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PASOS DE ANIMAL GRANDE

Turbay se perfila como el hombre clave en la encrucijada del Partido Liberal

23 de mayo de 1988

Se sienten pasos de animal grande en el Partido Liberal. Después del fracaso de los quíntuples, bajo cuya dirección el liberalismo barrió en votos en las pasadas elecciones pero perdió las dos principales alcaldías del país, las masas rojas quieren algo diferente. Y una de las opciones que les están ofreciendo es la jefatura única del ex presidente Julio César Turbay Ayala.
Hace ya casi seis años que Turbay se retiró del poder. Y desde ese momento, en repetidas oportunidades se ha hablado de su regreso a las tablas. Sin embargo una y otra vez, el ex presidente se ha quedado detrás de bambalinas moviendo algunos hilos, pero dejando que otros sean los protagonistas. Esa actitud parece estar cambiando y, aunque envuelto en la tradicional prudencia turbayista, el ex presidente ha hecho saber que está en disponibilidad.
El cambio de actitud no sólo ha sido de Turbay frente al protagonismo sino de los liberales frente al ex mandatario. Desprestigiado como todos los presidentes al final de su mandato, Turbay no regresó al escenario político tan rápido como lo habían hecho sus antecesores. Su asociación con los militares, la derecha y la mano dura contrastaba con la primavera de la reconciliación nacional y las palomitas pintadas de Belisario Betancur. Pero cuando esa primavera dio paso al invierno de las reguas rotas y la guerra civil no declarada, muchos comenzaron a pensar que el vilipendiado Estatuto de Seguridad podía tener sus excesos, pero no más que los que estaba produciendo la perestroika de Belisario. Sin embargo, el ex mandatario, en lugar de obsesionarse con establecer comparaciones, se limitó a contribuír en la elección de Virgilio Barco, casarse e irse fuera del país como embajador en el Vaticano.
Pero más que añorar la mano dura de Turbay, lo que le está dando una gran vigencia política es la anarquía reinante en el Partido Liberal. Contabilizados los datos finales de la elección de alcaldes, la mayoría sobre el conservatismo fue la asombrosa cifra de un millón 300 mil votos superior inclusive a la obtenida por los liberales cuando Barco le ganó a Alvaro Gómez. Sin embargo, este triunfo nunca pudo ser saboreado por las masas rojas, para quienes pesó más la pérdida de las dos principales alcaldías del país y de más de 400 en todo el territorio. Esta sensación de derrota tenía que desembocar en un juicio de responsabilidades, cuya primera víctima fue la controvertida Dirección Liberal de los quíntuples. El ejército rojo, insatisfecho con cinco coroneles que nunca se pusieron de acuerdo, está pensando que para las próximas batallas es mejor un general.
Y generales en ejercicio sólo hay tres: Turbay, Carlos Lleras y Alfonso López, ya que Alberto Lleras está en uso de buen retiro. En cuanto a esos tres, Turbay, por el solo hecho de haber estado fuera del país, aparece como el más ajeno a los recientes episodios políticos, pues, en política como en el amor, los beneficios de la ausencia no son pocos.
LAS RESERVAS
Pero una cosa es que Turbay esté de moda y otra muy distinta, que sea monedita de oro. La aceptación de su jefatura única no es incondicional ni unánime. Las mayores reservas parecen provenir del llamado grupo de la Contraloría. La nueva fuerza parlamentaria del Contralor Rodolfo González García, que paradójicamente lo ha convertido en el Turbay de las nuevas generaciones, es un contingente rebelde, no muy conformista y con no pocas aspiraciones de poder. Por lo tanto, aunque no vetan al ex presidente, tampoco le echan incienso a su posible jefatura. Dos cosas les preocupan: la primera, que la jefatura única desemboque en una candidatura del ex presidente y la segunda, que por cuenta de esa jefatura algunos turbayistas quemados traten de reencaucharse. "En los últimos años se ha creado un nuevo equilibrio de fuerzas que ha remplazado las viejas tendencias presidenciales. Antes se hablaba de llerismo, lopismo, turbayismo etc. Hoy se habla de samperismo, galanismo, rodolfismo..., y una jefatura única tendría que tener en cuenta esta nueva realidad política", afirma el representante Rodrigo Garavito, amigo del Contralor.
Todo indica que puede haber un exceso de recelo en estas reservas. Turbay puede ser acusado de muchas cosas, pero no de no ser realista. Si llegó a donde ha llegado, es principalmente por su talento para medirle el pulso a las fuerias políticas en juego. Por otro lado, su posición frente a una candidatura suya no ha sido ambigua. Categóricamente ha afirmado que, bajo ninguna circunstancia, la aceptaría, y aunque los ex presidentes son bastante dados a dejarse convencer, los fracasos de Lleras y López constituyen dos poderosas luces rojas para cualquiera a quien le comience el cosquilleo. En todo caso y para que no queden dudas, él mismo ha propuesto establecer una incompatibilidad entre la jefatura única y la nominación presidencial.
