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Aunque las Farc y el gobierno dicen que han logrado avances sustanciales en el punto de drogas ilícitas, llevan cinco meses discutiéndolo sin llegar a un acuerdo. Hasta la primera vuelta de las elecciones presidenciales quedan dos rondas de negociación. | Foto: AP

NEGOCIACIONES

Paz: ¿escollo a la vista?

En tiempo electoral, la negociación en Cuba avanza sin prisa. Y, por primera vez, las Farc anuncian que el proceso se puede frenar. ¿Están hablando en serio?

19 de abril de 2014

Amedida que avanza la campaña electoral, el ritmo de las negociaciones en La Habana ha pasado del merengue al bolero.

Mientras en Colombia ninguno de los candidatos parece despertar entusiasmo, en Cuba se completaron cinco meses de conversaciones sobre drogas ilícitas, tercero de los seis temas de la agenda, sin que se logre cerrarlo y pasar al siguiente. Lo último que las partes anunciaron es que “se avanza en la discusión y construcción de acuerdos” en los tres subpuntos que componen el tema. Por más que a puerta cerrada se esté avanzando, con estos lacónicos pronunciamientos, sin más especificaciones, no es raro que la negociación, como la elección, no concite gran optimismo.

Las conversaciones sobre drogas ilícitas empezaron el 17 de noviembre del año pasado. Se les han dedicado siete de las 23 rondas que se han hecho en los 16 meses que llevan las partes sentadas a la Mesa. El gobierno, por sus razones, quiere avances. Las Farc, con las suyas, parecen preferir esperar a que aclare el panorama de con quién van a tratar después de elecciones.

Eso explicaría el pausado ritmo. La próxima ronda arranca el 24 de abril. Hasta las elecciones se harán a lo sumo otras dos. El gobierno podrá darse por bien servido si se cierra este tercer punto en ese lapso. Y hasta eso está por verse. Quizá las Farc quieran antes ver cómo le va a Juan Manuel Santos en primera vuelta.

De todas maneras, si se compara la marcha de este proceso con otros en el mundo, no hay razones para considerarlo particularmente lento. En menos de un año se cerraron acuerdos (por primera vez en más de 30 años de negociaciones con las Farc) en dos temas cruciales, el agro y la política. Que tome seis meses hacerlo con el complejo asunto de drogas y narcotráfico, no es una sorpresa.

Sin embargo, al ritmo de la negociación puede estar surgiéndole un escollo aun más importante, al cual no se le ha prestado atención. Mientras las miradas se concentran en la lenta evolución del punto tres, a mediados de marzo Iván Márquez, jefe negociador del grupo guerrillero, hizo una exigencia que ratificó, en tono ominoso, el 4 de abril.

“Desde hace ocho meses, la Delegación de Paz de las Farc-EP, está advirtiendo sobre un obstáculo que puede llegar a frenar la dinámica del proceso u obligarlo a marchar al ralentí (…) hemos insistido en la urgencia de conformar una Comisión de esclarecimiento de las causas y responsabilidades del conflicto, como una condición sin la cual, no podría abordarse el decisivo asunto de Víctimas y máximos responsables”.

El gobierno ya le había respondido. En una inusual declaración, que sacó a la luz que el tema se ha discutido en la Mesa, su jefe negociador, Humberto de la Calle, dijo el 30 de marzo que una comisión de la verdad solo debe crearse después de la firma de un acuerdo final y que allí todas las partes deberán aportar “todas las verdades”. Las Farc están de acuerdo, pero ponen como condición para discutir el punto de víctimas que se cree antes otra comisión, que esclarezca el origen del conflicto armado (arrancando desde 1936).

Esta es la primera vez que las Farc sugieren que un desacuerdo puede frenar la negociación. La razón salta a la vista. Se aproxima el punto de víctimas. En él, las Farc deberán reconocer su responsabilidad como victimarios, obvio primer paso hacia uno de los temas centrales de la negociación: el de justicia transicional. Ante esa perspectiva, la comisión que quieren aparece como la vía para justificar el alzamiento en armas como reacción a la violencia estatal y dar, en consecuencia, un tratamiento ‘político’ a las atrocidades cometidas.

Márquez lo dijo claramente: “Se trata de establecer el cuadro completo de los horrores de la violencia y las consecuencias de la respuesta popular, para, una vez establecida la verdadera historia de lo ocurrido en seis décadas de confrontación fratricida, puedan las partes, las víctimas y la opinión, encontrar una salida, necesariamente política”.

El punto es vital para las Farc. Y, justamente por eso, no sería de extrañar que el tire y afloje en torno a esta comisión se convierta en el primer escollo serio con el que tropiece el proceso de paz.