Home

Nación

Artículo

PANICO EN EL ESTADIO

El tiroteo en el estadio de Cali puede ser otro episodio de la guerra entre carteles.

10 de octubre de 1988

Era una noche absurda. Para empezar, después de atacar durante todo el partido, el América de Cali sólo pudo vencer al Universitario de Deportes de Lima, con un agónico gol en el minuto 88. Por otro lado, ese miércoles 7 de septiembre, el técnico Gabriel Ochoa Uribe decidió hacer las paces con todo el mundo y dió declaraciones a la prensa, lo que no hacía hace varios años. Y, finalmente, para hacer todo más raro aún, tres personas armadas llegaron hasta el palco oficial y, recordando las escenas del atentado que le costó la vida al presidente egipcio Anwar El-Sadat, comenzaron a disparar indiscriminadamente contra la gente que se encontraba tanto en el palco como en la tribuna de occidental.

Hacía dos minutos había terminado el partido y la gente todavía estaba celebrando el gol de la victoria, cuando comenzó la lluvia de plomo que, de manera milagrosa, dejó sólo cuatro heridos y no produjo una estampida mortal en la abarrotada tribuna.
La balacera, que no alcanzó a ser captada por las cámaras de televisión que transmitieron el encuentro de fútbol, llegó en directo a todo el país gracias a la emisión radial. Cuando los comentaristas de radio comenzaban a hacer el análisis del encuentro, dada la cercanía de las cabinas a la tribuna en que ocurrió el atentado, los oyentes de todo el país fueron testigos del ruido de los disparos y de la incertidumbre de los periodistas, que sólo atinaban a pedir calma. Los heridos, Alvaro Fernando Quintero-gerente de la regional Valle del Banco Ganadero y ex secretario de Hacienda del departamento-, Rigoberto Villegas, Henry Martínez y Alberto Ceballos, fueron trasladados al Hospital Departamental por personal de la Cruz Roja.
Quintero, quien se encontraba muy cerca del alcalde Carlos Holmes Trujillo, es el más grave de todos y presenta heridas en el hígado, estómago y un pulmón.

La Policía, en un rápido operativo, capturó a tres hombres que al parecer fueron los agresores. Luego de practicarseles la prueba del guantelete de parafina, se encontraron rastros de pólvora en uno de los detenidos, que permanece en las instalaciones de la Policía de Cali. También se encontraron tres armas, un revólver calibre 38 y dos pistolas 9 milimetros, que según las autoridades fueron las armas utilizadas por los atacantes, quienes alcanzaron a disparar 17 tiros. Al parecer no había una victima escogida, pues, fuera de Alvaro Fernando Quintero-quien estaba en la tribuna oficial-, por lo menos uno de los heridos se encontraba ubicado diez filas más abajo de dicha tribuna.

De inmediato comenzaron las especulaciones sobre el fin del atentado.
Hasta el cierre de esta edición, las autoridades guardaban total reserva frente al episodio. Una fuente policial se limitó a no descartar que el hecho esté relacionado con la guerra entre los carteles de la cocaina de Cali y Medellin, teniendo en cuenta los antecedentes de ataques a locales de Drogas La Rebaja y el Grupo Radial Colombiano, en Medellin, empresas propiedad de la familia Rodriguez Orejuela, dueña del América de Cali.
Esto haría pensar que el atentado del miércoles pudo haber estado dirigido contra los directivos del América. Esta posibilidad fue rechazada por la presidente del club, Beatriz Uribe de Borrero, quien señaló que el palco de las directivas del América está localizado en un área más al sur del estadio. Se podria pensar entonces que el atentado, más que contra las directivas del club, era contra la imágen misma del América, lo que explicaria el carácter indiscriminado de los disparos, que habrian pretendido entonces crear un pánico general en el estadio.

Es posible que sobre esto, la última palabra nunca sea pronunciada. Por lo pronto, lo único que queda claro es que los niveles que están alcanzando en el país ciertos tipos de violencia cada día son más preocupantes y ya comienzan a obligar a la gente común y corriente, a preguntarse si debe ir a ver un partido de fútbol o si eso es demasiado peligroso. --