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La búsqueda de la seguridad de un Estado produce inseguridad en el otro. Colombia y Venezuela se han movido durante los últimos años en ese dilema.

OPINIÓN

Optimismo moderado

No hay que hacerse muchas ilusiones sobre una solución rápida al conflicto con Venezuela. Sin embargo, hay varias experiencias que muestran que sí hay mucho por hacer.

Juan Gabriel Tokatlián*
7 de agosto de 2010

El dilema de seguridad entre dos Estados es un fenómeno extendido en la política internacional. En su forma convencional implica que la búsqueda de más seguridad por parte de un Estado produce inseguridad en el otro; este, a su vez, procura hacer frente a esa sensación de creciente vulnerabilidad incrementando los componentes (adquisición de armas, mayor presupuesto militar, robustecimiento de su sistema de alianzas externas, etcétera) que le refuercen su propia seguridad. El dilema consiste en que cuanto más seguridad individual se persigue, más aumentan las dinámicas y percepciones de inseguridad mutua. En muchos casos esos dilemas conducen a fuertes rivalidades; en otros casos, derivan en conflictos abiertos.

Una pregunta trascendental es entonces cómo superar los dilemas de seguridad. La literatura en torno al tema destaca ciertos aspectos claves. Por ejemplo, la naturaleza democrática de los Estados no solo modera, sino que también puede saldar el dilema. Para algunos autores, la reconfiguración de identidades (de enemigos a amigos) junto con procesos de institucionalización compartidos (esquemas regulados de normas y prácticas) llevan a reducir y hasta eliminar dilemas de seguridad largamente arraigados. Según ciertos analistas, las bondades y beneficios de los lazos de interdependencia económica ayudan a contener fricciones y a facilitar un camino que puede derivar en la terminación de un dilema de seguridad. Otros expertos subrayan la importancia de la dimensión militar: el conflicto se supera cuando no existen condiciones militares para su desarrollo.

El mayor dilema histórico de seguridad en América del Sur fue el que mantuvieron por décadas Argentina y Brasil. Sin embargo, la rivalidad entre Buenos Aires y Brasilia comenzó a diluirse en los 80, para terminar en los 90. Para diversos observadores en uno y otro país, la transición democrática resultó esencial para ese propósito. Mercosur, afirman, fue clave en el proceso de distensión bilateral. Para algunos expertos, el modo en que se ha ido re-construyendo la identidad recíproca y ciertos avances institucionales fueron cruciales. Comparto esas perspectivas en tanto fueron factores habilitantes, pero creo que el dato fundamental para finalizar el dilema de seguridad argentino-brasileño estuvo en la dimensión de la defensa y, dentro de ella, en la cuestión nuclear. La creación e implementación de la Agencia Brasileña Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (Abacc) en 1991 –antecedida de pasos importantes en la materia durante la gestión de Raúl Alfonsín y José Sarney– fue, desde mi perspectiva, la que terminó el largo ciclo de rivalidad. A través de la Abacc se han creado las salvaguardias para verificar el uso pacífico de material nuclear que, de otro modo, hubiera conducido a un preocupante escalamiento de fricciones y eventuales crisis.

El principal problema de Colombia y Venezuela es que viven hoy un dilema de seguridad reforzado y potencialmente descontrolado. Una alternativa es crear el equivalente funcional de una Abacc entre ambos países andinos, centrado en los asuntos militares y de defensa. Aún hay espacio para crear instancias de moderación de tensiones entre Bogotá y Caracas. Unasur, por una parte, y Argentina y Brasil, por la otra, pueden aportar con su propia experiencia para contribuir a eludir la potencialidad de un conflicto abierto en esa porción tan turbulenta de América del Sur.

*Juan Gabriel Tokatlián es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella en Buenos Aires.