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| Foto: SEMANA.

POLÍTICA

Gustavo Petro y la viabilidad de la izquierda colombiana

Con Petro fuera de la alcaldía de Bogotá y cada vez menos representantes en el Senado y la Cámara, se podría llegar a la conclusión de que el único espacio real de la izquierda en Colombia, en este momento, es la movilización.

Alianza BBC
25 de marzo de 2014

Gustavo Petro reaccionó a la confirmación de su destitución como alcalde de Bogotá por boca del presidente Juan Manuel Santos, primero en Twitter y luego en la plaza.

"No nos ganaron ni en la urnas, ni en el corazón ciudadano, ni en la justicia. Tuvieron que acudir al golpe (de Estado) y la arbitrariedad", fue uno de los primeros trinos del ahora exalcalde, en esa plaza virtual de la política moderna que son las redes sociales.

Y el trasfondo de su mensaje tanto ahí como en la plaza de verdad, la de Bolívar, fue claro: en lo que a tolerancia para con la izquierda se refiere, la vida política colombiana sigue atrapada en el pasado.

"El voto hoy en Colombia no sirve", llegó a afirmar Petro, quien a lo largo de su batalla en contra de la destitución siempre ha insistido en que detrás de la sanción que lo sacó del cargo estaba una extrema derecha empeñada en derrocar al exguerrillero que había llegado al poder por la vía de las urnas, para enviar así un mensaje a toda la izquierda colombiana.

Y el exalcalde –castigado por la Procuraduría a raíz de un accidentado proceso de nacionalización del sistema de recolección de basuras– también se reafirmó en que ese mensaje era particularmente grave de cara a las negociaciones de paz con la guerrilla de las Farc iniciado por el propio Santos.

"¿Cómo va hacer la paz? ¿Cómo va a acercárseles y decirles que él es capaz de garantizarles los derechos políticos, la vida y las libertades de esas personas que hoy se levantan en armas, si a quien no se levantó en armas y sanamente se ganó con el voto popular la Alcaldía (...) lo destituye?", les preguntó a los asistentes.

"¿De qué garantías políticas y libertades civiles nos vienen aquí a hablar? No existen en Colombia. Las han anulado, si alguna vez las tuvimos", fue su respuesta.

Mensaje

No todos, obviamente, comparten la interpretación del otrora guerrillero.

De hecho, para muchos, es un ejemplo de que Petro exagera es su propia elección al segundo cargo de elección popular más importante del país, hace poco más de dos años.

Y algunos también han empezado a ofrecer como evidencia el mismo comportamiento de un sistema de justicia que, según el presidente Santos, actuó de manera "transparente, eficaz y oportuna" a la hora de analizar su caso.

Tampoco faltan, obviamente, los que creen que la sanción en contra del polémico exalcalde era merecida.

Pero incluso entre aquellos que consideran excesivo el castigo ordenado por el procurador Alejandro Ordóñez, abundan los que se rehúsan a ver en la misma "un mensaje a la izquierda".

Y, como evidencia, hacen notar el impresionante récord de funcionarios destituidos por Ordóñez y la abundancia, entre estos, de personalidades "de derecha".

Este último análisis, sin embargo, no repara en una cosa: la única que puede determinar si la saga esconde un mensaje para la izquierda –y cuál podría ser ese mensaje– es la izquierda misma.

Es decir, serán los actores de izquierda los que sacarán su propia conclusión y actuarán en consecuencia. Y, por lo pronto, esa conclusión no parece ser nada halagüeña.

"Cuando (el candidato a la presidencia, Jorge Eliécer) Gaitán les iba a ganar, lo mataron. Cuando la UP (Unión Patriótica) comenzó a ganar, vino el genocidio. Cuando Petro comenzaba a gobernar, lo derrocaron", dijo el senador del Polo Democrático Iván Cepeda, a modo de ejemplo.

La frase es un buen resumen de una historia –la de la izquierda colombiana– que ha estado marcada por la violencia, a menudo ejercida de manera brutal en contra de sus miembros.

Y no hay que olvidar que el propio nacimiento de las Farc –la máxima expresión de la violencia ejercida desde la misma izquierda y, para muchos, una de las principales causas de su perpetuamiento– también fue una reacción a la violencia ejercida desde el Estado y un producto del convencimiento de que los poderes establecidos y los grandes intereses no hacían viable el camino de las urnas para este tipo de movimientos.

Las cosas han cambiado mucho desde entonces a la fecha. Y en su discurso de despedida Petro descartó tajantemente la opción de la violencia.

Pero por los comentarios en Twitter y las declaraciones en los medios se deduce que muchas de las figuras de izquierda en Colombia también sienten que sus derechos siguen sin estar completamente garantizados por el actual sistema. Y que ven el caso del exalcalde de Bogotá como una importante prueba.

Las respuestas

Predecir el curso de acción es, sin embargo, mucho más difícil.

Una nueva ronda de negociación entre el gobierno y las FARC empezó normalmente la semana pasada en La Habana, al día siguiente de destitución de Petro, lo que parece confirmar que el futuro del diálogo de paz nunca estuvo ligado al destino del exalcalde.

Aunque en su intervención habitual al inicio de cada ronda de conversaciones, el principal negociador rebelde, Iván Márquez, recalcó que la situación afectaba la confianza en el proceso.

"Es casi imposible desligar esta determinación de propósitos electorales (...) y plantea serios interrogantes frente al tema de la participación política", dijo Márquez.

Y el precedente seguramente pesará en el ánimo de las Farc a la hora de las decisiones finales.

Mientras, para la denominada izquierda democrática, el reto inmediato estará en hacer de la decisión de Santos una oportunidad para cohesionarse y movilizarse masivamente.

Y es que, para ellos, la negativa del Gobierno a acoger las medidas cautelares ordenadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a las que apostaba Petro no solamente es injusta, sino también claramente ilegal, pues hasta ahora, Colombia siempre había tratado las medidas ordenadas por la Sistema Interamericano de Derechos Humanos como de ineludible cumplimiento.

¿A las calles?

El norte ahora parece estar puesto en la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, ya demandada por las Farc y ahora también por Petro (Aunque también por el expresidente Álvaro Uribe, el máximo exponente de la derecha).

Una demanda que podría terminar juntándose con las de los campesinos y darle mayor impulso a un posible nuevo paro agrario, y viceversa.

Y, por último, también está la elección presidencial, que se presenta como una oportunidad para enviarle un mensaje a un presidente quien, a la hora de tomar su decisión, parece haber concluido que su reelección corría más riesgo si alienaba a los sectores de derecha, opuestos a Petro, que a los de izquierda.

El de Santos, sin embargo, no deja de ser un cálculo arriesgado.

La izquierda no salió particularmente bien en las pasadas elecciones legislativas, ni siquiera en Bogotá, pero entre el abstencionismo histórico, el voto en blanco y los votos nulos, la verdad es que el nuevo Congreso se conformó con las preferencias de nada más el 25 % de los votantes potenciales.

Y con Petro fuera de la alcaldía de Bogotá y cada vez menos representantes en el Senado y la Cámara de Diputados, pueden llegar fácilmente a la conclusión de que su único espacio real en este momento son las calles y ahí juntar otros descontentos.

En cualquier caso, está claro que la izquierda colombiana siente que el país sigue teniendo un reto pendiente: ya no los matan como antes, pero ellos también quieren poder gobernar y hacerlo con el mismo margen de maniobra que los partidos de siempre.

Y hoy seguramente son mucho menos optimistas que ayer acerca de sus posibilidades dentro del sistema actual.