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P E R I O D I S M O

Palabra mayor

SEMANA y la Universidad de los Andes publican, con la Editorial Planeta, una antología-testimonio de la turbulenta década que atravesó Colombia.

30 de julio de 2001

En el norte de Nueva York Roberto Ramírez, un ex profesor del Sena, inconstante y rebelde, que recorrió a pie Centroamérica para atravesar el ‘hueco’, contrasta su ‘sueño americano’ con los recuerdos que le narran ancianos moribundos en el elegante hospital geriátrico donde trabaja lavando pisos.

En el Putumayo unos campesinos diseñan sus propias normas para sobrevivir. Si el Ejército para a Juan y le pregunta dónde está la guerrilla, él les responde con otra pregunta que los desarma: “Si usted viviera como yo, en zona de guerrilla ¿contestaría lo que me está preguntando?”. Y cuando los comandantes guerrilleros le piden armarse para defenderse de los paramilitares se niega en forma rotunda, “yo no nací para matar”, les dice.

En una finca en Liborina, en el occidente de Antioquia, dos hermanos prometen frente al lecho de muerte de su madre respetarse la vida. Pero desde el día en que Javier ingresó a las Farc y Alberto, el hermano mayor, entró al Ejército, una sola pesadilla los acompaña: encontrarse con el otro en el monte.

En Bogotá un hombre experimenta una intensa gratitud por sus atracadores. “Si no les di la mano y los invité a desayunar al otro día, fue porque me faltaron arrestos. Parado en aquella calle solitaria, infeliz y acalambrado, sabía muy bien que no era prudente cantar victoria. Lloré otra vez. Y pensé que en este país estamos tan jodidos que al final el único recurso que nos queda es darles las gracias a los canallas”, dice el periodista Alberto Salcedo, tras narrar el paseo millonario del que fue víctima.

Roberto, Juan, Javier y Alberto son algunos de los protagonistas de Años de fuego, la antología periodística que acaba de ser publicada por la revista SEMANA y la Especialización de Periodismo de la Universidad de los Andes con el sello Planeta.

Sus historias anónimas se entrelazan —como sucede en la realidad— con las grandes historias que marcaron la última década en Colombia y que se narran en el libro desde adentro, desde aquellos que las protagonizaron: la entrega de Pablo Escobar, el auge y caída del ex ministro Fernando Botero Zea en medio del escándalo por el proceso 8.000, la llegada al Mundial de Fútbol de la mano del ‘Pibe’ Valderrama, la tragedia de Elvia Cortés, la víctima del collar bomba, narrada desde los ojos de su viudo, la famosa cita que ‘Manuel Marulanda’ le incumplió al presidente Andrés Pastrana, el terremoto de Armenia, la película de No futuro que llegó a Cannes y el secuestro de la ‘Chiva’ Cortés.

“Si bien los relatos en este libro reflejan esa realidad de una dimensión tan peculiarmente colombiana —de guerrilleros y paramilitares, de narcotraficantes, de privilegiados y pobres, y de las injusticias más horripilantes, está también la otra, la de las vidas cotidianas de personas enfrascadas en las pequeñas luchas diarias, que nos une y nos marca a todos— de pequeñas victorias y derrotas, amarguras y alegrías”, dice en el prólogo Jon Lee Anderson, el famoso periodista estadounidense de la revista The New Yorker.

Esta compilación, la más completa del periodismo contemporáneo colombiano, reúne por primera vez a tres generaciones de periodistas. Están los más consagrados, cuyos nombres —por sí solos— son una garantía de calidad para el gran público: Germán Castro Caycedo, Antonio Caballero, Germán Santamaría, Pilar Lozano, Alfredo Molano y Juan José Hoyos. También están María Teresa Ronderos, Gerardo Reyes, Jorge Lesmes, José Navia, Ernesto McCausland y Alberto Salcedo, autores de varios libros y periodistas destacados en los principales medios del país. Y está la nueva generación de periodistas que como José Luis Novoa, Oscar Escamilla, Juanita León y Andrés Grillo comienzan a explorar otros caminos narrativos. Entre el mayor y el menor de la antología hay más de 30 años de diferencia. Todos apelan al reportaje para dar testimonio de una época difícil, convulsionada y llena de historias de colombianos que se jugaron la vida, que la perdieron, que la traicionaron, que se cayeron y que se volvieron a levantar.

Este libro es una prueba contundente de que pese a las crecientes restricciones de espacio en los periódicos y las revistas, aún se cuentan buenas historias en Colombia. Cada uno de los 22 relatos que aparecen en Años de fuego refleja una pieza del rompecabezas de la última década. Pero no lo hace en forma abstracta. Rescata las historias reales de aquellas personas que padecieron o provocaron los grandes sucesos. Recupera las caras en las que los titulares quedaron para siempre convertidas en arrugas. Salva del olvido las historias de las que está hecha la historia de este país y lo hace con tal lujo de detalles que por un instante es posible ponerse en los zapatos del otro: del bueno, del malo, del hampón y de la víctima.

“Algo así como este libro, Colombia misma es una gran narrativa épica en manos de muchos autores, en la que cada uno agrega su visión a una vasta amalgama de historias colectivas en pugna y armonía, entrelazadas y paralelas —casi todas irresueltas— y en la que el desenlace final está por saberse”, agrega Anderson.

Se podría decir, con razón, que en los últimos 10 años se vivieron muchos sucesos que el libro ignora: se redactó la nueva Constitución, Bogotá se transformó, el país entró de lleno en la era digital, las exportaciones se duplicaron, el desempleo se disparó, Juan Pablo Montoya puso a los colombianos a hablar de carros, María Isabel Urrutia ganó la primera medalla olímpica de oro del país, Shakira y los Aterciopelados incursionaron en las grandes ligas del escenario, las cifras de divorcio alcanzaron niveles récord, la fecundación in vitro se volvió una realidad y el sector cafetero se desplomó.

Sin embargo, pese a la importancia de todo lo anterior, no es eso lo que salta a la mente del ciudadano común cuando repasa los últimos 10 años. Las masacres, las tomas guerrilleras y el secuestro ocupan el recuerdo colectivo. Y aunque este libro dista mucho de ser una radiografía de la violencia en Colombia sí es un viaje a las entrañas de años marcados por el fuego.



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