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¡OLE! MATADOR

Un humilde muchacho bogotano de 26 años es, hoy por hoy, el rey de la fiesta brava en el mundo.

20 de enero de 1992


CUANDO LA MADRE DE CESAR RINCON prendió velas a la Virgen durante una corrida de su hijo para que le fuera bien, nunca llegó a soñar lo lejos que iban a llegar sus plegarias. Las velas acabaron accidentalmente incendiando la casa, y tanto la madre del entonces novillero como su hermana perecieron . Ninguna de las dos llegó a ver al joven matador convertirse, no en el mejor torero de Colombia, ni en un colombiano que triunfó en España, sino en el mejor torero del mundo.
En uno de esos casos raros de la vida, César Rincón ya es en vida una leyenda. Pero no precisamente porque en escasos cuatro meses logró llegar a la cúspide, ganar mucho dinero y volverse famoso. Sino porque en su oficio, imprimió al toreo una honestidad y una destreza que hacía tiempos no se veía en las plazas.
César Rincón no hace trampa, cosa que no es fácil encontrar en un torero hoy en día. Ajusta su toreo a las necesidades del toro que es precisamente en lo que consiste el arte de la tauromaquia. Además, no se guarda para exhibirse solamente en las plazas que le den mayor posibilidad de brillo. Cada vez que sale a la arena, se entrega con todas sus habilidades.
Para él, no se trata de ganar a toda costa, sino de hacer las cosas bien. Esa es la filosofía que ha llevado a Rincón a conseguir el apoteósico triunfo de que gozó este año, y a convertirse en todo un fenómeno del oficio.
Oficio que, además, lo sacó de los duros tiempos de las vacas flacas pero, también, con una especial y hoy en día rara motivación. Lo que lo movió a capotear su destino con tanta audacia en España este año, no fue el espíritu comercial que por lo general jala a principiantes y veteranos. Rincón posee el rigor de los grandes artistas. Por eso aficionados y expertos reconocieron en él cualidades que no se dejaban ver hace tiempo y lo fueron creciendo a punta de ovaciones y de pañuelos blancos. Primero fue la salida en hombros -cuatro veces consecutivas- de la Plaza de Las Ventas, en Madrid. Luego repetiría su salida triunfal en muchas otras plazas.
Su presentación en la Santamaría de Bogotá, independientemente de lo buena que pudo haber salido la corrida, demostró que en Colombia es poco menos que un héroe.
¿Es César Rincón el mejor torero del mundo? Sin duda es en la actualidad el que más expectativa despierta en todas las plazas. Su nombre, en razón de su meteórico triunfo, llena automáticamente cualquier cosa. Para los verdaderos conocedores, Espartaco y Paco Ojeda pueden seguir siendo los primeros nombres. En España, por lo menos, es así. Pero si Rincón no es por unanimidad la primera figura del toreo mundial, sí es un fenómeno de la fiesta brava. Algo así había sucedido ya antes. Cuando El Cordobés aún toreaba, los estudiosos consideraban que Paco Camino y El Viti eran superiores. Cosa que seguramente era verdad, pero el fenómeno del momento era El Cordobés.
Triunfar en España es una hazaña que pocos latinoamericanos han conseguido. A comienzos de siglo el mexicano Rodolfo Gaona -apodado el Indio Grande de México- de cuyo nombre deriva el lance de capote