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| Foto: Ilustración: Jorge Restrepo

POLÍTICA

El discreto encanto de los conservadores

Este partido se convierte en el botín más preciado dentro del pulso entre Santos y Uribe, con miras a las elecciones de 2014.

9 de noviembre de 2013

Álvaro Uribe no es el único al que el panorama político le cambió en tres años. De la mano de la doctrina uribista, el Partido Conservador pasó de ser la segunda fuerza parlamentaria en 2010 a estar a seis meses de las elecciones presidenciales sin candidato propio, con pugnas internas, e indeciso frente a su futuro. No obstante, en el ajedrez de los comicios del año entrante, los azules cuentan con la maquinaria y el alcance nacional suficiente para ser cortejados por los dos bloques protagonistas de la contienda: el santismo y el Centro Democrático. 

Los conservadores arrancaron el gobierno Santos con uno de los mejores resultados de su historia: 2,2 millones de votos al Senado, 22 senadores y 36 representantes a la Cámara. Después del Partido de la U, el conservatismo constituyó el segundo pilar sobre el que el nuevo primer mandatario construyó su coalición de Unidad Nacional. Sin embargo, desde el inicio, la Casa de Nariño mostró su inclinación hacia los liberales y los otrora consentidos de la administración Uribe terminaron con las banderas desdibujadas, sin cuotas en el gabinete y carentes de logros que mostrar a sus electores. 

Ese trato, que muchos líderes azules consideraban de segunda clase, se dio paralelo al distanciamiento y la posterior declaratoria de oposición por parte del expresidente Álvaro Uribe. El quiebre conservador era cuestión de tiempo: al fin de cuentas, las bases partidistas habían crecido y prosperado, tanto electoral como burocráticamente, en los ocho años de la seguridad democrática.

La decisión del exmandatario de abrir tolda aparte bajo el Centro Democrático y de lanzarse a la conquista de la Casa de Nariño y del Congreso ha generado mayor estrés en una frágil arquitectura partidista. 

Consciente de esa atracción uribista y del peso que aún tienen los votos conservadores, el gobierno logró cimentar una corriente ‘santista’ dentro de los herederos de Caro y Ospina. Grandes electores como los senadores Myriam Paredes, Roberto Gerlein, Efraín Cepeda y Hernán Andrade se han beneficiado con la llamada ‘mermelada’ oficial. En el caso de estos tres últimos, sus recomendados controlan hoy entidades clave del sector agropecuario como el Banco Agrario y el ICA. Otros como Carlos Alberto Zuluaga y Eduardo Enríquez Maya también conforman esta tendencia que busca apoyar la reelección del presidente Santos. 

Prácticamente todo este año los conservadores han deshojado margaritas frente a un triple dilema: apoyar la reelección de Juan Manuel Santos, apostarle a la oposición uribista o escoger un aspirante propio. De hecho, tres nombres han saltado a la palestra para llevar la bandera azul en la primera vuelta presidencial: la exministra Marta Lucía Ramírez, el excongresista Pablo Victoria y José Félix Lafaurie, presidente de la Federación de Ganaderos. La indecisión del partido ha sido tan prolongada que ha creado una situación casi cómica: Ramírez y Lafaurie hacen giras, hablan en la radio y dan entrevistas como precandidatos mientras que no hay claridad sobre cuándo, cómo, o si habrá alguna definición.

El momento para dar ese debate es, según los estatutos, la convención partidista, convocada para el próximo 4 de diciembre. Sin embargo, el bloque pro-Santos ha intentado impedir que se lleve a cabo, ya que teme con razón que las mayorías azules preferirán al aspirante propio o regresar a las huestes uribistas. 

La tensión entre ambas tendencias de la dirección conservadora es tal, que en la reunión del miércoles pasado los tonos de voz se subieron y el calor de los rifirrafes aumentó. 

No es para menos: se estaba escogiendo el reemplazo en el directorio de Álvaro Navas, nuevo gerente del Banco Agrario, quien podría inclinar la frágil balanza a favor de la postura santista. Al final, el bloque uribista, entre quienes están el presidente del partido Omar Yepes y los senadores José Darío Salazar y Juan Manuel Corzo, logró mantener la convocatoria de la convención. No obstante, el riesgo de partir en pedazos a la colectividad es hoy tan alto que ambas tendencia están evaluando la posibilidad de posponer la convención hasta el próximo 15 de enero. 

Tanto para Santos como para Uribe contar con el grueso del apoyo conservador es crucial para la campaña de 2014. En el caso del expresidente, una alianza entre los azules y Óscar Iván Zuluaga podría impulsar al candidato del Centro Democrático directamente a la segunda vuelta. Asimismo, fortalecería la oposición uribista como una alternativa cohesionada de centroderecha. Por los lados de la Casa de Nariño, impedir una desbandada azul no solo le quita oxígeno a la lista de Uribe al Congreso sino también suma para los comicios presidenciales. 

Paradójicamente la tercera opción, un aspirante propio, es la de más reservado pronóstico. Sea en diciembre o enero, la escogencia de Ramírez o de Lafaurie como candidatos presidenciales es tardía en cuanto a reconocimiento, financiación y estructura de campaña. 

Desde el punto de vista de seducir al electorado de derecha, Zuluaga y las listas uribistas ya les llevan algo de ventaja. La posibilidad de repetir el pobre desempeño electoral de Noemí Sanín en 2010, el quinto lugar con el 6 por ciento de los votos, es alta. Con más espíritu conservador que Partido Conservador, los azules no dependen de sí mismos. Les toca escoger entre la reelección y la oposición.