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“¿Uribe, Liberal? ¡Si uribe es el jefe natural del partido conservador!”

EN PLATA BLANCA

"Pardo es mejor funcionario que líder político"

El expresidente Ernesto Samper habló de las elecciones, del futuro del Partido Liberal, de sus relaciones con el presidente y de las acusaciones en su contra aparecidas recientemente .

5 de noviembre de 2011

MARÍA JIMENA DUZÁN: Dicen que uno de los perdedores con el triunfo de Petro en Bogotá fue usted, porque se quedó sin las cuotas burocráticas que tenía en la administración de Samuel Moreno.

ERNESTO SAMPER: Nunca le pedí nada a Samuel Moreno. No tengo la culpa de tener amigos preparados y que Samuel los nombrara sin yo pedirle nada. Mire, María Jimena, si yo tuviera el poder que me adjudican y las mujeres que Jacquin piensa que me persiguen, ¡sería el hombre más feliz del mundo!

M.J.D.: ¿Por quién votó para la Alcaldía de Bogotá?

E.S.: Mmm… eso sí no se lo voy a decir. El voto es privado. Y le agrego: aunque he tenido diferencias con Petro, reconozco que hoy es el alcalde, y hasta me sentaría a tomar un café con él para hablar de víctimas, metro y programas sociales en Bogotá.

M.J.D.: Algo me dice que usted no votó por David Luna, el candidato liberal.

E.S.: Sssíí… Esa es una suposición válida, siempre he admirado su instinto…

M.J.D.: ¿Por qué no votó por Luna si era el candidato de su partido para la Alcaldía de Bogotá?

E.S.: Pues porque Luna, siendo un gran muchacho, fue una imposición de Rafael Pardo. Ni siquiera aceptó que otros precandidatos compitieran, como lo ordenaban los estatutos al exigir una consulta interna dentro del partido y los dejó a todos por fuera.

M.J.D.: Por su respuesta deduzco que usted -a diferencia de Uribe- es uno de los más contentos con el nombramiento de Rafael Pardo como ministro de Trabajo…

E.S.: Creo que Pardo es mejor funcionario que líder político. Pienso que como jefe liberal perdió una gran oportunidad para aprovechar este espacio socialdemócrata hacia la izquierda del centro que se ha abierto con el languidecimiento del Polo, la reactivación de los movimientos sociales y el rechazo del proyecto uribista que corrió el eje de la política colombiana hacia la derecha. Me hubiera gustado ver a Pardo oponiéndose a las bases militares norteamericanas que pidió Uribe para escalar la guerra con Venezuela o liderando la oposición a la criminalización del aborto…

M.J.D.: Causan sorpresa sus críticas al liberalismo por no haberse opuesto a la agenda uribista, porque si hubo un expresidente que se le opuso a Uribe no fue usted, sino César Gaviria. Mientras él criticaba duramente al gobierno, usted estuvo calladito.

E.S.: Apoyé la política de seguridad democrática hasta cuando me di cuenta de que era más seguridad que democrática, como lo demuestran los falsos positivos, la violación de los derechos de la oposición y la resistencia a la liberación humanitaria de los secuestrados… En ese campo, Uribe me desilusionó.

M.J.D.: ¿Y no será que a usted no le gusta Rafael Pardo por otros motivos? Al fin y al cabo, él forma parte del liberalismo encabezado por el expresidente Gaviria, que no lo apoyó cuando usted fue acusado de recibir dineros del cartel de Cali en su campaña...

E.S.: Gaviria no necesitaba argumentos para no darme como presidente el apoyo que nunca me dio como candidato. Así estuviéramos, como seguimos estando, en dos tendencias liberales diferentes, yo hubiera querido el apoyo que le di, como precandidato perdedor en la consulta liberal, para que él fuera presidente.

M.J.D.: Lo debe tener contento que su viejo amigo y copartidario Horacio Serpa vaya a ser el nuevo jefe del liberalismo.