En cuanto al temor de que sus amigos se reencauchen, la verdad es que, independientemente de la neutralidad del ex mandatario, las circunstancias políticas han cambiado tanto últimamente, que ya no existe el campo de acción suficiente para que un jefe único pueda ejercer caprichos. En primer lugar, los presidentes ya no le consultan a nadie sus gabinetes. En segundo, ya no existe el bolígrafo y casi todas las listas son en la práctica unipersonales. Y por último, desde la elección de alcaldes no hay ninguna alcaldía para repartir y las gobernaciones han perdido buena parte de su atractivo.
Por lo tanto, los temores que se están expresando sobre la jefatura única de Turbay, más que reservas reales, son el deseo de algunas fuerzas nuevas de hacerse sentir. Y si bien no existe entusiasmo unánime, puede ser que su nombre sea el único alrededor del cual se pueda lograr un consenso en la actualidad, para una jefatura única, en el Partido Liberal. Tan es así que sectores no afines, e inclusive tradicionalmeate enemigos de Turbay como el Nuevo Liberalismo, han izado la bandera blanca. Luis Carlos Galán, con quien presumiblemente Turbay podría tener pendiente un ajuste de cuentas (ver recuadro), manifiesta abiertamente que le gusta como interlocutor. El jefe del Nuevo Liberalismo parece no temer que el ex presidente le cobre su metida de pata y afirma: "Prefiero como interlocutor al jefe del doctor Durán Dussán".
Samper y Santofimio, los otros dos protagonistas de las próximas definiciones del Partido Liberal, han dejado claro que no tendrían inconveniente en sumarse a la causa. Y de los ex presidentes, la única medio reserva ha sido un comentario de Carlos Lleras, quien señaló en Caracol que no estaba seguro de que fuera lo más "conveniente" en la actualidad. Pero dado el desamor que tradicionalmente ha existido entre los dos ex mandatarios, es más diciente el silencio en Nueva Frontera, que una tímida frasecita de reserva expresada telefónicamente a las 7 de la mañana en un programa radial.
LAS REGLAS DEL JUEGO
Así las cosas, aunque aún faltan cuatro meses para la Convención de agosto en Cartagena, se puede aventurar que el más probable resultado sea la designación de Julio César Turbay como jefe único del Partido Liberal. Pero surge entonces la pregunta: si no viene a hacerse candidato o a reencauchar el turbayismo, entonces, ¿a qué viene? Según sus allegados, la principal tarea que tiene en mente es unir al Partido Liberal. Pero fuera de este "noble y patriótico propósito", como él mismo lo definiría, una gestión suya tendría responsabilidades muy concretas y de gran importancia. Una cosa es que él no aspire a la presidencia y otra muy distinta que no es pera que sea un liberal el que la ocupe. Y esto requiere que haya un árbitro en el cual todos los jugadores confien. El árbitro tendrá que aplicar o incluso establecer, unas reglas del juego para la selección del candidato.
La actual Dirección Liberal, en un acto que podría interpretarse como agónico, está tratando de llegar a Cartagena con una propuesta específica sobre este punto. Al igual que cada cuatro años, el interés central es implantar una consulta popular que permita que las bases participen en la selección del candidato. Esta aspiración es una constante de la política liberal, pero siempre tropieza con un obstáculo: para que la Registraduría pueda medir precandidaturas dentro de un partido, se requiere una reforma constitucional, y ésta, por necesitar la aprobación de dos terceras partes de las cámaras, no se puede hacer sin la colaboración de los conservadores. Como estos no tienen por qué estar interesados en resolver los problemas de la unión liberal, particularmente después de triunfos basados en la división, como el de Andrés Pastrana, no parece muy probable que le jalen. Entonces, la consulta popular tiene que improvisarse dentro de los mecanismos legales existentes. Estos no permiten utilizar las elecciones para corporaciones públicas, sometiendo a los electores el nombre de los precandidatos en las papeletas de votación. Lo único que se puede hacer es interpretar el resultado de esas elecciones como una medición de fuerzas de los distintos precandidatos, con base en los resultados que obtengan sus tenientes. En otras palabras, si Galán, Samper y Santofimio quieren una consulta popular, como está sucediendo, no pueden someter sus nombres a los electores en forma directa y tendrán que contentarse con un mecanismo similar al del Consenso de San Carlos, utilizado en 1978 para dirimir la candidatura presidencial entre Carlos Lleras y Turbay Ayala. Este consistió en separar las elecciones parlamentarias de las presidenciales, para que se pudieran sumar los votos de aspirantes a las corporaciones públicas que respaldaban a uno o a otro.

