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| Foto: Archivo Particular

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El grupo de rap al que acusan de protagonizar un concierto... pero para delinquir

Un video de la banda No Copeo fue retirado de Youtube después de que arrestaran a sus integrantes. Se trata de una pequeña pandilla de la localidad de Bosa, que según la Policía cruzó la delgada línea que hay entre la denuncia social y la apología al delito.

14 de mayo de 2017

 los raperos del grupo No Copeo los cogieron con cocaína: 200 gramos para ser exactos. También los sorprendieron con ocho kilos de marihuana y un revolver marca Ruger, de tres cilindros, como los que usaban en el viejo oeste.

Como en una película, los agentes de la SIJIN -la policía local de investigación- acecharon a los miembros del grupo durante meses, hasta grabar en video los mecanismos que empleaban para expender drogas en el Parque Bicentenario de la localidad de Bosa, en el sur de Bogotá.

Fue una oficial de policía vestida de colegiala la que los infiltró primero. Se hizo pasar por una compradora regular de estupefacientes hasta conocer cada uno de sus escondites, en las canchas de fútbol, las basuras y hasta los postes de cementos en los que ocultaban la mercancía, en el barrio de Bosa Brasilia.

Luego sólo tuvieron que filmar los intercambios de mercancía y pasar por ellos en sus casas al amanecer del 6 de mayo, lo cual fue sencillo si se tiene en cuenta que todos viven en un perímetro de seis cuadras alrededor del parque Bicentenario en el que realizaban supuestamente sus negocios.

Durante todo ese tiempo, admite el agente de Inteligencia de la Seccional de Bogotá SIPOL a cargo del caso, no les pudieron atribuir cargos por hurto o violencia. Lo que sí podría costarles caro a los raperos es haber repartido sus estupefacientes cerca de los colegios más cercanos.

Por eso es que la Fiscalía antinarcóticos les imputó el delito de concierto para delinquir en modalidad de narcotráfico, lo que podría valerles hasta 12 años de prisión si un juez así lo determina durante la etapa de juicio.

Extraoficialmente sin embargo, fue otro asunto el que enfureció a las autoridades y lanzó la cacería en su contra. De acuerdo con lo que explicó a Semana.com el jefe de la sección antinarcóticos de Bogotá, José Jairo Garrido, el primer error de los integrantes de No Copeo fue subir a Youtube varios de los videos en los que se vanagloriaban de sus tráficos ilícitos y actos de violencia cotidiana en su barrio.

En palabras del fiscal del caso, los miembros de No Copeo se descararon. El video al que se refiere Garrido es el clip de una canción que extrañamente desapareció de Youtube unos días después de la captura de la banda.

En la cinta se ve a dos de los miembros del crew -tripulación en inglés- recorrer las calles de la ciudad en un automóvil detrás de un bus del SITP y reunirse con sus amigos en las afueras de una vivienda social de las que abundan en el sur de la ciudad.... antes de mostrar una pistola con silenciador y fingir el asalto de una transeúnte.

"Hay músicas que incitan a la violencia", es la opinión de Garrido cuando describe los supuestos delitos de los que se acusa a los raperos. La indignación es visible en su rostro, tanto cuando habla de los videos como cuando explica que incluso les vendieron drogas a menores de los colegios aledaños.

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De hecho, hace tiempo que la banda está en la lupa de la Policía Metropolitana de Bogotá (Mebog). En 2014 fue capturada una primera tanda de integrantes del grupo por el mismo delito de microtráfico, en el mismo edificio de Bosa Brasilia, gracias a la denuncia de un vecino inconforme.

En esa ocasión les incautaron 2 kilos y medio de drogas y arrestaron a seis miembros del crew, entre ellos al líder de la banda, Omar Fernando Correa, de 45 años, quien presuntamente entrenaba a su hijo para tomar el relevo de la batuta en el grupo. Pero pronto, los remplazó una nueva generación con el mismo apodo musical. En Bosa Brasilia, podría decirse que los No Copeo se regeneran, admitió el agente de la SIJIN que coordinó la operación de captura.

Cuando se le pregunta por qué se interesaron en una banda que distribuía kilos de marihuana cuando en algún momento decomisaron centenares de pacas de cannabis y de cocaína en Bogotá, el oficial de la SIJIN responde que las modalidades del delito han cambiado y que ellos tuvieron que acompañar esa mutación.

“Antes había incautaciones de 30, 40 kilos, a veces 100 o 200 que se reunían en un solo punto de acopio, pero ahora ya no. Lo que utilizan ahora son correos humanos frecuentes que cargan pequeñas cantidades, 3 u 8 kilos. Cambian de punto de acopio frecuentemente y cuando se quedan sin mercancía van por más”, dice.

Por eso y porque a la Policía no le hizo gracia que los No Copeo publicitaran sus actos en internet.

La historia de desamor entre el hip-hop colombiano y la violencia

Al interior del mundo del rap colombiano también ha suscitado controversia el arresto de los cantantes del grupo que comenzaba a sonar gracias a las plataformas web en las que colgaban sus canciones y videos auto producidos. Pero la historia del Hip-Hop en Colombia siempre ha rozado el mundo de la violencia: bien para alejarse de él o bien para reivindicarlo, según la corriente mayoritaria del momento.

