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| Foto: Daniel Reina

CONMEMORACIÓN

"No volví a ver a los muchachos"

Detrás de una apariencia tranquila, Manuel Pinilla esconde la ansiedad que aún siente por la tragedia, en la que él jugó un papel fundamental.

2 de febrero de 2013

Era la final del campeonato de bolos. Más de 150 adolescentes habían estado jugando en el lugar, pero media hora antes del atentado, la mayoría había partido. “Afortunadamente, porque la pista se sopló y quedó como un gorro japonés”, recuerda Pinilla, quien vio como un ventanal se venía encima de él, mientras un pedazo de concreto le caía sobre la cabeza. Cuando se recuperó, había perdido sus gafas. Pero vio a seis jóvenes asustados a quienes ayudó a caminar entre los escombros hasta llegar hasta el borde del edificio. Desde allí gritaron e hicieron señas a las cámaras de televisión que los enfocaron, para que alguien los rescatara. Dos horas después, Pinilla bajó por la escalera de los bomberos y fue llevado de inmediato a la Clínica Marly, donde le curaron las heridas y le dieron 50 días de incapacidad.


En vez de tomarse ese tiempo con calma, Pinilla sentía tanta ansiedad que no dormía. En medio del desespero, decidió montar una panadería que pronto quebró. Solo un año después empezó un tratamiento con antidepresivos. Hoy se siente más tranquilo, y a pesar de que dice que no ha vuelto a ver a los jóvenes con quienes estuvo esa noche, se considera afortunado de poder seguir trabajando en el club, que le ha ayudado a sacar adelante a su familia.