Este mecanismo es bastante imperfecto, pues lo que se acaba midiendo son las fuerzas regionales de los tenientes y no las nacionales de los precandidatos. Un aspirante como Galán, con un gran prestigio personal pero con una fuerza parlamentaria insignificante, estaría en clara desventaja frente a un aspirante como Víctor Mosquera, quien sin contar con el apoyo directo de los electores, está respaldado por fuerzas parlamentarias considerables que le endosarían los votos. El resultado, en consecuencia, no dependería tanto de cuántos votos tiene un precandidato, sino de cuántos tenientes con votos lo respaldan.
El Partido Liberal está dividido ahora en dos líneas. La de los convencionistas, que quieren que toda la decisión esté en manos de una Convención. Y la de los de la consulta popular, que quieren meterle un poco de pueblo al procedimiento. Cada facción acomoda su posición a sus circunstancias políticas. Los que creen tener votos propios como Galán y Santofimio, anhelan una consulta popular directa. Y los que creen contar con mucho respaldo parlamentario, como Mosquera y Durán, anhelan una Convención y máximo, una consulta popular como la del Consenso de San Carlos. En todo caso lo que es seguro es que van a ganar más los segundos que los primeros, no sólo por las limitaciones constitucionales, sino porque ni Galán ni Santofimio tienen la suficiente fuerza como para hacer grandes exigencias. Una innovación que se le ha agregado a todo esto en las discusiones de la semana pasada, es la de acordar que si ninguno de los candidatos obtiene el 51% de la votación en la consulta popular, una Convención sirva como segunda vuelta para ungir como candidato a cualquiera de los que participaron en la consulta popular.
Para allá van las cosas y todo este pastel lo está cocinando la Dirección Liberal para servírselo a Turbay en bandeja cuando sea elegido jefe único. SEMANA interrogó telefónicamente al ex presidente sobre esta receta y éste manifestó en principio su acuerdo, alegando que cualquier fórmula que garantice que no haya disidencias tiene que ser considerada conveniente. Expresó solamente una pequeña preocupación de que la tentación del pantallazo en la primera vuelta produjera demasiados precandidatos, lo cual podría llevar a una atomización de fuerzas que podría debilitar el sentimiento unitario que debe tener el partido tres meses antes de la elección presidencial.
LAS REFORMAS
Pero además de arbitrar las reglas de juego que se acuerden para la selección del candidato, Turbay desempeñaria unas funciones de doble enlace: entre el presidente y la clase política liberal, y entre el Partido Liberal y el Partido Conservador. Ninguna de estas dos cosas es de poca monta.
Hoy en día los parlamentarios liberales se sienten frustrados ante la proliferación de sanedrines, cepedines etc., con que les toca tratar. Y aparte de la gestión del senador Eduardo Mestre que ha sido muy eficiente pero es ad hoc, ha habido una falta de comunicación entre el partido de gobierno y el gobierno. "Turbay es tan paciente que es capaz de dialogar hasta con Barco", dijo a SEMANA un anti-barquista que prefirió mantener se anónimo.
Pero no sólo se necesita alguien que hable con Barco, sino también alguien que hable con Pastrana, cuya estatura dentro del Partido Conservador requiere una contraparte del mismo peso en el Partido Liberal, cosa que es imposible mientras haya quíntuples, séxtuples, etc. Estas conversaciones van a adquirir cada vez más importancia en la medida en que el empantanamiento de todos los intentos de reforma constitucional a través de plebiscitos o referendos, desemboque en que la única alternativa sea una reforma a través del artículo 218 o sea la doble vuelta legislativa. Existe consenso alrededor de que es inaplazable comenzar a sacar adelante unas reformas institucionales a fondo, y si va a tener que ser a través del Congreso, es difícil encontrar una persona mejor que Turbay para negociar todos los tire-y-afloje y forcejeos con los díscolos y cada vez más independientes parlamentarios. En todo caso es difícil visualizar a Montoya, Cepeda o a un Gaviria sincronizando la maquinaria parlamentaria curul por curul.
Todo esto hace pensar que la luna de miel de Julio César Turbay y su actual esposa Amparo Canal, con sus paseos por el Trastevere, la Vía Venetto y la Piazza Navona, puede estar a punto de terminar. Ahora, a la señora de Turbay le va a tocar competir con el único amor de toda la vida de su marido: el Partido Liberal.