E.S:
Serpa no está detrás de ninguna jefatura. Lo que el partido necesita es una renovación de sus cuadros y una definición del sitio que ocupa en el espectro ideológico. Las pasadas elecciones demostraron que hay más liberalismo, como sentimiento colectivo progresista, que Partido Liberal.

M.J.D.: Explíqueme esa frase…

E.S.: Hubo más presencia liberal en las regiones, pero lamentablemente eso no respondió a un avance en sus planteamientos programáticos, sino que fue el resultado de alianzas de momento. Yo pienso, por eso, que el partido debería crear un comité ejecutivo que represente las tendencias y los distintos matices, para que tengan la posibilidad de refundar y reorientar el partido…

M.J.D.: ¿Y a quiénes pondría usted en ese comité ejecutivo?

E.S.: Sería una especie de sub-20 liberal con figuras nuevas, no necesariamente jóvenes ni oficialistas, como Alfonso Gómez Méndez, Simón Gaviria, Rodrigo Lara, Carlos Fernando Galán, Cecilia López, Piedad Córdoba, Eduardo Verano o, por qué no, Armando Benedetti.

M.J.D.: ¿O sea que usted prefiere esta sub-20 liberal que a Horacio Serpa como jefe único?

E.S.: El tema lo he conversado con Serpa y estamos de acuerdo, pero si el partido lo quiere como jefe único, tiene todo mi entusiasta apoyo.

M.J.D.: ¿Y no será que a Horacio Serpa le quedaría muy poco presentable asumir la jefatura del partido con su hijo haciendo política en Bogotá?

E.S.: Pero si el expresidente Gaviria ha podido seguir haciendo política con su hijo de presidente de la Cámara de Representantes, Horacio, que tiene a su hijo en el Concejo de Bogotá, lo puede hacer sin ningún problema.

M.J.D.: Ese peso que tiene el delfinazgo en la política colombiana, y en especial en el liberalismo, no lo muestra como un partido muy demócrata. El hijo del expresidente Gaviria, el hijo de Serpa, el nieto de Turbay en el Concejo de Bogotá…

E.S.: Tampoco sería democrático que por el hecho de ser hijos de expresidentes quedaran vetados para asomarse siquiera a unas elecciones. Lo importante es que lo hagan sin privilegios.

M.J.D.: Eso de que los delfines no entran a la política como privilegiados no se lo cree nadie…

E.S.: ¡Pero si los expresidentes tenemos también muchos enemigos! Unas son de cal y otras de arena...

M.J.D.: ¿Y cómo ve eso de la reunificación del Partido Liberal, que tiene tan afanados a los de La U?

E.S.: Lo que quedó demostrado en las pasadas elecciones es que el liberalismo se convirtió en el peronismo de Colombia. Sigue siendo una mayoría, pero repartida en muchos frentes. Si el partido consigue refundarse recuperando su espacio social, redefiniendo su alianza con las organizaciones de base y atrayendo a los jóvenes que hoy están en las calles a través de las redes virtuales, podría aspirar a tener en las próximas elecciones, y después de 20 años, otro presidente liberal, que podría ser, por qué no, el propio presidente Santos.

M.J.D.: ¿Y en esa reunificación cabría el uribismo?

E.S.: ¿Uribe, liberal? ¡Si Uribe es el jefe natural del Partido Conservador! Y que conste que lo digo sin tratar de hacerle un cargo. El verdadero competidor enemigo de Pastrana en el conservatismo no es Salazar sino Uribe.

M.J.D.: ¿Cómo son sus relaciones con el presidente Santos? Se lo pregunto porque él trató de tumbarlo por considerar que usted no tenía legitimidad como gobernante, ¿se acuerda?

E.S.:
Los expresidentes no tenemos memoria cuando se trata de defender el país. Los dos acordamos pasar esa página. Además, Santos lo está haciendo bien y, perdóneme el sesgo, liberalmente… La Ley de Tierras, la defensa de las víctimas, los derechos de la oposición, la relación del vecindario. Santos está sembrando para la paz.

