

E.P.: No es un problema de dureza sino de entender la grave situación que está viviendo el país y tomar las medidas necesarias a corto plazo para sacarlo adelante. Lo que pasa es que en Colombia se confunde autoridad con autoritarismo y respeto a las normas con fascismo. La gente debe entender que no sólo es necesario respetar unas reglas para vivir en comunidad sino que al respetarlas se benefician los más débiles. Yo lo que veo es que la única manera de ganar la guerra es que haya una participación y unión total de la sociedad.

SEMANA: ¿Por qué cree que no nos hemos unido?

E.P.: Porque la zona de distensión produjo una situación esquizofrénica. Es muy difícil motivar a las Fuerzas Armadas, a personas que se tienen que hacer matar por la sociedad, cuando a la vez los líderes principales de esa sociedad están dándose abrazos y besos con los guerrilleros en todos los medios de comunicación.

También nos ha faltado mucho liderazgo para explicar qué es lo que estamos defendiendo. Ganar la guerra no es el fin, como muchos piensan, sino el medio para lograr la sociedad que queremos. Y todavía no tenemos claro cuál es esa sociedad. Tenemos que hablar de una sociedad más igualitaria y un sistema más legítimo para que la gente esté dispuesta a hacer los sacrificios que se necesitan. Sería una lástima, incluso, ganar la guerra para defender los privilegios e injusticias que hay hoy.

SEMANA: Ese remate parece de centroizquierda…

E.P.: Sí, es una nueva izquierda. Es simplemente un sistema donde se cumpla algo que es elemental, que es que el interés general prime sobre el particular. Parece algo inocuo, pero si uno en realidad trata de cumplirlo es poderosísimo.

SEMANA: ¿Ese era su mensaje con el controvertido caso de la expropiación del Country Club? ¿Cree que la clase dirigente de este país no ha hecho los sacrificios suficientes?

E.P.: Creo que es grave que las instituciones muchas veces estén utilizándose para defender una serie de privilegios. No solamente no están sirviendo para generar el cambio en esta sociedad sino que sirven para impedirlo.

SEMANA: ¿Pero entonces qué ha logrado la democracia colombiana que valga la pena defender? ¿Nada?

E.P.: No quiero que se preste a la exageración. El sistema es bastante más legítimo de lo que la gente cree. En las ciudades, a pesar de las deficiencias, la gente tiene servicios públicos, educación y salud. Mal que bien tiene algo que defender.

Por eso la guerrilla no tiene posibilidad de entrar a las gr