LA EXPIACION
Una de las grandes incógnitas frente a una jefatura única de Turbay e qué pasaría con Galán. Aunque enpolítica casi todo tiene perdón y olvido, el grado de ofensa a que habían llegado las relaciones entre el ex presidente y el jefe del Nuevo Liberalismo ha sido de marca mayor. Turbay quien tiene fama de tener piel de cocodrilo para estas cosas, considera el mayor insulto de que ha sido objeto en su vida, el hecho de que Galán vinculara, aunque fuera indirectamente, a su hijo Julio César Turbay Quintero, al caso de los 13.5 millones de dólares robados al Chase Manhattan Bank. Efectivamente, cuando todo el país estaba pendiente del famoso robo, Galán llegó a llamar la atención sobre el hecho de que el hijo del ex presidente estuviera en esos momentos vinculado al banco. Fue más una insinuacián que una acusación, e inclusive cronológicamente inexacta ya que en ese momento junior Turbay había renunciado a una vicepresidencia del Chase en Nueva York. Era un golpe demasiado bajo y Turbay, que tradicionalmente aguanta todo, manifestó que por razones morales, el Partido Liberal tenía que vetar a Galán.
¿Qué pasa ahora con ese veto, cuando Turbay va a ser elegido jefe único y Galán aspira a ingresar al oficialismo e inclusive a ser candidato? Todo indica que, después de cuatro años, el legendario Turbay conciliatorio primará sobre el Turbay rencoroso. O por lo menos en parte. Entendiéndose por esto que la generosidad se extiende más a la apertura de la puerta para el reingreso de Galán, que a la corona de laureles de una eventual candidatura suya. No tanto porque Turbay vete la aspiración de Galán, sino porque el Partido Liberal, en general, quiere aprovechar para pasarle algunas cuentas, y dejarlo entrar siempre y cuando cumpla un proceso de expiación.
Galán, con su movimiento liquidado pero con su prestigio intacto, está comenzando a actuar en consecuencia. De todos los aspirantes a la presidencia, fue el primero en salir a registrar con complacencia la jefatura única de Turbay. Como carece de fuerza para montar otra vez su disidencia, no tiene ninguna alternativa diferente de entrar al oficialismo. De ahí su apoyo casi incondicional al gobierno de Barco y la oficialización en un discurso el viernes pasado, de su nueva posición: "Yo no tendría duda alguna en recomendarle al Nuevo Liberalismo que acepte responsabilidades en el gobierno y se vincule a la reorganización plena del liberalismo".
La esperanza de sus seguidores es que en el 90, su prestigio le haya cogido tal ventaja al de sus rivales, que se pueda acortar el proceso de expiación y Galán pueda ser ungido candidato. No es fácil, pues la base sobre la cual construyó ese prestigio fue la de echarle el agua sucia a la clase política liberal de la cual hoy depende su candidatura. Y esto no es sólo Turbay, sino figuras como Santofimio, Durán, el Contralor y muchos otros.
La circunstancia de que el candidato con más prestigio esté vetado transitoriamente, ha hecho que la persona con más opción en estos momentos para la candidatura presidencial, sea Víctor Mosquera. No por tener votos, sino por no tener vetos. Pero en la medida en que se agrava la situación del país, muchos comienzan a preguntarse si, después de cuatro años de Barco, la fórmula del menor común denominador como criterio para escoger el candidato a la presidencia de la República, sea la más adecuada para un país al que le quedan muy pocas cartas por jugar.
LOS SEIS EVENTOS QUE DEFINIRAN TODO
Pocos años como 1988 parecen tan emocionantes en materia de definiciones para el liberalismo. De aquí a septiembre, por lo menos seis acontecimientos de distinta índole, algunos de ellos relacionados entre sí, jugarán un papel clave en la encrucijada liberal. De la forma como cada uno de los grupos salga librado en esta serie de eventos, depende su futuro dentro de la colectividad roja. Estos son los seis acontecimientos:
- Mayo: crisis del gabinete del presidente Virgilio Barco, en la cual se especula que el gobierno hará importantes concesiones a la clase política liberal y, paralelamente, integrará galanistas al nuevo equipo ministerial.
- Julio 16: convenciones departamentales del liberalismo, que eligen 330 de los 1.200 delegados que irán a la Convención de Cartagena. En 1981 fueron estas convenciones las que comenzaron a enredar las aspiraciones del entonces precandidato Virgilio Barco, y plantearon como salida viable el nombre del ex presidente Alfonso López Michelsen.
- Julio 20: elección de mesas directivas del Congreso, donde los distintos grupos van a medir fuerzas.
- Julio-agosto: elección del Procurador General de la Nación para acabar con la interinidad en ese cargo. Si Horacio Serpa, actual procurador encargado, es sostenido por la Corte Suprema (su nombramiento ha sido demandado por inconstitucional) será seguramente el candidato. Si gana, será un triunfo del grupo del senador Ernesto Samper.
- Agosto: Convención Nacional Liberal, en la que muy posiblemente será elegido jefe único el ex presidente Turbay y se determinarán las reglas del juego para la escogencia del candidato presidencial.
- Septiembre: elección del Designado si es que el gobierno y los diferentes grupos no se ponen de acuerdo en prolongar el mandato del actual Designado, Víctor Mosquera Chaux.