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En Miranda, Cauca, sus habitantes dicen que son un pueblo de paz. | Foto: Juan Pablo Gómez / SEMANA

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"No somos un pueblo de guerrilla"

Los habitantes de Miranda, Cauca, dicen estar cansados del estigma que sobre ellos pesa por las situaciones de orden público que han vivido. Quieren mostrarle otra cara al país.

18 de septiembre de 2012

En agosto pasado, Miranda, municipio del norte de Cauca, ganó el campeonato departamental de juegos intercolegiados. Los triunfadores fueron los integrantes de la selección masculina del instituto educativo Leopoldo Pizarro González, quienes en las justas vencieron a sus similares de Popayán y Santander de Quilichao ganando así el cupo para representar al departamento en la competencia nacional.
 
La noticia, sin embargo, pasó desapercibida. A juicio de Rubiela Jiménez León, rectora del centro educativo, todo se debe a la estigmatización que, según dice, han sufrido por años por cuenta del conflicto del que han sido testigos las montañas que rodean este municipio de 35.000 habitantes.
 
"Miranda es un municipio al que vale la pena venir. Somos muy organizados, la gente es muy jovial, muy solidaria. La estigmatización es por la parte geográfica en la que estamos ubicados. Siempre dan noticias de Miranda, pero no de lo bueno que pasa acá", dice la rectora quien no deja de advertir cierta desazón porque el triunfo de sus muchachos no trascendió.
 
El municipio cuenta con 25 barrios e igual número de veredas, ubicadas tanto en la parte plana como alta de su territorio. La mayoría de sus habitantes trabaja en los ingenios azucareros que bordean sus límites, así como en la fábrica de vinos con la que cuenta la población o en la empresa que fabrica asientos para la industria automotriz.
 
Otros, los de mejor suerte, logran un empleo en los bancos que hay en la población. Miranda cuenta con tres entidades financieras que están asentadas desde hace algunos años en sus calles y con lo que se deja ver que hay confianza inversionista en esa población, contrario a lo que muchos piensan.
 
Pero no solo de industrias se ganan la vida los mirandeños. Los ríos que cruzan por el municipio lo convierten en un atractivo turístico para los residentes de las poblaciones cercanas, incluso de habitantes de Palmira o Florida. Por lo que la oferta gastronómica es amplia.
 
"No somos un pueblo de guerrilla, como nos tildan desde siempre. Los hostigamientos se dan siempre en la parte montañosa que pertenece a Miranda, pero no es directamente en el pueblo", sostiene José Ángel Palacios, quien vive en el barrio El Jardín, un sector que hasta 1981 se llamó Camino Viejo, porque era una de las salidas hacia Florida, en el Valle del Cauca.
 
Con la moral en alto
 
El ánimo de los mirandeños ha ido en alza, según dicen ellos mismos. Desde que dejaron de ocupar las primeras planas de los periódicos y los titulares de los noticieros de televisión, los lugareños se han dedicado a seguir el curso normal de sus vidas promoviendo las bondades de su pueblo.
 
Para Wálter Zúñiga, alcalde de la población, "se ha logrado la pacificación de nuestro municipio y hemos hecho una tarea conjunta con un componente social muy importante. Con jornadas de esparcimiento y médicas, que ha apoyado el Ejército, se ha venido ganándose la confianza de la gente y se refleja en la tranquilidad de los mirandeños".
 
De allí que haya sido el propio mandatario el que le haya brindado el respaldo a la Fuerza de Tarea Apolo del Ejército, que opera en la zona, cuando se suscitó la polémica surgida tras la petición de un grupo de indígenas de las poblaciones aledañas para que los militares se retiraran de la zona.
 
Según explica el mandatario, el hecho de que ahora se cuente con "unos militares mucho más humanistas, mucho más cercanos a la población civil y a nosotros como administración, ha permitido que nos articulemos para dar como resultado las actividades que hemos venido haciendo".
 
Las acciones a las que hace referencia Zúñiga se han extendido hasta veredas en las que antes no se veían tropas del Ejército, como el caso de Tulipán, la más alejada del casco urbano de Miranda, y cuyas calles, aún sin pavimentar, reclaman por una acción pronta de las autoridades gubernamentales.
 
Fabio Balanta, líder comunal de Tulipán, es consciente de que hasta que no se legalice el terreno no pueden tener proyectos para mejorar su calidad de vida, como la red de alcantarillado y la de alumbrado público. "La promesa de la legalización siempre la escuchamos en época de elecciones. Del resto ha sido una lucha perdida", dice.
 
La apuesta de la sustitución
 
De allí que una de las acciones complementarias a la labor militar de las unidades de la Fuerza de Tarea Apolo, creada desde enero de este año, sea la de un apoyo integral a la población de su jurisdicción que no solo se da en Miranda, donde tiene su base, sino en otros municipios de la zona.
 
Una de las más recientes da cuenta de una jornada médica que tuvo lugar en la sede del colegio Leopoldo Pizarro González donde no esperaban ni 300 personas, pero la convocatoria se desbordó y fueron cerca de 3.500 las que atendieron.
 
El general Jorge Humberto Jerez, comandante de esa fuerza, explica que a la par con la estrategia del plan 'Espada de honor', creado desde el Ministerio de Defensa, lo que se busca es una consolidación territorial en la que la inversión social es fundamental para acercar más a la comunidad con el Ejército.
 
Sin embargo, el alto oficial considera que una de las mejores maneras de lograr ese acercamiento es mantener la seguridad en la zona. "Una de las primeras acciones que se hizo fue intervenir el corredor que se conoce como El Palo donde movilizaban cargas de droga o explosivos", asegura Jerez.

El primer diagnóstico de inteligencia que se hizo sobre la zona da cuenta de que en la parte baja de la montaña que rodea a Miranda hay cultivos de coca, mientras que en la parte alta proliferan los de marihuana del tipo 'creepy', la cual es procesada en invernaderos.
 
Pero, ¿por qué no hacer una acción militar en la zona para acabar con esos cultivos? Informes del cuerpo de inteligencia del Ejército dan cuenta de que cerca de esos invernaderos hay viviendas por lo que hacer un bombardeo afectaría a la población que habita en esa zona.
 
Por eso se busca llegar a esas siembras con acciones sociales para que la gente abandone esos cultivos ilícitos y los sustituyan por otros productos. "Como el caso de Toribío, donde estamos trabajando con cerca de 2.000 indígenas en proyectos productivos con cultivos de café y se les enseña, además, el cuidado de las cuencas", explica Jerez.
 
En Miranda la apuesta es por la fresa y la piña. Por cada tres hectáreas se necesitan tres trabajadores, son las cuentas del Ejército para generar empleo. En caso de lograr eso, a las FARC – el sexto frente delinque en ese sector – se les cortaría el 'combustible' que es el narcotráfico y de paso se daría solución de trabajo para los habitantes de este pueblo de Cauca que representará al departamento en unos juegos intercolegiados nacionales.