El rapero paisa Jeihhco fundó con sus amigos un espacio llamado Casa Kolacho. Se trata de una corporación destinada a ofrecer a los jóvenes hip-hoperos de la Comuna 13 de Medellín alternativas distintas a la violencia. Para este joven todo parte de una confusión original que ha desvirtuado los intereses del género musical que defiende.

Los movimientos iniciales del Hip-Hop en Estados Unidos, explica, reivindicaron en principio dos corrientes, una de construcción de paz y otra de denuncia social, racial y política basada en los discursos de Malcolm X. Pero ese discurso de lucha se ha ido perdiendo, sobre todo en América Latina, donde muchos de los chicos se inspiran en un tipo de rapero “gansta rap” moderno, del que toman los elementos que les interesan sin comprender todas las implicaciones del movimiento.

Lo mismo opina Jeyffer Tadeo Rentería, mejor conocido como Don Popo, uno de los promotores musicales con más experiencia en el Hip-Hop colombiano y exmiembro del colectivo Gotas de Rap. Para él las diferentes corrientes relacionadas con el género deben compartir los valores de tolerancia inscritos en la declaración de paz realizada por artistas de diferentes países ante la Unesco en 2001.

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Sin embargo, precisa Rentería, es complicado desvincular al rap de la situación social en la que se vive y el hecho de que jóvenes raperos con talento como los de No Copeo hayan decidido dedicarse al microtráfico evidencia una falla de la industria musical y del Estado encargado de garantizar oportunidades para todos en el país. Por eso también es que hace 21 años fundó con unos amigos la Fundación Ayara, dedicada a realizar talleres para la resolución de conflictos y el desarrollo de habilidades positivas de jóvenes en situaciones de violencia.

Algunos edificadores de paz de la vieja guardia de este género musical, a veces se sienten un poco solos frente al flujo de canciones violentas que han inundado la red en las últimas décadas. Ya sea a través de grandes producciones musicales de rap gangsta como las de MTV o en los estudios autoproducidos por jóvenes con una vida ruda y acceso a la tecnología, como fue el caso de los cantantes de Bosa.

Como si se tratara de un presagio, en otra de sus canciones, los chicos escribieron: “Y ahora porque canto rap tengo orden de arresto [...] el barrio es la guarida de miles de ratas. De lunes a domingo armo el concierto para delinquir, ya que el Estado no da empleo para vivir”.

Porque es que no hay muchas otras vías para llegar al éxito, precisa Bryan, un rapero afiliado a otra banda también llamada No Copeo de Ciudad Bolívar. "En el barrio, muchas pasan por la ilegalidad, porque uno no se quiere quedar viviendo en la mierda para siempre".

Juan Pablo Barragán creció en la localidad de Usme y después de rapero se hizo actor. También tiene una fundación destinada a la construcción de paz a través del arte, pero su versión difiere un poco de la de la vieja guardia del rap, quizá porque es más joven y ha crecido en otro entorno que el de los ochentas.

Para su generación, el Hip-Hop llegó realmente en los noventas con las escuelas costariqueñas y españolas, entre las que estaban los Guerreros Boricuas en los que militó Daddy Yankee. Antes era un tesoro reservado a quienes tenían contactos que viajaban a Estados Unidos y podían pagarse las costosas marcas de Yara o Nasa que no abundaban en el país.

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En aquél entonces, explica, ya había un discurso en el rap que trataba de “ser real” en el que se sacaba todo el rencor pero no había tanta consciencia, sólo eran chicos de barrios eruptando a la faz del mundo. Según él, siempre existieron ciclos de violencia ligados al Hip-Hop y muchos ancianos de los más duros acabaron muertos, en la cana o en la calle, o tuvieron hijos y se calmaron hasta que tomó el relevo una nueva generación.

El arte es un grito, por eso es que siempre, argumenta Barragán, trae su carga de violencia. Pero el rap y el Hip-Hop también puede ser salvador. “Me salvó a mí”, dice, aunque no se puede impedir que los chicos describan su entorno inmediato, porque de eso se trata el rap. "No es cuestión de quedar bien con todo el mundo, hay que denunciar lo que pasa, contar las cosas y allí hay una carga de violencia", concluye.

Pero para la Fiscalía, los raperos de No Copeo cruzaron la delgada línea que separa a la denuncia social de la apología del delito. Probablemente porque al final de la investigación resultó que, según la Policía, habían vendido drogas en entornos escolares y que su negocio afectaba la seguridad del barrio a su alrededor, en lugar de ayudar a transformar de forma positiva ese entorno.

Por eso también es que más allá de su caso particular, la historia de los No Copeo plantea la pregunta de cómo se puede recuperar a una parte de una generación extraviada, cuando las redes se han vuelto una herramienta que vincula canciones y ritmos sin forzosamente transmitir el mensaje político y social existente en el movimiento Hip-Hop original. Sobre todo cuando se estima, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Cultura, que tan sólo en Bogotá hay casi un millón de chicos afiliados a esa cultura, a ese modo de ver el mundo. ¿Cuántos talentos que necesitan una oportunidad no habrá en esa estadística?

Cariñito no es uno de las personas que fueron capturadas el 6 de mayo y no mantiene relaciones con la banda ni tiene delitos imputados.