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Piedad reencauchada

Si decide elegir el candidato por consulta podría ganar Piedad Córdoba y si deja la decisión en manos del congreso liberal ganaría Rodrigo Rivera.

7 de febrero de 2009

En noviembre de 1962 y luego de perder las elecciones para la gobernación de California, un acongojado Richard Nixon anunció al mundo: "Ya no tendrán más a Nixon para tratarlo a las patadas, porque esta es mi última rueda de prensa". Parecía el fin del fin del controvertido político. Seis años después sería elegido Presidente de Estados Unidos.

En julio del año pasado, tras la Operación 'Jaque', la senadora liberal Piedad Córdoba estaba como Nixon: agotada, sola y sin futuro. Su imagen desfavorable era del 76 por ciento -sólo superada por el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien había amenazado al país con una guerra-. El tema del intercambio humanitario -su cause politique-, estaba totalmente enredado después de la exitosa operación militar colombiana. Era considerada tan irrelevante, que Invamer-Gallup dejó de incluir a Piedad en su selecta lista de personajes nacionales sobre los cuales les pregunta mensualmente a los colombianos.

Hoy, gracias a su gestión por la liberación de los políticos Alan Jara y Sigifredo López y de los cuatro miembros de la Fuerza Pública, Piedad Córdoba, en palabras de un alto dirigente liberal, "ya no resta en política, sino suma". Es tanto el nuevo aire que ha tomado, que la senadora podría ganar la consulta liberal del próximo 7 de junio, según se desprende de la encuesta de Opinómetro-Datexco contratada por SEMANA. Triplica al ex ministro Rafael Pardo, quien lleva años en campaña (ver resultados).

Una proeza nada despreciable para una política que apenas obtuvo 40.000 votos en las elecciones al Senado en 2002 y 2006. Ambas veces entró raspando al Congreso.

La metamorfosis de Córdoba, de una Piedad sin futuro a una jugadora de peso, se debe, como todo en política, tanto a sus propios méritos como a las circunstancias. Desde cuando irrumpió en el escenario nacional en 1996 en defensa de Ernesto Samper, a Piedad nunca le ha importado ir a contrapelo de la opinión. Tal vez fue esa actitud rebelde la que le permitió sobreponerse de la andanada de golpes que recibió por su cercanía con Chávez y pensar que aún en medio de la euforia triunfalista que generó la Operación 'Jaque', había una posibilidad de concertar nuevas liberaciones.

Cuando en septiembre pasado informó sobre el envío de una carta a las Farc como el punto de partida de un diálogo "epistolar", fue ridiculizada por gran parte de los medios y analistas. Nadie daba un centavo por sus esfuerzos. Esa percepción se mantuvo incluso después de que las Farc contestaron afirmativamente al intercambio de cartas. Apenas en diciembre empezó a convertir a los incrédulos. Curiosamente, fue el presidente Álvaro Uribe quien encendió las alarmas al decir que las Farc y una "dirigente de la política, nos están tendiendo una nueva celada". "Por anticipado les decimos -afirmó el mandatario-: no lo aceptamos". Pero Uribe aceptó. Y aquí desempeñó un papel fundamental la Piedad Córdoba modelo 2009.

La Piedad de este no es la misma que hace un año lamentaba en público la muerte de 'Raúl Reyes', viajaba en la delegación oficial de Chávez y no ahorraba epíteto para insultar al gobierno. Esta vez se ha caracterizado por su ponderación y discreción. Y a diferencia de las liberaciones con sabor chavista donde la senadora no se perdía una foto, en Villavicencio y Cali ha dejado que los hechos y los liberados hablen por sí solos.

Que el 32 por ciento de los liberales vea en ella una opción en el liberalismo demuestra que va por buen camino. Hoy, Piedad niega cualquier aspiración política. Es entendible, de su efectividad como facilitadora de un diálogo entre el gobierno y las Farc depende que su gestión mantenga su cariz humanitario. Una condición que no se cumplió en el show de Emmanuel, Chávez, Kirchner y Oliver Stone de diciembre de 2007 y enero de 2008. En otras palabras, todo lo que huele a espectáculo genera desconfianza.

Los recién liberados le han pedido a Piedad continuar con su labor, aunque es evidente que eso no será posible si busca la candidatura liberal. Pero la senadora más que nadie sabe que en política hay que coger la cresta de la ola. Por primera vez en su vida encabeza una encuesta en una consulta de un partido.

