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Los representantes del gobierno, Humberto de la Calle, y de las Farc, Iván Márquez, se cruzaron la semana pasada fuertes mensajes.

NEGOCIACIONES

¿Sí es la recta final de la paz?

Los temas que están sobre la mesa en La Habana y las movidas del gobierno y las FARC ponen la negociación en su momento más complejo.

6 de septiembre de 2014

Tiempos difíciles han comenzado en La Habana. Para la muestra, el inusual cruce de declaraciones públicas que se hicieron las delegaciones del gobierno y la guerrilla la semana pasada. Reflejo de tensiones subterráneas que empiezan a hacerse evidentes en el proceso de paz.

Después de una primera señal esperanzadora de la disposición de las FARC a dar la cara con humildad a las víctimas, cuando Iván Márquez le pidió perdón a Constanza Turbay por los secuestros de sus hermanos y el asesinato de su familia, un artículo denigrante contra Clara Rojas e Íngrid Betancourt y la reedición de otro contra el general Luis Mendieta, ambos publicados en la página de la delegación de las FARC, cayeron como un baldado de agua fría y provocaron una desacostumbrada y drástica respuesta de los representantes del gobierno.

El artículo dice que Clara no tiene derecho a llamarse víctima, afirma que el general Luis Mendieta “llora como mujer lo que no fue capaz de hacer como hombre” y sostiene que “el trato recibido por los prisioneros (léase secuestrados que pasaron años en la selva) fue el más adecuado desde el punto de vista humano”. La delegación de las FARC republicó, además, un duro artículo de 2009 contra Mendieta.
La delegación del gobierno dijo que el escrito viola la dignidad de Clara Rojas, lo calificó como “una muestra de desprecio a una víctima” y exigió a las FARC aclarar sus compromisos en esa materia.

Las FARC retrocedieron parcialmente. Negaron que la organización o su delegación en Cuba hubiesen descalificado a Clara e Íngrid. Atribuyeron el texto a una guerrillera que “ha hecho libremente la narración de sus vivencias en la selva al lado de las mencionadas ciudadanas”. Y reiteraron su disposición “de reconocer a las víctimas y asumir las responsabilidades consecuentes”.

Probablemente este incidente, como otros, pase sin más. Pero es revelador de que en La Habana se está llegando a un punto crítico. Después de que el presidente Santos dijera que el proceso ha entrado en “la recta final”, los delegados de la guerrilla publicaron una declaración titulada: “No estamos en la recta final”.
El arranque de la subcomisión que discutirá propuestas para el desarme y la desmovilización de las FARC y el cese bilateral de hostilidades creó aún más tensiones en ambas partes. La designación del general Javier Flórez, tercer hombre en la cadena de mando, generó infinidad de tensiones en el interior de las Fuerzas Armadas. El anuncio del presidente Santos de que, además, Flórez encabezará un nuevo Comando de Transición fue otra sorpresa más. 

Estas decisiones y la idea de que se estaría ya en la recta final generan el interrogante de si, del lado del gobierno, no hay cierta precipitación para producir medidas y decisiones que den la impresión de que se está avanzando. Y ocasionan obvias reacciones en la contraparte. 

Como el gobierno está enviando militares para esa subcomisión en La Habana, las FARC ya sugirieron que harán lo propio con sus hombres y se rumoran nombres como el de Joaquín Gómez, jefe del Bloque Sur, y otros. Además, rechazaron enérgicamente el Comando de Transición. “Conceptos como ‘transición’, ‘desmovilización’ y ‘entrega de armas’, no existen ni en la gramática del acuerdo de La Habana, ni mucho menos en el lenguaje de la guerrilla”, dijo Iván Márquez, quien propuso crear en cambio un “Comando de Normalización” para reorganizar a las Fuerzas Armadas.

Tires y aflojes que son síntomas de que empezaron las discusiones sobre los temas más sensibles. En los puntos anteriores las FARC apuntaban a reivindicaciones políticas y era el gobierno el que debía ‘ofrecer’ en materia agraria, de participación política e, incluso, en política frente a las drogas ilícitas. Ahora, se empieza a hablar de desarme, de cómo responderles a las víctimas, de justicia transicional. En estas áreas el Estado colombiano ha dado ya pasos unilateralmente, como la Ley de Víctimas, y la expectativa es que les llegó el turno a las FARC no solo de darlos, sino de ponerse de frente ante el eventual resultado final del proceso: su desaparición como organización armada.

Aún falta mucho para llegar a ese objetivo y el proceso dista de estar en la “recta final”. Pero con ese final empezando a dibujarse en el horizonte hay más de uno, en las FARC, en el gobierno (y hasta en la oposición) que, evidentemente, se está poniendo nervioso.