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El jefe paramilitar ‘Jorge 40’ se desmovilizó con sus 4.000 patrulleros en la Mesa, a media hora de Valledupar. Después de gritar una estrofa de Diomedes Diaz, entregó su fusil al maestro vallenato Rafael Escalona

Paz

Parranda vallenata

SEMANA estuvo en la desmovilización de ‘Jorge 40’, con la cual concluyó el acuerdo de Santa Fe Ralito con el gobierno. Sin embargo, el país aún no se desparamilitariza.

11 de marzo de 2006

Con la presencia de distinguidos ganaderos, agricultores y empresarios de la Costa, ‘Jorge 40’, el último de los jefes paramilitares firmantes del Acuerdo de Santa Fe Ralito que faltaba por desmovilizarse, dejó las armas el viernes pasado.

“Papa Tovar, bienvenido mi hermano, gracias por todo. Hay que seguir mijo, hay que seguir”, le dijo a ‘40’ uno de sus amigos empresarios que no lo veía hace 12 años, cuando decidió dejar atrás su pasado como secretario de Hacienda de Valledupar.

En el corregimiento de La Mesa, a media hora de Valledupar, donde se llevó a cabo la desmovilización de algo más de 4.000 paramilitares del Bloque Norte, la fila de empresarios que querían saludarlo era interminable. Posiblemente, quienes destaparon media de whisky para celebrar hace dos años la captura del también vallenato ‘Simón Trinidad’, se tomaron este fin de semana la otra media para festejar el reintegro de ‘40’.

El azote de la guerrilla en el norte del país es historia patria. Las Farc, con sus frentes 19 y 59, asesinaron a siete alcaldes del departamento, secuestraron a quien pudieron y se robaron unas 100.000 cabezas de ganado cada año. “Todos nos mamamos. El Estado no respondía por nuestra seguridad y nos seguían matando la gente. Por eso decidimos darle nuestro apoyo a Papa Tovar”, dijo un ganadero de la región que –como los demás– no quiso dar su nombre.

Con ese argumento nacieron las autodefensas en la región. Aunque lograron interrumpir el paso de la guerrilla desde la Serranía del Perijá hasta el Atlántico, replegando a los guerrilleros a la parte más alta de la Sierra Nevada, a medida que pasaba el tiempo, mostraron su otra ‘cara’. Comenzaron a poner y quitar alcaldes, diputados y uno que otro congresista, a controlar el narcotráfico y el robo de gasolina, a extorsionar hasta los vendedores de tinto en Valledupar y a manejar los destinos de la región. Como lo explica un estudio recién divulgado del Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la República, para que las ARS pudieran entrar a operar en los municipios bajo el dominio de ‘Jorge 40’, cobraban entre 6.000 y 10.000 pesos por afiliado mensualmente, además de una cuota de entrada a la zona de hasta 148 millones de pesos. Con su mando vino también una racha de crímenes, muchos de ellos contra funcionarios del Estado que decían defender.

“Teníamos la orden de nunca atacar al Ejército, ni a los de la Armada, sólo a la guerrilla”, dice ‘El Gato’, un combatiente que cuidaba una camioneta doble tracción que hacía parte del inventario que el Bloque Norte devolvió al gobierno. Él, junto con sus compañeros, no hizo otra cosa que comprar retratos suyos a una señora que hizo su agosto con una cámara de fotos instantáneas. “¿No ve que esta es la última vez que me pongo el uniforme?”, aseguró ‘El Chacal’. Sin embargo, los ganaderos no creen mucho en ese acto de fe de los combatientes: “Nosotros confiamos en que las zonas que abandonaron las autodefensas sean ocupadas por la Fuerza Pública otra vez. De lo contrario, tocará volverse a armar”.

A las 11 de la mañana comenzó el gran evento. Los eternos discursos no fueron la excepción. “La legalización (de la droga) en los centros de consumo del mundo es la única salida de nosotros”, sostuvo ‘40’ después de admitir que, si es necesario, responderá ante las Cortes europeas y norteamericanas por los delitos que se le endilguen. Luego, en medio de los aplausos y después de gritar eufórico algunos versos del compositor Diomedes Díaz, ‘Jorge 40’ entregó su fusil al maestro Rafael Escalona, y dejó atrás una vida de crímenes que lo convirtió en uno de los más temidos jefes paras.
 
Como él, según el gobierno, 28.000 autodefensas se desmovilizaron desde julio de 2003. En estos tres años se entregaron 15.000 armas. Esa fue la verdad cuantitativa que quedó sobre La Mesa. Sin embargo, hay otras verdades que ya develaron no sólo el último informe de la Misión de Verificación de la OEA, sino los jefes reinsertados como ‘40’ y las mismas comunidades: con la última entrega de las AUC el país no se ‘desparamilitarizó’. Tal vez los colombianos tengan que ver, lastimosamente, una nueva generación de autodefensas del país.