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Oponerse sale caro

¿Por qué se desplomaron todos los presidenciables menos Uribe?

17 de julio de 2005

El presidente Álvaro Uribe salió victorioso de las intensas batallas del último trimestre. Un período difícil, en el que enfrentó debates por la aprobación de la ley de Justicia y Paz, críticas por la entrega de 'Don Berna' y embates de varios competidores que se lanzaron al escenario con discursos antigobiernistas. El Partido Liberal, con un César Gaviria radicalizado como jefe único, decretó la oposición. Al final, sin embargo, Uribe mantuvo su alta aceptación y todos sus contradictores se desplomaron. Esa es la conclusión de la última versión de la encuesta trimestral de Invamer-Gallup, conocida esta semana.

Ya se había detectado, desde hace tiempo, que al presidente Uribe no lo afectan el ejercicio del poder ni las dificultades. Es el consabido mandatario de teflón, a quien no se le pega nada malo, y cuyo carácter tiene encantados a los colombianos que están convencidos de que están gobernados por alguien que quiere acertar y no hace nada diferente a trabajar. Pero, ¿por qué han salido afectados quienes lo atacan?

Al comenzar el año había varias señales que anticipaban un desgaste del teflón presidencial. Incluso en algunas encuestas Uribe había perdido algunos puntos. Frente a lo que consideraban una tendencia, los nuevos candidatos presidenciales -Rodrigo Rivera, Antanas Mockus, Antonio Navarro, Horacio Serpa- cayeron en la tentación estratégica de levantar sus espadas contra el gobierno, convencidos de que se estaban subiendo a un tren imparable. Incluso los aspirantes provenientes o cercanos al uribismo -Rafael Pardo, Andrés González, Enrique Peñalosa- criticaron al actual mandatario, aunque en tono menor y sobre temas específicos. Uribe no se quedó quieto ante la cascada de ataques: le aceptó la pelea a Gaviria y le respondió con una agresividad ampliamente criticada por editorialistas. Tanto, que en un gesto muy poco frecuente en un presidente, Uribe le ofreció excusas a Gaviria.

Estas jugadas le salieron bien al Presidente. Pelear con Gaviria y Serpa genera la idea de que los electores están en una disyuntiva entre pasado y futuro. Estos dos opositores, los más radicales, fueron quienes más puntos perdieron en el último trimestre. A Serpa, además, la opinión pública parece cobrarle las inconsistencias sobre propuestas contradictorias hechas antes del congreso liberal, y su falta de claridad sobre sus intenciones en la campaña. Pero existe una relación directa entre la magnitud del desplome de su imagen, en los líderes de oposición, y su grado de agresividad hacia el gobierno: mientras más radicales, más golpeados.

Uribe cabalga, también, sobre la imagen de que la economía está mejorando. La aprobación de su gestión en este campo crucial volvió a ser mayor que la desaprobación. Otros estudios sobre expectativas personales en materia económica indican que, después de un perezoso comienzo de año, los colombianos están optimistas.

El único antiuribista que no salió damnificado en esta ocasión fue el alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, quien, por el contrario, tuvo una mejoría leve pero significativa. Lucho es considerado la antítesis natural de Uribe. Sin embargo, además de un reconocido carisma que lo blinda en los sectores populares, ha tenido el acierto estratégico de concentrar sus apariciones públicas en los asuntos de la ciudad. La opinión no lo ubica en la pelea entre un uribismo al que no pertenece y un antiuribismo que no le conviene.

La caída en las encuestas no solamente ha golpeado a los líderes de la oposición. Las acciones de Germán Vargas Lleras, Juan Manuel Santos y Noemí Sanín también están a la baja. Este hecho demuestra que el fenómeno de opinión del actual Presidente es personal y, seguramente, intransferible. Hay más Uribe que uribismo, y esta hipótesis tiene una enorme importancia ante la eventualidad de que la Corte Constitucional tumbe la reelección. Una posibilidad en la que los asesores de Uribe no quieren pensar cuando cuentan con un clima de opinión tan favorable. Se imaginan, más bien, que los magistrados no se van a ir en contra del sentimiento mayoritario. Y piensan que, tres años después de gobernar sin desgaste, están en la mejor forma imaginable para enfrentar la competencia que se viene.