M.J.D.: ¿Y sí hay espacio para pensar en ese tema?

E.S.:
Sí lo hay, pero tiene que hacerlo de manera discreta, rápida y eficaz. Tiene que sacar a todos los 'pazólogos' como yo. Todos los que creemos en ese tema le metemos mucha pasión, mucho protagonismo y somos insufribles. La diferencia es que mientras Santos juega póker, Uribe juega dominó. Uribe es táctico y Santos, estratégico.

M.J.D.: Hablando de doblar la página, ¿cuánta responsabilidad le cabe a usted en la crisis del liberalismo por cuenta de lo que sucedió en su gobierno cuando su campaña resultó financiada por dineros del cartel de Cali?

E.S.: Yo me he hecho esa pregunta. Cuando dejé el gobierno, Horacio Serpa sacó la mayor votación que haya sacado un candidato liberal a la Presidencia: elegimos 56 senadores de 100; 114 de 180 representantes a la Cámara y 21 de las 24 gobernaciones, para no hablar de casi todas las capitales. Si esa fue la desaparición del liberalismo, cuénteme entonces qué hice mal. La debacle liberal comenzó con la apertura económica, pero eso es harina de otro costal.

M.J.D.: ¡Pero si desde entonces el liberalismo no ha podido volver al poder porque lo castigaron los electores!

E.S.: A mí se me atribuyó la responsabilidad del proceso 8.000, que se refería a la narcofinanciación regional de las campañas políticas y no solo de las liberales, cuando fui yo quien le dio la orden al general Serrano de entregar todos los documentos incautados en los allanamientos de Cali. Respecto a los hechos, distintos de la financiación de mi propia campaña, asumí mis responsabilidades políticas y judiciales, incluido el reconocimiento de los mismos cuando, años después, la Corte Suprema de Justicia reconoció que el exministro Botero se había robado los dineros mal habidos de la campaña que él mismo había gestionado e ingresado.

M.J.D.: El libro En la 'boca del lobo' dice que usted envió al entonces senador liberal Eduardo Mestre para decirles a los Rodríguez Orejuela que no se dejaran coger porque si eso pasaba no tenían cómo ayudarlos.

E.S.:
Esa versión, además de falsa, es absolutamente ridícula. Desde el primer momento, los del cartel sabían que estábamos detrás de ellos. No necesitaba mandarles razón para que se enteraran. Nuestro objetivo era encontrarlos, y eso lo hicimos no con el ministro de Defensa, que era Fernando Botero, sino con Rosso José Serrano.

M.J.D.: ¿Se leyó el libro de Enrique Gómez en el que se afirma que el de Álvaro Gómez es un crimen de Estado que usted habría aupado?

E.S.:
El libro es un panfleto de infamias. Resulta grotesco, por decir lo menos, que Serpa y yo hubiéramos instigado un asesinato para autotumbarnos. Lo que lamento de esta tesis del supuesto crimen de Estado de Álvaro Gómez Hurtado es que al politizar el caso se ha terminado por alejarlo de la verdad y se ha torcido el curso de las investigaciones que estaban avanzando. Si hay otras hipótesis judiciales del caso, bienvenidas, pero no a partir del supuesto absurdo de que Serpa y yo actuamos como unos criminales.

M.J.D.: ¿Qué sintió cuando el periodista Mauricio Gómez, hijo de Álvaro Gómez, no le dio la mano en público?

E.S.:
Respeto el dolor de la familia y su derecho a pensar y actuar como quieran, incluido el caso de Mauricio, que fue por muchos años un amigo divertido y cercano.

M.J.D.: Usted nunca se ha arrepentido de no haber renunciado a la Presidencia. Fíjese lo que le pasó a Nixon: él renunció y se convirtió en un expresidente que hizo historia.

E.S.:
Sí, pero el caso de Nixon tenía una pequeña diferencia con el mío: él era culpable. n