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Papa, Santos y Uribe una reunión de 50 minutos

Pese al histórico encuentro que logró el sumo pontífice, a la salida de la reunión el expresidente dejó ver que la cumbre no zanjó las diferencias que tiene con el mandatario.

16 de diciembre de 2016

El papa Francisco tampoco consiguió el milagro de acercar a Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe. Tras la reunión de cincuenta minutos en el palacio apostólico del Vaticano, del encuentro sólo quedó un nombre más para la lista de políticos, diplomáticos y académicos que han intentado que el presidente y hoy senador, fumen la pipa de la paz.

"Necesitamos su ayuda", le dijo el presidente Santos al pontífice argentino. Uribe, por su parte, le expuso todos los reparos que tiene sobre el acuerdo de paz y le pidió al Gobierno que "afloje" su postura de cara a la implementación.

La enemistad entre Santos y Uribe completa más de cuatro años y, en buena medida, tiene sus diferencias irreconciliables en el proceso de paz que el gobierno actual viene adelantando con las FARC en La Habana.

Nada ha trascendido por el momento sobre la reunión, antes de la cual el pontífice los había recibido a ambos por separado. Sin embargo, a su salida, en entrevista con W Radio, Uribe se refirió a los inumerables reparos que tiene sobre el acuerdo y omitió cualquier referencia a la "cumbre" con Santos. 

"Los procesos de impunidad total dan mal ejemplo", "Elegibilidad para los cabecillas después de que hayan cumplido una pena", "Los procesos de impunidad total dan mal ejemplo", entre otras cosas, señaló Uribe.

Insistió, como lo ha hecho desde que naufragó la refrendación el pasado 2 de octubre, en que debe haber una "apertura" para reformar algunos de los aspectos del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC. 

Coincidiendo con la visita prevista de Santos a la santa sede en el marco de una gira europea, el pontífice argentino convocó por sorpresa a Uribe para una reunión conjunta, en un aparente intento de acercar sus posiciones.

El premio Nobel de la Paz le regaló al papa un "balígrafo", una bala convertida en bolígrafo como el que el 24 de noviembre sirvió para sellar con el líder de las FARC, Timochenko, el renegociado acuerdo de paz, después de que el primero fuera rechazado en un plebiscito.