Los colombianos, o por lo menos los liberales, le están reconociendo su esfuerzo por ayudar a liberar a Colombia de esa horrible cicatriz que significa el secuestro, y en especial el secuestro político, en el cual las personas pueden durar hasta 10 años pudriéndose en la selva.

El reencauche de Piedad Córdoba, sin embargo, no sería tan fuerte si no fuera porque el liderazgo antiuribista está acéfalo. El Polo Democrático, que gracias a su resultado electoral de 2006 pintaba ser la contraparte ideológica perfecta de Uribe, está inmerso en una lucha fratricida entre sus distintas facciones. Sus dirigentes no parecen tener tiempo ni visión para proponer alternativas al proyecto uribista. Y frente al conflicto armado, Piedad les cogió ventaja. Es la representante más conocida de quienes abogan por la negociación, por un acuerdo de paz, por un intercambio humanitario. En síntesis, la senadora, sin proponérselo, ha ido recogiendo con su gestión humanitaria y sus posiciones políticas las banderas de la izquierda.

Sin duda, el resultado de la encuesta es alentador para Piedad y su núcleo de seguidores. Pero lo que le queda por delante es culebrero y lleno de espinas.

Para empezar, como todo retrato a la opinión, el encanto es temporal. La encuesta refleja en gran parte la emoción que les produjo a los colombianos ver a los secuestrados abrazarse con sus familiares. Como les dijo Sigifredo López a los millones de televidentes colombianos que presenciaron su regreso a la libertad en directo: "Esta liberación unilateral no es un gesto humanitario de las Farc, sino de Piedad". La pregunta es si pensarán igual si la senadora se lanza al ruedo oficialmente y acepta ser precandidata liberal. Se desvanecería sin duda el aura humanitaria que se ha apoderado de Piedad, pues la vincularían mucho más con la realidad mundana de la política y del interés personal, y la alejarían del mundo noble e idílico de la paz y del interés general.

El otro riesgo es su reconocida locuacidad, cuyas declaraciones son tan controvertidas como valientes, pero casi siempre antielectorales. ¿Podrá cuidar la lengua y evitar declaraciones desafortunadas como cuando le echó flores a 'Tirofijo' luego de conocerse su muerte natural o cuando dijo en un escenario internacional que los países de América Latina tenían que romper relaciones con Colombia?

No hay que olvidar que las Farc encarnan gran parte del odio que sienten los colombianos. Y que fue precisamente la percepción de que Piedad andaba demasiado cerca a los intereses de la guerrilla la que generó su alta desfavorabilidad hace un año y la razón por la cual genera resistencia, sobre todo en estratos medios y altos.

La senadora ha sido siempre una figura polarizante. Es, simultáneamente, lo que la hace atractiva para ciertos nichos de admiradores y lo que la aleja de la mayoría de la población. Esa radicalidad rara vez produce los votos suficientes para ganar una consulta nacional y menos una como la liberal, que es abierta a toda la población. No sorprendería que más de un uribista terminara votando en la consulta para frenar el ímpetu de Piedad.

Tal vez tenga razón un alto dirigente liberal que le dijo a SEMANA que la agenda de la senadora es la misma que la de cualquier político a un año de elecciones: hacerse reelegir. Y posiblemente es allí, en las elecciones al Congreso, donde Piedad pueda tener mayor impacto si encabeza una lista a favor de una negociación con las Farc.

En su vida pública, a Piedad Córdoba le ha sobrado valor y faltado paciencia. Con sus recientes actuaciones ha acumulado capital político y credibilidad. Si no quiere repetir la historia de caer en desgracia, va tener que evitar indecisiones como las de esta semana, que pasaron inadvertidas dada la magnitud de la noticia positiva de las liberaciones, pero que le quitan credibilidad: "Yo no trabajo más, es suficiente -dijo al mejor estilo de Richard Nixon-. Creo que la gente no valora el trabajo, la gente piensa que esto es un 'show' mediático, entonces creo que es más fácil que lo haga alguien que lo pueda hacer mejor que yo". Apenas minutos después, ante la misma audiencia, dijo "aquí estoy y aquí me quedo". Y allí está en lo cierto. Porque lo único claro de los últimos acontecimientos es que habrá Piedad Córdoba para rato en la política nacional.