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El viernes en la tarde Fernando Araújo estaba en el hospital naval de Cartagena donde fue sometido a revisiones médicas. En la foto aparece en medio de sus padres y de sus hijos

“Pensé que moriría de hambre o de sed”

Fernando Araújo le relató a SEMANA su increíble huida del campamento de las Farc y de los Montes de María.

6 de enero de 2007

SEMANA: ¿Cómo tomó la decisión de escaparse en medio del asalto militar?

Fernando Araújo: Yo había imaginado durante estos seis años cómo podía ser una operación de rescate y una huida. No la veía nada fácil porque la guerrilla se mantiene en movimiento continuo y modifica mucho la composición de la gente que está en los campamentos. A veces hay 50, otras veces 100 y hasta más guerrilleros. Pero sabía que algún día se presentaría la ocasión y me había preparado. Sabía que en caso de oír disparos, debía tirarme al piso. También sabía que la guerrilla intentaría asesinarme. Por eso cuando sentí que el helicóptero disparaba hacia el sector donde yo estaba, entendí que era ahora o nunca. Aproveché que la primera reacción del guardia que me estaba vigilando fue protegerse detrás de un árbol y en el instante en que dejó de mirarme, me arrastré en medio de matorrales. Las balas zumbaban alrededor mío. Cuando tuve la ocasión de levantarme, corrí. Corrí todo lo que pude.

SEMANA: ¿Alguien le ayudó?

F.A.: No encontré y tampoco busqué a nadie. Aprendí a ser muy desconfiado. Muchas personas en esa zona tienen contacto con la guerrilla, ya sea porque le venden ganado o lo que ellos llaman economía. Pensé que si me acercaba a algún auxiliador de la guerrilla me iba a perjudicar. Entonces busqué alejarme de los sitios donde había ruidos, que no fueron muchos, dos o tres en todo el trayecto.

SEMANA: ¿Cómo fue su recorrido?

F.A.: La zona en la que estaba se llama las Aromeras, por un árbol que se da en esa región, el aromo, que está lleno de espinas. Ellos han operado allí durante mucho tiempo, se mueven con propiedad. Por eso caminé todo el día y toda la noche hasta que me sentí extenuado. En estos cinco días puedo decir que sólo dormí a raticos. Los recorridos eran por un monte inhóspito, difícil, sin agua, sin comida. Un sitio donde la temperatura no baja de los 35 grados en la sombra. Era una situación muy difícil. En la madrugada hacía un poco de fresco, pero eran días y noches calientes.

SEMANA: ¿Los guerrilleros lo estaban persiguiendo?

F.A.: No tuve ninguna señal de que me estuvieran siguiendo, lo cual no quiere decir ni que sí ni que no. Simplemente no me di cuenta. Lo que hice inicialmente fue evitar los sitios donde veía luces. Traté de alejarme de las zonas donde pudiera ser alcanzado. Eso significó esconderme en lo más profundo del monte.

SEMANA: ¿Sabía hacia dónde se dirigía?

F.A.: Yo tenía trazado un plan mental, que era iluso porque uno no puede hacer un plan real sin conocer el terreno. Pero de todas maneras ese plan me sirvió de norte. Seguí los arroyos, las pequeñas cañadas que están secas en esta época del año. Así iba buscando la salida. Hubo momentos decepcionantes en los que sentí que estaba perdido. Llegué a pensar que estaba en una trampa sin salida y que moriría de hambre o moriría de sed. Fue realmente muy angustioso. Pensé que iba a fracasar.

SEMANA: ¿Qué comió para no morir?

F.A.: El lunes, ya pasado el calor de la escapada, me sentí profundamente angustiado. Estaba sin comida, sin agua y vi un cactus redondo. En alguna oportunidad caminando por estos montes vi que un guerrillero se lo comió. Entonces lo desenterré, lo abrí a punta de talonazos y me lo comí. Naturalmente me cayó muy pesado, porque es muy ácido. Después de eso pude comerme un pedazo de yuca, prácticamente cruda, y también me hizo daño. Pero volvía y me reanimaba. Decía: tengo que encontrar la salida. Y finalmente encontré un camino y salí.

SEMANA: ¿Qué encontró en ese camino?

F.A.: A un campesino que estaba en un corral ordeñando. Le pregunté cuál era el pueblo más cercano y me dijo que estaba como a una hora y media a pie. Me demoré un poco más. Entonces encontré a un grupo de infantes de marina que me llevaron hasta San Agustín y desde allí un capitán llamó a mi hermano Gerardo.

SEMANA:¿Cómo eran sus días en cautiverio?

F.A.: Me levantaba a las 4 de la mañana y por razones de disciplina personal me ponía a hacer ejercicios. Yo solo. En el mismo sitio. En un metro cuadrado. Hacía gimnasia para las articulaciones, hacía flexiones de pecho y rodilla, trotaba en el mismo sitio durante más de 20 minutos. Alrededor de las 5 encendía el radio y escuchaba las noticias hasta las 8. Entre otras cosas, para economizar las baterías que a veces se volvían escasas.

SEMANA: ¿Y el resto del día?

F.A.: Pasaba todo el día en el campamento buscando ocuparme mentalmente con cualquier cosa. Por suerte hace dos años me dieron un radio que tenía alcance de onda corta y escuchaba por las noches emisoras en inglés, y eso me distraía un rato.

SEMANA: ¿Cómo era su relación con los guerrilleros?

F.A.: Muy limitada. A la guardia le está prohibido conversar con el secuestrado. En algunas oportunidades algún guerrillero se me acercaba a preguntarme sobre una noticia y eso me distraía. Pero ocurrió muy pocas veces.

SEMANA: ¿Y el resto del tiempo?

F.A.: Me la pasaba solo, solo, solo. Haciendo acopio de paciencia. A veces se me acababa la paciencia, entonces me preguntaba ¿qué hago? Buscar más porque no hay otra solución.

SEMANA: ¿Perdió la esperanza en algún momento?

F.A.:Uno no puede perder la fe porque se derrumba. Se le acaba el mundo. En esos momentos uno se aferra a cualquier noticia que le dé una luz de esperanza.

SEMANA: ¿Alguna vez discutió con los guerrilleros sobre las razones de su secuestro?

F.A.: Nunca. Cuando me secuestraron yo pensé que era un asunto extorsivo. Pero sólo un año después, cuando me dijeron que yo era parte del canje, entendí que era un secuestro político. Entendí que el manejo de la situación estaba en manos del secretariado.

SEMANA: ¿Siempre estuvo en manos del mismo frente?

F.A.: No sé quiénes son, ni cómo es su estructura. Sé que el comandante es 'Martín Caballero'. Estuve con él o cerca de él en los últimos dos años. Al principio estuve con jefes de comisiones con funciones específicas. La que me cuidaba tenía entre 12 y 16 guerrilleros. En los primeros meses casi no hubo cambios, pero después se hicieron muy frecuentes.

SEMANA: ¿Cuáles fueron los momentos más críticos?

F.A.: Muchos. No sólo desde el punto de vista de la angustia, la ansiedad y la incertidumbre. También hubo momentos militares difíciles. El 5 de marzo del año 2005 la Fuerza Aérea bombardeó el campamento donde yo estaba. Sentí que una bomba me iba a caer encima. Luego, el 5 de marzo del año pasado, hubo otro ataque militar. Muchas veces en las noches se escuchaban disparos de morteros que iban en la dirección del campamento. Las situaciones militares son difíciles y continuas. Pero son las acciones naturales que tienen que hacer las fuerzas militares frente a la guerrilla.