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La cumbre de la Celac reunirá a más de 30 gobernantes de América Latina y el Caribe. Por primera vez, Cuba está invitado y Estados Unidos fue excluido. Aquí Hugo Chávez, anfitrión, recibe al gobernante cubano Raúl Castro.

RELACIONES EXTERIORES

¿Otra ‘cumbre’?

En un continente con demasiados organismos de integración que no funcionan, nace uno nuevo que solo tiene dos alternativas: sumarse a la lista de fracasos o cambiar la historia.

3 de diciembre de 2011

Las cumbres presidenciales en América Latina ya no son noticia. La opinión pública difícilmente entiende qué diferencias hay entre las larguísimas reuniones con nombres diferentes -OEA, Alba, CAN, Unasur, Iberoamericana, Grupo de Río y un largo etcétera- que solo se parecen en sus capítulos finales: una declaración de los presidentes que, para lograr el consenso, queda llena de lugares comunes.

Hubo algo diferente, sin embargo, en el encuentro de 32 presidentes que se llevó a cabo en Caracas el sábado pasado para darle registro de nacimiento a un nuevo organismo de integración: la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe). Algunos de sus asistentes y gestores -como Hugo Chávez, el anfitrión- incluso la catalogaron como histórica y los medios de comunicación extracontinentales le dieron importancia. La principal novedad estuvo en su conformación: los jefes de gobierno de América Latina y el Caribe, y la notable exclusión de Estados Unidos y Canadá. La asistencia estuvo nutrida, a diferencia de la Iberoamericana -en la que tienen asiento España y Portugal- que se llevó a cabo en Paraguay hace un mes y en la que brilló por su ausencia la mitad de sus 22 miembros.

Lo llamativo de la Celac es que tiene asiento Cuba -un excluido de la OEA y ausente durante los años sesenta y setenta de todas las cumbres- y que, en cambio, no está invitado Estados Unidos, el gran patrón de un hemisferio que durante décadas fue llamado su 'patio trasero'. El grupo representa una realidad política nueva: que el cambio en la estructura de poder en el mundo ha modificado el papel de Washington en América Latina y el Caribe, y que estos últimos han ido consolidando una mayor capacidad de maniobra, negociación y protagonismo. La Celac es una heredera del Grupo de Río, creado en los años ochenta para buscar equilibrios en la relación entre Estados Unidos y América Latina.

Pero aunque el nuevo organismo de integración refleja la realidad política del hemisferio, hay múltiples interrogantes sobre su capacidad de consolidarse hacia el futuro. El primero es si se pueden integrar países con tan profundas diferencias. Desde el punto de vista político y económico, no es fácil identificar prioridades comunes entre México y los centroamericanos, los caribeños, el Cono Sur y el norte de Suramérica: cada subregión parece un mundo aparte. La intensa guerra contra las drogas que se libra en el norte necesita unas relaciones de cooperación con Estados Unidos que no tienen en el sur países como Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Estos, por el contrario, anhelan diversificar su diplomacia y ponerles distancia a sus vínculos con Washington.

Las divergencias ideológicas también son profundas. Los países del Alba -bajo el liderazgo de Hugo Chávez- son partidarios de una integración del sur con connotaciones y fines antiimperialistas, mientras que otros países como Colombia y Chile quieren mantener un pie en Washington y otro en América del Sur. Las discrepancias abarcan la visión estratégica sobre la integración, pero también afectan sus concepciones sobre temas fundamentales como el sentido de la democracia, el libre comercio y los derechos humanos. En vísperas de la cumbre del sábado pasado, Human Rights Watch previno sobre las intenciones de algunos de los presidentes asistentes -Correa y Chávez- de crear un sistema de vigilancia de derechos humanos que, en el fondo, lo que buscaría es aliviar la presión que en la actualidad les hacen la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos -de la OEA- a gobiernos que violan principios fundamentales como la libertad de expresión.

Lo cierto es que la Celac recibió el sábado su partida de bautizo y no es fácil predecir qué formas adquirirá la criatura. Puede volverse una reunión periódica más, protocolaria y difusa, o cambiar la historia de las cumbres presidenciales en el continente.