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Orar con seguridad

Un proyecto de ley busca mejorar sustancialmente la seguridad de las edificaciones de culto. Los evangélicos se oponen con el argumento de que es una forma de coartar su libertad religiosa.

7 de marzo de 2004

Para los colombianos, las iglesias y los templos son los lugares de culto, los espacios sagrados por excelencia. Un proyecto de ley (el 063) que comenzará a discutirse la próxima semana en la comisión primera del Senado busca ahora que estos recintos sacros se vuelvan también sitios seguros para los feligreses que asisten a ellos. El proyecto fue elaborado por la Defensoría del Pueblo, a partir de 2002, para llenar los vacíos que había detectado la Corte Constitucional en la ley estatutaria de Libertad Religiosa y de Cultos de 1994.

El proyecto, que en esencia parece inocuo, se convirtió en el florero de Llorente que tiene enfrentados desde finales del año pasado a Karin Kuhfeldt, la delegada de asuntos constitucionales de la Defensoría, y a Gina Parody, la ponente en el Senado, con las iglesias evangélicas del país. Los representantes de estas últimas creen que el proyecto atenta contra la libertad de cultos, que es una intromisión indebida del Estado en asuntos religiosos, y piden que sea retirado para concertar uno nuevo en el que ellos tengan mayor participación.

La delegada Kuhfeldt cree que esto no es necesario porque se han realizado cuatro foros, y están pendientes dos más, en los que los líderes evangélicos han expuesto sus puntos de vista y sus observaciones, las cuales se tuvieron en cuenta para modificar algunos puntos. Estos cambios fueron elogiados por el senador José María Villanueva, del Partido Nacional Cristiano (PNC), para quien el proyecto "ha mejorado mucho porque tuvo en cuenta muchas opiniones nuestras y de la iglesia en general".

Idea que no es compartida por el pastor Héctor Pardo, presidente desde hace tres años del Consejo Evangélico de Colombia (Cedecol), una institución que aglutina al 80 por ciento de las iglesias del país. Para él, los cambios fueron superficiales, cosméticos, pero no se tocó la esencia del proyecto. El pastor Oswaldo Pinzón, presidente desde hace seis años de la Asociación Distrital de Ministros del Evangelio (Adme), a la que pertenecen 600 de los más de 900 pastores que hay en la capital, está de acuerdo con Pardo e insiste en que en el proyecto encuentra "una tendencia a perturbar el desarrollo de la libertad religiosa de las iglesias cristianas". ¿Por qué la encendida polémica?

Ventajas competitivas

Una de las características principales de los Estados occidentales modernos ha sido el pluralismo religioso. Colombia incluyó esta conquista sólo a partir de la proclamación de la Constitución de 1991. En la actualidad, la Iglesia católica sigue siendo la más importante del país, seguida de lejos por la evangélica. La encuesta que se llevó a cabo el año pasado para el Estudio Colombiano de Valores reveló que el 66,9 por ciento de los colombianos pertenecían a grupos católicos y un 5,2 por ciento, a grupos protestantes y evangélicos. Por razones históricas y culturales, los templos católicos siempre han contado con una buena localización y una arquitectura adecuada para el culto. Las iglesias evangélicas, por las mismas razones y por no contar con una estructura vertical y jerárquica única como los católicos, se han desarrollado en una forma muy diferente (ver recuadro).

La mayoría de éstas surgen en la sala de la casa del pastor y, a medida que crecen, van adaptando la residencia como lugar de culto para un público cada vez más numeroso. El caso del representante a la Cámara por Bogotá Luis Salas ejemplifica muy bien esta situación. Salas, un samario que completa su segundo período legislativo por el Partido Nacional Cristiano, es pastor desde hace 12 años. Como tal dirige la Iglesia Cristiana en tu Presencia, que nació con 80 miembros. Cuando completó 120 obtuvo la personería jurídica. En poco tiempo su rebaño creció hasta contar con 1.200 miembros. Su lugar de culto inicial tenía capacidad para 120 personas. Salas lo amplió para que le diera cabida sin problemas a 400 y abrió otras dos sedes con igual capacidad. Este sistema de crecimiento, como de esporas, explica por qué, en Bogotá, hay 343 capillas católicas frente a 919 lugares de culto evangélico.

El proyecto de ley 063 pretende que todo templo o iglesia, por ser sitios públicos, cumpla con todas las normas nacionales que existen para garantizar la tranquilidad, la seguridad y la salubridad de quienes asisten a ellos. Esto supone acatar las disposiciones existentes sobre sismorresistencia, señalización e iluminación, ventilación, sonorización, vías de evacuación adecuadas para todo el mundo, y en especial para personas con discapacidad, protección contra incendios e instalación de baños, entre otras. "No estamos pidiendo nada extraordinario", dice la senadora Parody. Por su arquitectura y ubicación, la mayoría de iglesias católicas no tendrían mayores inconvenientes en llevar a cabo las adecuaciones que fueran necesarias, mientras que las evangélicas sí los tendrían, y graves, para hacerlo.

Hace un tiempo, el arquitecto Mauricio Sánchez hizo una investigación para Planeación Distrital sobre los lugares de culto en Bogotá. Sánchez encontró que la mayoría de las iglesias evangélicas presentan problemas estructurales, porque son construidas como por una colcha de retazos. A los pastores que le replicaban por sus críticas siempre les decía: "Búsquenme una cita en la Biblia donde diga que pueden ser irresponsables con sus fieles". Los pastores son conscientes de que algunas iglesias necesitan reparaciones locativas. Con lo que no están de acuerdo es con la forma como están siendo obligados a realizarlas. "El proyecto como está ahora no reconoce los templos que ya existen", dice el pastor Pardo. Pinzón coincide en esta apreciación: "Todo lo que tiene la iglesia cristiana va a volverse un merengue".

Hasta ahora, los evangélicos se han mostrado como un bloque compacto que quiere tumbar este proyecto, reivindicando la libertad religiosa, como lo anotó el investigador Pablo Moreno, "en el contexto de una aspiración a un estatus que garantice su conservación". Si la ley pasa, sólo las iglesias muy grandes podrían hacer los cambios necesarios para ajustarse a la normatividad, y las medianas o pequeñas se verían en aprietos. Además, se frenaría la creación de nuevos lugares de culto, con el consiguiente paro en su evangelización, porque tendrían que cumplir demasiadas normas. El senador Villanueva insiste: "No nos oponemos al control que ejercen las autoridades sobre los sitios de culto, sin embargo consideramos que con la reglamentación que existe es suficiente". En el fondo, todo el problema se reduce a tiempo. Las iglesias evangélicas quieren y necesitan más para consolidarse y el Estado no puede dárselo porque están pensando, antes que nada, en la seguridad de los fieles.