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¿PARAISO O PRISION?

El ministerio de Justicia y el Inderena se disputan el control de la isla de Gorgona

31 de diciembre de 1984

Parecía un mensaje rutinario. El ministro de Justicia, Enrique Parejo González, en carta fechada el 4 de octubre, le pedía al Director de Prisiones, Hernando Echeverri Ossa, "estudiar la posibilidad de que sean llevados a la Isla Prisión Gorgona los condenados en primera instancia por los delitos de secuestro y narcotráfico".
Pero la carta tendría semanas después grandes implicaciones. Significaba en primer lugar que se reversaría una decisión del gobierno que diez meses atrás había dado vía libre a la Dirección de Prisiones y al Inderena para que iniciaran un proceso de empalme en el control de Gorgona, que pasaría de la primera al segundo, después de haber sido declarada Parque Natural Nacional.
Un año antes de que el Ministro Parejo enviara la mencionada carta la directiva gubernamental para convertir a Gorgona en reserva natural había comenzado a ponerse en práctica. En menos de 12 meses, fueron retirados de la isla prisión más de 980 reclusos, quedando allí apenas 65. La prisión estaba condenada a muerte y sus ruinas, destinadas a desaparecer bajo el efecto del salitre y del tiempo. Pero la carta de Parejo a Echeverri, cuyo contenido se hizo público siete semanas después, reveló que el gobierno se estaba echando para atrás, o al menos que en su seno no todos estaban de acuerdo.
La respuesta del Inderena no se hizo esperar. El 22 de noviembre su directora Margarita Marino se dirigió al ministro de Justicia para preguntarle si "el Gobierno Nacional ha modificado el status legal y la destinación de la reserva en cuestión ". Para el Inderena, el golpe resultaba demasiado fuerte. Se venía abajo todo el proyecto de convertir a Gorgona en una especie de universidad de verano para que estudiantes de facultades de biología, mares e ingeniería forestal pasaran allí tres meses investigando y aprovechando la riqueza excepcional tanto de la isla como de las profundas y muy particulares aguas que la rodean. Se trata en efecto de una de las reservas naturales más interesantes con que cuenta el país. Por un lado, la isla, de unos 24 kilómetros cuadrados (un poco menos que San Andrés que tiene 35), debe su nombre a la gran variedad de serpientes venenosas que en 1527, cuando el conquistador Francisco Pizarro estuvo por siete meses en ella y vio morir por sus mordeduras a una treintena de sus hombres, le recordaron las mitológicas figuras de Medusa, Sthenos y Euryale, las Gorgonas. Aparte de esta riqueza, la isla cuenta con una selva tropical espesa y exuberante, recinto de una muy variada fauna aérea, territorial y migratoria. Por otro lado y pese a la cercanía con la costa continental, Gorgona se considera una isla "maritima" ya que su separación de la costa es una fosa marina de más de 250 metros de profundidad, que aloja toda clase de peces.
La convergencia al norte de Gorgona de las corrientes Colombia (cálida) y Humboldt (fría),concentra gran cantidad de peces y tortugas. Allí se reúne una de las mayores poblaciones de tiburones del planeta, ya que al juntarse las dos corrientes se forma una columna de agua tibia que les permite flotar sin tener que moverse. Todo esto aparte de las colonias de focas, del paso de numerosos grupos de ballenas una vez al año y de muchas otras características igualmente interesantes desde el punto de vista ecológico.
Pero no es esto quizá lo más absurdo del cambio de política sobre Gorgona, según la opinión de fuentes consultadas por SEMANA. Lo que parece más difícil de entender es que, según los presupuestos presentados por la Dirección de Prisiones al ministro de Justicia, revivir Gorgona como prisión costaría entre 200 y 300 millones de pesos, mientras el Inderena está pidiendo unos 20 para llevar a cabo su proyecto científico.
Claro que quienes defienden la idea de la prisión tienen un excelente argumento a su favor. Se trata de la extraordinaria seguridad del centro carcelario: sólo 3 evasiones aparentemente exitosas en 25 años. Aparentemente, porque el destino de los fugitivos no se conoce y los empleados de la prisión no descartan que hayan sido victimas de los tiburones, que la semana pasada se devoraron a Daniel Camargo Barbosa, el "sádico de El Charquito", cuando tomaba un baño de mar frente al muelle de la isla. Claro que este argumento tiene un pero y es que los narcotraficantes tienen lanchas mucho más rápidas que las lentas barcazas con que cuentan los guardianes de la isla prisión.