Home

Nación

Artículo

PARO EN EL CAGUAN

Las cartas de 'Tirofijo' dejan en manos del Presidente la suerte del proceso de paz.

27 de septiembre de 1999

El proceso de paz se encuentra en una encrucijada trágica. Dadas las circunstancias
recientes es posible que el proceso termine abruptamente y que, luego de un par de días para el desalojo de
la guerrilla de la zona de despeje, se recrudezcan los combates y se alejen, por lo que resta de este gobierno,
las posibilidades de un acuerdo de paz con las Farc.
Puede suceder también que el presidente Andrés Pastrana decida jugarse a fondo en el proceso, a pesar de la
reticencia de las Farc a conformar la Comisión de Verificación Internacional, con lo cual el diálogo avanzaría a
su fase siguiente enfrentado a una abierta resistencia de los militares y de una parte de la opinión pública.
Lo anterior se hizo evidente en la serie de cartas que escribiera el viernes pasado Manuel Marulanda Vélez,
jefe máximo de las Farc, al Presidente de la República y al Congreso Nacional.
La última carta de 'Tirofijo' al presidente Pastrana deja en claro dos cosas. La primera, que las Farc no están
dispuestas a honrar el compromiso que adquirió su comandante con el gobierno de conformar una
Comisión de Verificación Internacional. Y la segunda, que a 'Tirofijo' le parece muy importante dejar en
claro que nunca existió ese compromiso y que él no es un hombre que incumpla su palabra. "No es mi deseo
polemizar en tan delicado asunto pero me veo en la obligación de hacerlo, para conocimiento de la
opinión pública nacional e internacional", afirma el máximo líder guerrillero.
Pero lo cierto es que los acuerdos que firmaron el presidente Pastrana y 'Tirofijo' el pasado 2 de mayo no
pueden ser más claros. En ellos, ambas partes se comprometen a conformar una Comisión de Verificación
Internacional y disponen que dicha Comisión será integrada de común acuerdo por las partes. En
consecuencia, una cosa es que no hayan pactado la Comisión y otra muy distinta que no se pongan de
acuerdo fácilmente en los integrantes de la misma.
Sin embargo la importancia de la Comisión es discutible. Para quienes piensan que se trata de un
instrumento indispensable para que el proceso no sea un fracaso, la Comisión pondría freno a las
actividades ilegales de las Farc en la zona, particularmente las que hacen posible que éstas se
fortalezcan estratégicamente mientras dura el proceso de diálogo, como los secuestros, el tráfico de
estupefacientes y de armas y el reclutamiento y entrenamiento de nuevos efectivos.
En cambio, quienes opinan que el diálogo debería seguir adelante, dicen que la Comisión es marginal en tanto
que pedir que las Farc se comporten como buenos ciudadanos en la zona de despeje resulta ilusorio y
afirman que levantarse de la mesa por un tema accesorio como ese sería desaprovechar una oportunidad
histórica para hacer la paz.
Hay incluso quienes, como los miembros del Consejo Nacional de Paz, han expuesto la idea de que es
posible avanzar en el diálogo e involucrar a la comunidad internacional por el camino.
El comandante guerrillero estuvo prolífico la semana pasada. La segunda carta que envió Marulanda tuvo
como destinatario el Congreso de la República y en ella deja en claro que la ley de canje es indispensable
para liberar a los soldados y policías secuestrados.
No es esta la primera vez que Marulanda demuestra su enorme interés en la ley permanente de canje y su
oposición a mecanismos de naturaleza transitoria, y si bien gobierno y Farc aceptaron que el canje sería
independiente del diálogo, el tema gravita sobre el proceso de paz y el Parlamento como una espada de
Damocles. No hay que olvidar que las Farc amenazaron ya con que, de no contar con una ley de esa
naturaleza, sería necesario secuestrar parlamentarios.


Decidir entre lo malo y lo peor
Este caso pone de presente una vez más la vieja máxima según la cual los políticos no toman decisiones
entre lo bueno y lo malo sino entre lo malo y lo peor.
La verdad es que el Presidente no tiene, en este caso, salida buena. Si decide levantarse de la mesa quedará
siempre con la duda de si lo hizo por una pequeñez de trámite o por un asunto de fondo que servía única y
exclusivamente para fortalecer a las Farc y poner en peligro la unidad nacional. Si, por el contrario,
decide seguir adelante con el diálogo a pesar de la negativa de las Farc a integrar la Comisión, habrá cedido
nuevamente a las pretensiones de la guerrilla y se verá extremadamente débil ante la opinión.
Si lo anterior fuera el único efecto, quizá no sería grave. Pero los militares verían en la actitud del Presidente
un acto de debilidad ante la guerrilla, lo cual ahondaría aún más las diferencias entre el Ejecutivo y las
Fuerzas Militares, aumentando la tensión a niveles difíciles de soportar.
Pero un Presidente es elegido por los votantes para que tome decisiones de esa naturaleza y no para que
siga siempre el camino de lo evidente. Hasta el momento Andrés Pastrana ha logrado mantener a todo el
mundo en la mesa de juego. Cada vez que alguien se molesta él mismo lo tranquiliza. Así ha sucedido con las
Farc, con los militares, con los representantes del gobierno de Estados Unidos, la oposición liberal y
los medios de comunicación. Esto ha caracterizado en los últimos meses al gobierno: avanza una idea, la
defiende un tiempo, la somete al escrutinio de la opinión, la deja enfrentar las críticas del caso y luego, si
éstas son muy fuertes o si lo es el opositor _como en el caso del paro nacional_ echa para atrás en el último
momento.
En esta oportunidad esto es imposible. Aquí habrá sectores que se sentirán traicionados por Pastrana y
otros que lo apoyarán. Pero quizá por lo mismo esta es una oportunidad para que el Presidente demuestre que
tiene convicción y que esa convicción es lo que se propone poner en práctica para sacar al país de la crisis
durante los tres años que le quedan de gobierno.